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Strike 3: A bailar el toca-toca

Por Michel Contreras

Pelota de béisbolHace solo unos días, en el mismo capítulo inicial del desafío, el hombre proa de Industriales disparó un doblete, y el bateador siguiente se sacrificó para hacerlo avanzar hasta tercera. Inevitablemente, sospeché que en aquella jornada la señal de Tele Rebelde provenía de un juego de alguna liga asiática.

La cabeza se me llenó de interrogantes. ¿Qué es eso de apelar al toque de bola cuando el choque acaba de arrancar? ¿Qué sentido tiene regalar un out si el corredor ya ha llegado a posición anotadora? ¿Por qué sacrificar a un jugador en plena racha ofensiva como Juan Carlos Torriente? Si el pitcher adversario ha comenzado con "mal pie", ¿será válido darle un respiro y liquidar el rally en ciernes?

Los propios japoneses, que mucho han progresado en la pelota -para muestra, el botón de los dos Clásicos Mundiales-, han renunciado a aquel recurso de anotar a cuentagotas mediante el indiscriminado uso de los toques. En cambio, nosotros -que siempre propusimos un estilo más vistoso- apelamos ahora a lo que ellos desecharon, acaso por considerarlo conservador y pusilánime.

Es un hecho: la inmensa mayoría de nuestros managers de hoy le rinde culto al toque, y obvian en su arsenal atacante las fecundas posibilidades del robo de bases y el corrido y bateo. Van de un extremo al otro: o al batazo gigante, o al minúsculo toque. Así, sin medias tintas.

En mi caso, considero que el toque es un arma efectiva. Lo mismo para sacrificarse, que para sorprender, que para impulsar al compañero en la antesala por la vía del vibrante squeeze play. Innumerables son los juegos donde el triunfo ha derivado de sacrificios oportunos. Numerosos también son aquellos en los que la derrota ha dimanado de algún toque a destiempo, sin razón, enemistado a muerte con el buen desempeño de la táctica.

Quiero decir, el toque no es nocivo per se: el asunto es que no puede abusarse de él, y que tiene, como todas las cosas de la vida, su momento.