Excelente iniciativa del alcalde de Londres, Boris Johnson, la de enviar una carta al ex mandatario norteamericano de la guerra George W. Bush, en la que le expresa que no se sienta impune pues puede ser arrestado si viaja a Gran Bretaña a presentar su libro de memorias "Decision Points", publicado recientemente en Estados Unidos y ya convertido insólitamente en un Bestseller.
En la misiva, Johnson recuerda que el ex dictador chileno Augusto Pinochet, al que denomina promotor de la tortura, fue detenido en la capital británica en 1998 por los crímenes cometidos en su país, creyendo que nunca le ocurría nada.
Después de repasar algunas páginas del libro que dice Bush escribió, lo legalmente correcto sería apresar inmediatamente a ese ex inquilino de la Casa Blanca, quien con su acostumbrado actuar sanguinario justifica en blanco y negro los horrendos crímenes que protagonizó en su guerra contra Iraq.
El ex presidente de Estados Unidos incluso defiende las prácticas de torturas de "ahogamiento simulado" aplicadas por los militares de su país en la cárcel que Washington mantiene en la ilegal base norteamericana de Guantánamo, en territorio cubano, donde aún permanecen prisioneros sin que se le respeten los más elementales derechos humanos y jurídicos.
También en sus memorias, Bush resalta el apoyo incondicional que recibió para desatar la guerra contra Iraq de los ex primeros ministros británico Tony Blair, y español José María Aznar, a quienes implica descarnadamente en sus crímenes de lesa humanidad.
De Aznar llega a decir que le brindó todo su respaldo, y que es además un "líder visionario", claro está, por la sumisión que le debió el ex jefe de gobierno de Madrid durante las andanzas guerreristas del ex mandatario norteamericano.
Con esas confesiones no sólo Bush debiera ser arrestado en Londres, o en cualquier otra capital, sino también Aznar, y el propio Blair, quien se pasea libremente por su país, como los hacen impunemente por el mundo sus dos conocidos aliados de la afamada foto de Azores.