Me abstraigo del debate bizantino sobre si a la escuadra de Cienfuegos se le debe decir Elefantes, Camarones, Camafantes o Elerones... Desconozco si los sureños podrán mantener el paso victorioso, ni si la falta de experiencia le pasará factura a sus inspirados mozalbetes... Pero seguro estoy de que ningún equipo del país volverá, como años atrás, a mirarlos por encima del hombro.
Muchas son las razones del éxito cienfueguero. Sin embargo, una figura acapara la atención dondequiera que juega la novena. Usted lo sabe: se llama José Dariel Abreu, y ha sido el mejor pelotero de este primer tercio de campaña.
Mi amigo Francisco G. Navarro -perseverante seguidor del plantel de su terruño, hombre amable pese a su filiación madridista- coincidirá conmigo en que el gigante Abreu se ha echado el club a las espaldas. No le pesa: su anatomía de 190 centímetros y ciento y tantos kilos vino al mundo embarrada de un talento inusual para jugar a la pelota.
Con solo 23 abriles, Abreu ya parece destinado a ingresar en el templo sagrado del béisbol insular. Y con el perdón de mis siempre respetados Alexander Malleta y Joan Carlos Pedroso, ahora mismo no hay un inicialista que pueda usurparle la plaza titular en el team Cuba.
Sus números erizan: lidera a los jonroneros con 14, e igual va a la cabeza en average (.436) y bases intencionales (12). Además, es segundo en impulsadas (41), slugging (.915) y dead balls (11); sexto en anotadas (36) y décimo en total de bases (86).
Candidato de fuerza a la triple corona, José Dariel progresa a diario. Ha mejorado el tacto, reducido los "huecos" en el swing, y al campo se desempeña con soltura en situaciones infrecuentes, exhibe un poderoso brazo, reflejos gatunos y coraje para arriesgar el físico.
Acaso el punto flaco del muchacho sea que a veces se le nota ansioso, incapaz de controlar la cabalgata de los nervios, pero esa mancha aclara con el tiempo. Y en lo particular, me preocupa el desamparo de su codo izquierdo: Abreu recibe demasiados pelotazos, y el vulnerable hueso de la articulación le puede deparar pésimos ratos. Total, existen accesorios para la protección del codo, y un slugger no debe darse el lujo de exponerlo.
Poco más se le puede señalar al cienfueguero. Tiene todas las armas, y las usa con furia salvaje. Algún día, sus batazos tumbarán un helicóptero...