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Paganinis, mercenarios y sus comparsas

Por Lillian Lechuga

A propósito de la extradición a Cuba por el gobierno venezolano del terrorista Francisco Chávez Abarca, quien debe responder ante la justicia por los atentados cometidos en La Habana en los años 90, no es ocioso recordar que desde el mismo triunfo revolucionario Washington tiene asediada a la Isla con todo tipo de agresiones que incluyen una invasión, asesinatos, y el enfermizo y aberrante bloqueo a que tiene sometida la Isla.

Este hijo de El Salvador se supeditó de la manera más indecorosa a las dádivas del connotado asesino Luis Posada Carriles y comparsa, mercenarios de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).

Hurgando en viejos documentos encontré un memorando del entonces embajador cubano ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Carlos Lechuga, en fecha tan temprana como el lro de agosto de l960, en el que se relataban las "agresiones del gobierno de Estados Unidos al gobierno y el pueblo de Cuba y se le responsabilizaba por las tensiones hemisféricas y en el área del Caribe en particular".

Pero es que ya antes, Fidel, desde que estaba en la Sierra Maestra sabía contra el monstruo que tendría que lidiar. Sólo hay que recordar aquella carta que le escribió a Celia, la histórica carta cuando un campesino de nombre Mario, le mostró las mortíferas armas que lanzó la aviación batistiana sobre su casa y cuya inscripción decía USAF (United States Air Force).

Sierra Maestra

Junio5.58

Celia: Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ése va a ser mi destino verdadero.

Fidel

Resultaría imposible -dice el memorando-"relacionar todos y cada uno de los episodios en los que el gobierno norteamericano ha sido protagonista en esa tenaz política agresiva contra Cuba". Se señaló como una franca agresión económica la suspensión de las cuotas para el azúcar cubano y la utilización de dicha medida como arma de política exterior.

En tal ocasión, Cuba denunció, asimismo, la protección a criminales de guerra y vuelos piratas con bases en el sur de Estados Unidos. Se relacionan parcialmente una treintena de esos actos desde los primeros meses de l959 hasta el momento de redactarse aquella denuncia ante la OEA en agosto de l960.

Se describió cómo -por solo poner unos pocos ejemplos- un avión tripulado por Díaz Lanz y Frank Fiorini que incursionó en la capital cubana dejando un saldo de dos muertos y cuarenta heridos, un ataque con bombas al central Punta Alegre, otros similares en el central Niágara de Pinar del Río, el ametrallamiento de un avión pirata a un tren de pasajeros en la entonces provincia de Las Villas, incendios de cañaverales con fósforo vivo y bombas incendiarias. Todas estas atrocidades se documentaron con nombres y apellidos de cubanos y norteamericanos que habían despegado de aeropuertos de La Florida.

Ya por aquellos días, vulgares asesinos, torturadores y ladrones se movían impunemente en las ciudades de Miami y Nueva York, y desde entonces, se dedicaban a organizar, sin éxito, innumerables atentados contra el líder de la Revolución Cubana.

Merece la pena consignar aquí cómo en el mes de mayo -siempre según el documento presentado por Cuba ante la OEA el primero de agosto- "el subcomité de Seguridad Interna del Senado, que meses antes había escuchado ya, religiosamente, al traidor Pedro L. Díaz Lanz, acogió como invitados de alto rango, nada menos que a Francisco Tabernilla, ex jefe del Ejército de Batista y destacado contrabandista, a su hijo mayor de sus mismos nombres y apellidos quien ganó como su padre los galones de general al servicio de la tiranía; a Rafael Díaz Balart, connotado malversador y a Manuel Ugalde Carrillo, quien fuera jefe del servicio de Inteligencia Militar, asesino directo del mártir Mario Fortuni y de decenas de combatientes más".

Asimismo no se puede pasar por alto la explosión ocurrida en marzo del 60 en el barco francés La Coubre. Ocurrió cuando, precisamente Washington hacía gestiones para que otros países vendieran a Cuba las armas que necesitaban para salvaguardar sus intereses. Así, Fidel, ante los cadáveres de las víctimas se preguntaba: "¿Y quiénes son las fuerzas internacionales que están alentando a los enemigos de nuestro pueblo y de nuestra Revolución? ...y entre los grandes interesados en que no recibiéramos esas armas, estaban los funcionarios del gobierno norteamericano".

En aquel entonces también barcos de la Marina de Guerra norteamericana y aviones violaban las aguas territoriales y los espacios aéreos de nuestra Isla. Y eso fue solamente el principio. De allá a la fecha han ocurrido infinidad de crímenes que han quedado impunes como la voladura del avión de Barbados, y muchos otros, hasta llegar a este mercenario salvadoreño que ha sido capturado en Venezuela y entregado a Cuba.

Durante décadas, la opinión pública ha tenido que asistir impotente a los movimientos del jugoso negocio de tráfico de armas desde las transnacionales yanquis provocando guerras en las que matan a decenas de miles de pobladores inocentes en el mundo entero.

Y, ¡qué ironía! acusan a Cuba de terrorista.

Sin embargo, mantienen injustamente en prisión a los cinco héroes antiterroristas cubanos contra quienes la mafia asesina y facinerosa de Miami mantiene orquestada un permanente trabajo de lobby, presiones y chantajes al igual que hacen para que el gobierno de Washington lejos de levantar el bloqueo económico contra La Habana , lo mantenga y lo endurezca.

Motivo de otro comentario será cómo la prensa norteamericana y los medios en general ha distorsionado o silenciado históricamente los hechos acaecidos en la Isla antillana.