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Strike 3: ¿Los jonrones? A quilo la docena...

Jonrones en la pelota cubanaLeo "con vago horror sagrado" -la imagen es de un ciego que veía demasiado- las estadísticas de frecuencia de jonrones en la presente Serie Nacional. Y me pregunto: ¿habrá un error? ¿Tendrán sentido aún las matemáticas?

Es que no me lo creo. Ido algo más de un tercio de contienda, cinco hombres despachan un cuadrangular cada menos de diez turnos oficiales. Es absurdo.

El tunero Pedroso consigue la proeza cada ¡5,73 ocasiones! El cienfueguero Abreu, cada 6,73. Y después andan el granmense Despaigne (6,75), el santiaguero Hurtado (8,71) y Céspedes, también de Granma (9,40).

Son dígitos para el escalofrío. Numeritos de ciencia ficción que podrían dejar sin palabras a Ray Bradbury. Y el recuerdo de los viejos sluggers me asalta como un demonio insomne: Romelio, con sus brazos de roble, "solo" botaba una pelota cada 12,84 turnos; Kindelán, cada 13,32; Junco, cada 14,27...

Los ingenuos podrían alegar que los bateadores de hoy tienen más fuerza, porque están más apegados a los "hierros". Pero no creo que haga falta mucha lucidez para achacar la situación a otros factores.

La primera razón es que el pitcheo ha hecho aguas, y le sirve deliciosos platillos a los bates. Y no se puede obviar que la Mizuno "lleva un conejo dentro", y que el madero que empleamos tiene el efecto de un cañón cuando choca con la esférica.

Sin ánimo ninguno de restar méritos a estos muchachos que ahora despachan bambinazos como quien cose y canta, yo sostengo que épocas pasadas no habrían podido darse tan pantagruélicos banquetes. No es lo mismo enfrentar cada día a un estelar, que encarar con frecuencia a desconocidos con muy poco en el pensamiento táctico y la bola.

Todo torneo beisbolero necesita que el pitcheo le ponga respeto a los bates, lo mismo en Cuba que en Japón, Puerto Rico, Venezuela o Estados Unidos. Por citar un ejemplo de la última campaña de Ligas Mayores, el fenómeno dominicano Albert Pujols disparó un vuelacercas cada 13,9 veces oficiales. Un promedio excelente, pero definitivamente propio de este mundo.

Lo repito: es absurdo. Lo más grande de la pelota es el jonrón, y por ende, no se puede convertir en cosa fácil. Hay que esperar por él para sentir más goce. Si cada día fuera Nochebuena, hace rato nos habríamos aburrido del festejo...