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Los medios, medios son

La fase de la actual ofensiva contra Cuba ahora en marcha, no es un fenómeno exclusivamente mediático, entre otras cosas porque los medios no son creadores de corrientes ideológicas ni generadores de políticas, sino instrumentos para promoverlas y ejecutarlas. Tampoco se trata de algo nuevo ni de un remake, sino del capítulo que corresponde de un empeño que dura ya 50 años y que periódicamente recicla sus argumentos, sus tácticas, y a veces a sus voceros.

Para las fuerzas revolucionarias cubanas es importante captar la diferencia a fin de calibrar con exactitud y eficacia la respuesta. La batalla de ideas no es simplemente un esfuerzo propagandístico, sino un proceso político mucho más complejo, que incluye sobre todo acciones, hechos, capacidad de maniobra para sortear obstáculos y profundidad para distinguir lo estratégico de lo coyuntural y las posiciones de principio de las conveniencias tácticas circunstanciales.

La actividad de la reacción mundial contra Cuba, hoy relativamente sofisticada, porque no incluye el terrorismo burdo que estuvo vigente hasta los años noventa, cuando una oleada de atentados con bombas contra hoteles e instalaciones turísticas habaneras recordó la agresividad de los años sesenta, una fase que concluyó con la invasión por bahía de Cochinos y el "mea culpa" de Kennedy. No se acude hoy al anticomunismo cavernícola de la Guerra Fría temprana, sino que la ofensiva apoya ahora en la movilización de parlamentos, figuras de los gobiernos y de personalidades de la farándula y de la cultura.

La lucha internacional contra la Revolución  Cubana no se libra por convicción, ni porque convenga política, militar o ideológicamente a ninguna de las naciones imperialistas a las cuales Cuba no perjudica ni amenaza y que no se beneficiarían con un retroceso político en la Isla. Estas fuerzas tampoco  sienten ninguna autentica preocupación por el pueblo cubano, sus derechos o su bienestar.

En cuanto a las personalidades es difícil encontrar euro parlamentarios, editores europeos o figuras del espectáculo que conozcan exactamente lo que ocurre en Cuba y las tensiones bajo las cuales vive su pueblo. Si bien las acusaciones de tales personas deben ser rechazadas, no es correcto tratarlos como amanuenses, papagayos o tontos útiles que repiten servilmente consignas ajenas, sino que se trata de un proceso de influencias ideológicas y de funcionamiento de los estereotipos mucho más complejo.

Entre otros, Juanes y Victor Manuel estuvieron recientemente en La Habana, lograron lo que ningún asalariado del imperio ha logrado nunca y vistieron de blanco a un millón de cubanos que cantaron a la libertad y a la paz; en su concierto en la Plaza de la Revolución estuvieron funcionarios norteamericanos, empresarios extranjeros y embajadores occidentales y al partir de Cuba ninguno de ellos lanzó invectivas contra la Revolución o el gobierno, cosa que se hace con más comodidad en el infecto clima político de Miami.

La actividad anticubana es sobre todo un fenómeno de venganza política hacía un proceso que no ha podido ser doblegado. Todavía recuerdo cuando en los años noventa, Felipe González, exhortó a Cuba a deponer el "espíritu numantino". Nunca había escuchado un símil tan desafortunado, porque Numancia, la ciudad celtibera que soportó durante más de diez años el asedio romano es un símbolo de la pertinencia de la resistencia frente al opresor extranjero. Así es de confuso puede ser el debate en torno a Cuba.

Para que un momento político como el que ahora se vive en torno a Cuba se desate, se necesita de un "centro" que coordine y provea los incentivos a quienes participan. Este "Centro" no es una estructura semejante a los antiguos ministerios de propaganda o a las estaciones de la CIA, encargadas de coordinar medidas activas y acciones violentas.

Ese papel es desempeñado por bastiones de la guerra psicológica que trabajan en la sombra y aprovechando la homogeneidad ideológica que ha dado lugar a un pensamiento único, que no es una meta del capitalismo sino un resultado hace tiempo alcanzado, hace funcionar los estereotipos y obliga a las voces alternativas a venir siempre de abajo y de menos a más.

Esos círculos y sus expertos, asalariados unos y colaboradores indirectos otros, están en permanente alerta para aprovechar la menor oportunidad, explotar cualquier asunto coyuntural o hecho casual y sacar ventajas del más mínimo error o imprecisión. No es que desde algún lugar secreto ciertos expertos en manipulación política hayan planificado la  movilización en torno a la muerte de Orlando Zapata o la actividad de las "Damas de Blanco" sino de una capacidad de reacción para utilizar, magnificar, estimular y aprovechar tales eventos. Ese es actualmente el caso cuando hechos esencialmente aislados han traído a colación un componente sentimental.

Cuando la efervescencia llega a su punto más alto, sin que nadie lo ordene, se pone en movimiento la maquinaria pesada, o como se dice en los thriller americanos, se "llama a la caballería", esta vez entró en acción el propio Barack Obama, que en su mejor estilo declaró que Cuba tuvo su oportunidad y no supo aprovecharla.

Y, por fin para que una campaña funcione con los rangos y la eficiencia con que hoy se manifiesta la que se realiza contra Cuba, se necesitan los medios de difusión de masas, que están siempre listos. Las agencias de prensa y los grandes medios, principalmente los del primer mundo, el País en España y The Miami Herald en los Estados Unidos, son la punta del iceberg.

Con su firmeza y serenidad habitual, sin aspavientos ni excesos retóricos, la Revolución Cubana, consciente de que no se trata sólo de una cuestión mediática sino de un fondo político, asume el desafío y junto con argumentos de calidad, adopta las medidas que la situación exige, confirmando que al valor y  la capacidad de resistencia no le faltara la flexibilidad para maniobrar, adoptar las medidas pertinentes y alcanzar la victoria.