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Strike 3: Cada cual a lo suyo en el Béisbol Nacional

Yolexis Ulacia. Foto: Alex Castro

Yolexis Ulacia. Foto: Alex Castro

A Alberto Bicet le decían el Brazo de Hierro de Santiago de Cuba. Hoy abría desafíos, mañana los relevaba desde los primeros innings, luego se encaramaba en el montículo para sacar los outs finales... Eso, hasta que se lesionó su brazo de lanzar, y este año todavía no ha podido salir a defender la casaca de las Avispas orientales.

La cuestión es bien simple: no hemos aprendido a respetar los roles de los pitchers. O dicho en castellano: la especialización es un vocablo que se repite a diario en boca de técnicos y periodistas, pero que a estas alturas no ha cobrado entre nosotros el respeto que amerita en el béisbol moderno.

El día inaugural de la presente Serie fue un aviso de lo que vendrá: el partido acababa de entrar en su tercio decisivo, y ya los supuestos -y anunciados- cerradores de cada plantel estaban asumiendo responsabilidades en el box. Quiero decir, por Villa Clara pitcheaba el incombustible Yolexis Ulacia, mientras por Industriales se hacía cargo el ciclónico Armando Rivero.

Mal camino. Estamos en la arrancada del siglo XXI, muchos años después de que este deporte encontrara un espacio en la pasión de millones de personas. Y este deporte ha progresado -la dialéctica no admite transgresiones-, y alcanzó el punto exacto en que cada faena requiere de un experto.

Digamos, un cuarto de siglo atrás, el zurdo Terry Francona custodió durante cuatro entradas la tercera almohadilla de los Expos de Montreal en la pelota profesional norteña. ¿Un zurdo en la antesala? Sí, ocurrió, pero hace veinticinco años. Ahora sería imposible (o casi, que no es lo mismo, pero es igual).

Pasa que un edificio requiere de arquitectos, y un corazón enfermo necesita cirujanos. En los dos casos, el valor de la improvisación se acerca a cero. De hacer experimentos locos, se caería el inmueble y moriría el cardiópata. E igual sucede en la pelota.

¿Qué es un cerrador? Es un especialista en relevos de corta duración, hombre de personalidad marmórea, ultrasónica recta y fortaleza mental a toda prueba. Un individuo que se encarga de asegurar los éxitos de su conjunto, y para ello sale a echar la vida en, habitualmente, un trío de outs.

Nuestro problema es simple, aunque muchos me puedan acusar de simplificador. Ignoramos de manera consciente que los roles existen para ser desempeñados, y que para suplir a un abridor hay varias clases de serpentineros.

De sobra lo sabemos: los relevistas largos se hacen cargo del juego de modo prematuro, pero los cortos -el preparador o setup, y el cerrador o closer- finiquitan los tres últimos capítulos. Se les entrena para eso, y ya no más.

Cerrar partidos es un arte. Allá lejos lo han probado Mariano Rivera, Trevor Hoffman, Francisco Rodríguez, Brad Lidge y Billy Wagner. Aquí cerca, las rúbricas mejores llegan del puño y letra de Euclides Rojas, Orestes González y José Ángel García.

Respetemos la especialización. Es una orden de los tiempos que corren. Ni Ulacia y Rivero pueden salir a lanzar desde el séptimo inning, ni es una gracia festejar el sobreesfuerzo de Bicet.

En lectura inolvidable, se lo dijo la ardilla a la montaña: "Ni yo llevo los montes a la espalda, ni usted puede, señora, cascar nueces".