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El Gol de Sudáfrica

Por Paquita Armas Fonseca

Foto: Reuters

Foto: Reuters

Cuando Andrés Iniesta logró colar el gol, las cámaras tomaron el justo arrebato de los jugadores y las lágrimas incontrolables de Iker Casillas. El capitán español no pudo aguantar que la emoción se convirtiera en sollozos luego de que, convertido en una barrera infranqueable, parara con pies, el tronco o las manos, potentes goles de la maquinaria holandesa. Más tarde cuando ya era campeón los ojos de Iker se clavaron en los de su novia, la periodista Sara Carbonero y en vez de responder su última pregunta la besó delante de las cámaras.

Llanto y beso fueron las respuestas del mejor portero del mundial a un juego bestial que por momentos impuso Holanda, y que logró en ocasiones desestabilizar a la furia roja, vestida de azul en el campo. Iker no protestó ni recriminó al árbitro y con esa actitud proporcionaba calma a sus muchachos, para poder jugar su juego, su estilo, su tique-taca.

Porque el gol del pequeñito Iniesta fue el triunfo del buen desempeño con el balón ante las patadas, empujones y violencia de un equipo holandés que con esa forma de actuar negó lo mejor de tradición que tiene en el deporte más universal.

España tuvo que esperar 116 minutos en el partido final y 80 años para coronarse campeón luego de iniciar la confrontación en Sudáfrica con una derrota frente a Suiza. Muy pocos daban al equipo como ganador cuando en semifinales se enfrentó a Alemania, a la que también derrotó por un gol, en esa oportunidad de Carlos Puyol. Al guaje Villa, el anotador por excelencia de los ibéricos, se le negó la portería en los dos últimos partidos. No eran pocos los que decían que sólo con un goleador no se podía ganar un campeonato y bueno la vida demostró que Villa no estaba solo.

Como desarrollaron un juego de equipo la Roja tuvo distintos héroes y contó con las riendas del veterano Vicente del Bosque que supo impregnar a sus muchachos del desempeño colectivo. Siempre caballeroso, cargado de emoción al preguntarle sobre el empuje de los mejores dijo que tanto los del banco como los del campo, los 23 habían sido parte de la victoria.

En fin, se acabó el mundial. Madrid ofreció en nombre de España una espléndida bienvenida a su once campeón. Por unos días los seguidores de "los rojos" se han olvidado del desempleo y los cortes presupuestarios. Tampoco en el ámbito internacional se habla de las amenazas contra Irán y la posibilidad de un estallido bélico de consecuencias imprevisibles. La copa de futbol ha obnubilado a millones de personas, su partido final impuso record de televidentes en el planeta y las vuvuzelas fueron conocidas en todo el orbe.

Cuba no fue una excepción. El día del partido final, las colas para entrar, por ejemplo, en el capitalino cine Yara empezaron desde muy temprano en la mañana. Allí se concentraron los seguidores fundamentalmente de España, aunque Holanda contaba con algunos adeptos. Muchachos y muchachas con banderas y colores de los partidos en pugna, disfrutaron cada jugada. En las casas el resto de los canales enmudecieron.

La palabra gol se ha convertido en la más usada, pero desde hoy ya las aguas toman su nivel. Hasta dentro de cuatro años no habrá otra fiebre colectiva que aune distintos idiomas y diversas formas de comportarse. Sudáfrica fue una digna anfitriona, demostró que África está lista para ser sede de grandes encuentros deportivos. En este mundial el país otrora dominado por el apartheid metió un importante gol.