Tres jóvenes salen de la heladería Coppelia, durante el inicio de la temporada invernal, en La Habana, Cuba, el 7 de noviembre de 2010. AIN FOTO/Abel ERNESTO
La sociedad cubana está expuesta desde hace más de cinco décadas a una agresión ideológica desde EE.UU., donde sucesivas administraciones se han propuesto derrocar la Revolución socavando los principios y valores sobre los cuales se erige y se sostiene el proceso socialista.
Si alguien pensó que esa intención fue enterrada con el llamado "fin de la guerra fría", las más recientes filtraciones de WikiLeaks confirman su plena actualidad.
A esa estrategia política gubernamental de Washington se suma un proyecto de dominio mundial proveniente desde el mismo lugar pero dirigido a todo el planeta, que se conoce como la Globalización Neoliberal que pretende imponer un modelo de pensamiento único a la humanidad, pasándole por encima a las culturas nacionales, la inteligencia colectiva, idiosincrasias, doctrinas, conquistas, valores y principios de los pueblos.
Dentro de los 192 países miembros de la Organización de Naciones Unidas, existe uno que es desafiado como ningún otro por ambas amenazas: se trata de esta pequeña nación en territorios y habitantes que es Cuba, pero inmenso por las páginas gloriosas que tejen su historia.
Aunque los dos escenarios de agresión son universales, dirigidos a toda la sociedad, sin distinción de edades, razas o género, aparece como blanco principal, como víctima predeterminada: la juventud, por constituir la fuerza motriz, el futuro inmediato en cada punto cardinal de la Tierra.
Si se conquista las mentes de los adolescentes y los potenciales trabajadores, líderes, empresarios, ejecutivos, funcionarios, políticos, dirigentes y entes decisores de la conducción futura de los estados, gran parte de la batalla estaría ganada en función de sus intereses.