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El cuartico sigue igual 30 años después

Campaña mediática contra Cuba

Por Paquita Armas Fonseca

Cuando una se encuentra con ciertas efemérides se da cuenta del paso irremediable del tiempo. Este año al cumplirse 30 años de los hechos del Mariel, no puedo dejar de recordar el primer libro en el que intervine: Los sucesos de la Embajada de Perú. Estudio de una campaña de propaganda imperialista. Fui autora junto con los colegas Roberto Gilí y Alberto Salazar del primer acercamiento a aquellos acontecimientos desde el punto de vista propagandístico. Realizamos la investigación a instancias de un profesor de la Escuela Superior del Partido Niño López que si no me informaron mal, vive en Miami desde hace años.

No sobra decir que los centenares de cables o despachos de prensa que revisamos brotaron de los linotipos, no de ninguna computadora. Hojeamos todas las informaciones salidas o relacionadas con aquellos hechos de todas las agencias radicadas en Cuba y luego estudiamos en específico los comportamientos de la AFP, EFE y la AP porque tenían características comunes y diferentes.

Para lograr análisis de cada cable que luego pudieran ser homologados inventamos incluso un modelo. Buscamos el uso de palabras mágicas (disidentes, marea humana, dictadura, libertad, democracia...), cómo se acudía a las fuentes noticiosas (blancas, grises y negras), la apelación a sentimientos humanos y a otros tantos aspectos que a la larga nos proporcionó un interesante material para el libro de marras.

Al final, luego de un estudio del flujo informativo durante tres meses, pudimos demostrar cómo una vez más Cuba había sido objeto de una descomunal campaña de prensa en contra de su proyecto social.

Si primero los que penetraron en la Embajada de Perú, y luego los que se iban por el puerto del Mariel siempre eran calificados por "miles de sufrientes", "decenas de millares de opositores"; los millones que desfilaban por el Malecón en aquellas marchas combativas, defendiendo nuestro proyecto social, apenas eran reflejados. Una generación de jóvenes y adolescentes tuvo su primer acto de lucha pública en aquellos desfiles interminables.

Nunca olvidaré que manoseando los despachos encontré uno que se refería al hecho casi jocoso de un borracho que se metió a la sede diplomática en medio de su curda y cuando se dio cuenta de lo que pasaba, raudo y veloz partió hacia su casa. Además del corresponsal (creo que de la EFE) que escribió la nota, fueron testigos del episodio todos los demás periodistas acreditados en La Habana, ningún otro redactó sobre aquel incidente, ¿y cómo iban a mandar tal crónica si desde sus centros de dirección, lo que les pedían era que reflejaran los niños dentro del recinto, las condiciones infrahumanas de la embajada, los actos de repudio con violencia si era posible? Un hombre que entró por equivocación en la sede, desmontaría toda la campaña de que la mayoría de la población quería irse de Cuba.

Recuerdo que cuando en el periódico Granma comenzaron a publicarse la cantidad de personas que salían cada día para cruzar el estrecho de La Florida, se acabó el gran negocio de las agencias y las transmisiones de emisoras piratas desde el exterior. La gente buscaba la nota del periódico cubano porque sabía que ahí estaba la verdad.

Fueron unos 125 mil los inmigrantes que salieron por la flotilla del Mariel y diez mil los que habían entrado en la Embajada de Perú. Son hechos que no se pueden negar como tampoco que hubo excesos en algunos mítines de repudio. Pero ninguno de tales sucesos justifica la hemorragia de despachos en contra del proceso revolucionario cubano.

Hoy la mayor de las Antillas vive otra truculenta campaña que abarca dimensiones colosales dado el desarrollo de los soportes informativos. A ojos vista el cuartico sigue igual para los enemigos de la Revolución. A la presencia en órganos de prensa históricamente contrarios a la Revolución como El Nuevo Herald y El País, se unen decenas de blogs, las redes sociales, mensajes electrónicos por celulares y cuanto novedoso invento sirva para difundir señales que intentan denigrar a la Revolución.

Las damas de blanco, famosas a fuerza de publicidad no por su cantidad ni por sus biografías personales, ocupan constantemente espacios destacados en periódicos, revistas, blogs y todo lugar en el que se permita destacar "la lucha" de esas señoras, a propósito muy bien asalariadas por la embajada yanqui. Junto a ellas el huelguista de hambre que quiere ser mártir (lo ha dicho así) y el otro que manipulado terminó muriendo. A ese mejunje se unen los supuestos dueños y emisores de blogs que pueden inventar secuestros, decir que son perseguidos y, sin embargo, se encuentran con periodistas en hoteles céntricos, con gran afluencia de público.

Cada día, a veces en más de una oportunidad por jornada, desde hace semanas aparecen diversas notas acerca de algunos de lo sujetos mencionados anteriormente. Inflan cada salida a la calle de las "conocidas" damas o cada post de los blogueros que han descubierto en la oficina de intereses yanqui una gallina de huevos de oro. Todos claman por supuestas reformas que darían al traste con los principios básicos de la Revolución.

La necesidad de cambios en Cuba es una verdad que nadie osa discutir, pero lo que resulta inadmisible es que una vez más intenten imponer desde fuera lo que se debe hacer. En 50 años trascurridos nunca en este país se ha actuado bajo presión, ni siquiera cuando los misiles podían volar al archipiélago.

Por suerte, amigas y amigos de Cuba en el exterior comprenden cada día más que ese fuego cruzado sobre la mayor de las Antillas no es más que otro intento de borrar su ejemplo y como otras tantas veces fracasarán.