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Cubanos en Haití: Cura más el amor que las frías fórmulas medicinales

Por Emiliano Mariscal, médico argentino graduado en Cuba y miembro de la Brigada Médica Cubana en Haití

colera-en-haiti1"Cura más el amor que las frías fórmulas medicinales", J. Martí

Existen vivencias difíciles de reflejar con palabras y hoy, que me toca intentarlo, quisiera que transmitan al menos fragmentos de estos días tan intensos, en que la valoración de la realidad se trastoca por completo, las prioridades de la vida se acentúan hacia la seguridad de que vale la pena batallar. La lucha es contra el cólera, enfermedad propagada debido a las condiciones de extremo subdesarrollo, cuya causa subyace en la esencia del sistema capitalista, y que ya ha cobrado 2 405 víctimas.

Luego de casi dos meses de luchar contra la enfermedad en toda la geografía del país la Brigada Médica Cubana (BMC) continúa su paso hacia delante, no se conforma con haber atendido a casi el 40 % de los casos de Cólera ni con tener la tasa más baja de letalidad (0,72 %).

En esta etapa en que la enfermedad se ha propagado por todo el país, la acción de mayor efectividad consiste en aumentar el acceso a los servicios de salud. No es una frase, significa que tengan lugares cercanos donde puedan ser atendidos, y que incluso sean los médicos quienes podamos encontrarlos en sus propios hogares, y les lleven materiales educativos a esos recónditos lugares. Que sean los médicos, con su presencia, quienes promuevan el intercambio con los líderes formales e informales y las audiencias sanitarias en iglesias y escuelas. Es imprescindible una "invasión sanitaria", que atravesemos lomas, ríos, montañas llevando educación sanitaria, con un valor añadido: el humanismo a flor de piel, que todo el que se haya formado en Cuba ostenta como parte indivisible de su manera de ejercer la profesión. El desafío es claro: controlar la transmisión de la enfermedad de cólera en este país.

De este modo han comenzado a organizarse los primeros Grupos de Pesquisa  Activa "Subcomuna Adentro" y pude ser parte de una expedición en el Departamento Oeste. A partir del día 6 de diciembre empieza a registrarse un alza en el número de casos atendidos con cólera en el Hospital Comunitario de Referencia (HCR), de Thomazeau (convertido en una Unidad de Tratamiento del Cólera), la mayoría de ellos provenientes de la Subcomuna de Trou D´Eau, por lo cual se decide realizar la pesquisa en el mencionado lugar.

El camino es sinuoso y estrecho, con pronunciadas pendientes y curvas angulosas que obligan a avanzar lentamente. Luego de 33 kilómetros decidimos continuar a pie, mientras el carro continúa el ascenso, pero ya sin el peso de las ocho personas que componen el grupo, cuatro médicos y cuatro enfermeras.

La vegetación que rodea al camino es escasa, con algunos árboles, palmas sobre todo. En el transcurso del camino llama la atención que nos dispensa la gente, sus rostros de sorpresa, otros de emoción, gente que saluda y comentan entre ellos. Entre ellos encontramos a Jean Claude, un agricultor que dice tener 28 años, de pequeño tamaño y rostro de bondad, con un sombrero de color negro.

Se presenta diciendo que va a acompañarnos hasta la Iglesia de Trou D´Eau. Jean Claude tiene una mirada llena de ansiedad y una risa muy particular. Caminamos durante 1:35 minutos una distancia de 6 kilómetros hasta llegar a la mentada iglesia. Ésta se encuentra en una pequeña llanura entre montañas, donde se localiza también una pequeña casa que pertenece al cura.

Al llegar a iglesia, nos entrevistamos con el padre, con quien recogemos algunas informaciones del lugar: habitan en el área alrededor de 4 000 personas, existen otras iglesias en la zona, allí no llueve hace 2 meses, recogen el agua en un pequeño río que transcurre en el dorso de una montaña, así como de una pequeña laguna que se encuentra próxima a la iglesia. En el lugar no hay gran cantidad de casos de cólera, pero sí en los demás poblados más abajo. Dice también que han muerto seis personas que vivían en esos poblados de zonas bajas. Visitamos al líder de la zona, así como al cura de la iglesia Bautista, explicando el por qué de nuestra ubicación en la Iglesia Católica -las condiciones del terreno, el espacio.

Definimos dos cosas, en primer lugar todos los líderes comunitarios saldrían a los poblados aledaños a informar de nuestra presencia. De este modo todas las personas con diarreas y/o vómitos acudirían a nosotros, preparando condiciones en la Iglesia para recibir pacientes que requieran hospitalización o terapia de rehidratación oral. La segunda definición fue comenzar inmediatamente con las actividades de educación para la salud.

Acudimos a las cuatro iglesias del lugar, en las que, por ser domingo, confluían muchas personas. Durante el recorrido también pudimos hallar una valla de gallos con muchas personas que por unos minutos oyeron las palabras pronunciadas por Ibrahim, un enfermero cubano que domina muy bien el creole, quien les habló del cólera y los hizo reír con esa empatía instantánea que caracteriza a los cubanos. Se visitaron familias en las casas, conversando sobre la enfermedad, verificamos si había personas enfermas y la fuente de dónde extraen el agua que consumen.

¿Qué nos dicen los fríos pero importantes números? Que pudimos atender de inmediato a 66 pacientes con cólera, muchos de ellos en su primer día de enfermedad. Contactamos con 963 personas y visitamos 84 casas; hospitalizamos a 3 pacientes, de ellos dos con deshidratación moderada y uno severa. Todos recibieron tratamiento endovenoso. La mayoría de los pacientes estaban en los primeros estadíos de la enfermedad, lo que reafirma la importancia de haber llegado hasta ellos. Se entregaron Sales de Hidratación y dimos tratamiento profiláctico a las personas próximas a los que padecían la enfermedad.

Las inclemencias del tiempo imposibilitaron el regreso, que habíamos planificado para el día siguiente. En el descenso daríamos esta misma atención al resto de los poblados. Presurosos comenzamos a evaluar las reservas de alimentos y agua, las cuales eran suficientes para que el grupo médico pudiera alimentarse adecuadamente durante unos cuantos días. Con esa tranquilidad, nos dispusimos recuperar fuerzas para continuar avanzando a zonas más recónditas de la geografía de este país contra una enfermedad que ya ha cobrado demasiadas vidas humanas.

Es difícil describir con palabras todo el cariño y la solidaridad que los haitianos nos ofrecen, desde el cura que nos brindó su propio hogar hasta los pequeños que saludaban al pasar. Vimos muchos rostros de alegría, de sorpresa, de admiración, de satisfacción. Para muchos era la primera vez que alguien se preocupaba por ellos y eso podíamos sentirlo en sus miradas, en sus saludos llenos de ternura. El frío intenso de la noche se desvanecía con el calor que da sentirse guardianes de la salud y de la vida.