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Una carta y una posdata

15 de enero de 1993

Querida Hermana:

Cada día pienso en ti y cada día es mayor mi preocupación por ti. Hace ya muchos años que padeces a solas. Es cierto que en ocasiones has contado con el apoyo y el respaldo de quienes te quieren y te admiran, pero reconócelo, durante los últimos años ha sido extremadamente difícil. Muchos se han acobardado.

He estado contigo en espíritu, hubiese querido que fuera algo más que eso. Es tanto lo que sufres y es tan poco con lo que te conformas. No sé cómo has logrado sobrevivir todos estos años, en condiciones tan rigurosas. Imagino que ha sido tu conciencia la que te ha llevado a sostenerte, tu conciencia y los que en ella han creído. No te doblegues jamás ante los que quieren hacerte caer; no escuches a los que te quieren tentar. Son muchos los que quieren engañarte, para robarte hasta lo último de tus entrañas y hasta el último de tus sus­piros.

Querida Hermana, sé que no has sanado de tus heridas; sé que no cuentas con todos los recursos necesarios para tus curaciones. Pero aún así has hecho lo indecible y te mantie­nes en pie. Sé que eres abusada y vejada constantemente, soportando injurias. Cualquiera se preguntaría ¿por qué no das tu brazo a torcer?

Él vendrá mañana, seguramente, en la noche, sigiloso entre las sombras -como es su costumbre, a infligir en tu la­cerado cuerpo otra herida punzante, esperando que sea esa la que te haga suplicar, llorar y caer vencida. Pero tú, herma­na, tienes tu conciencia y es por ella que has resistido y resistirás. Sé que lucharás hasta vencer, aunque ello signifique la muerte.

Y yo, hermana tuya, hermana en carne, hermana en san­gre, no he sido tan valiente como tú. En ocasiones, he estado confundida y es cuando él ha entrado a mi vida y me ha des­lumbrado con sus riquezas, con su voz que ha disimulado en arrullo, con su supuesto espíritu protector, con su aparente generosidad. Debo confesarte que ese hombre es el mismo que te tortura. Que juega un doble juego, que no habla con la ver­dad, que trata de hacerte caer, a ti y a mí. Y yo no tengo casi vergüenza para decirte que no me atrevía lo suficiente a enfrentármele y luchar por ti, por mí, por ambas.

Perdóname, hermana, por no haber comprendido la ver­dad. Por no haber sido fuerte como tú, por no haber luchado contigo y por ti. Por más de treinta años has luchado incan­sablemente, siendo un ejemplo para toda nuestra familia. Es por ti que nuestra familia conserva su honor y su dignidad.

Querida Hermana, mi querida Cuba, ambas tenemos que luchar para que nuestro hermoso pájaro siga surcando los aires caribeños, pues si tan sólo una de sus dos alas le faltare, ya no podría volar. Cuántas cosas compartimos tú y yo: ma­res, brisas, estrellas... y nuestro hermoso pájaro con sus dos alas. Me abrazo a ti en este momento para decirte que por encima de todo eres mi hermana y que lucharé incansablemente por ti, por mí, por nosotras. Debemos mantenernos, y sobre todo, unidas, pues así hemos nacido y es nuestro destino.

Te quiere por siempre,

Tu Hermana,

Puerto Rico


Posdata


Esta posdata la escribo en los últimos días de marzo de 2010. La dedico a todas las mujeres cubanas, a todos sus hijos, sus hermanos, sus padres y abuelos... al pueblo cubano.

En estos días en que asoma una campaña para tratar de empañar la imagen de la Humanidad y la Dignidad de Cuba, evoco el año de 1993, cuando escribí esta Carta. Han transcurrido diecisiete años. Los relatos del periodo especial me conmovían profundamente. Desde una situación de rigurosidad en nuestra vida política -en la cual no tenía la posibilidad de viajar-, a través de esa carta pude expresar mi solidaridad y confianza en la Revolución cubana, que tanta inspiración ha significado para los puertorriqueños.

Escribir la carta fue un acto de confesión. En esa confesión, motivada por la angustiosa imposibilidad de acercarnos y abrazarnos, hacía llegar mi solidaridad y hermandad. Es una declaración de que estaremos con Cuba en su justa lucha, al igual que lo estamos en nuestra lucha anticolonialista por la libertad y soberanía de Puerto Rico.

La brutal situación de bloqueo que Estados Unidos impone contra Cuba no la tiene otro país en el mundo. Los Cinco hermanos cubanos encarcelados por Estados Unidos han sido atropellados durante más de once años, así como sus familias. Los puertorriqueños conocemos esta situación porque nuestros patriotas, por el mero hecho de luchar por nuestra independencia, han sido encarcelados por Estados Unidos y sus derechos violados constantemente. Nuestros presos nacionalistas fueron retenidos durante más de 25 años, y actualmente, un hermano puertorriqueño lleva 30 años encarcelado y otro, 29 años.

Estados Unidos se ha manifestado "consternado" por la forma en que se disolvió la marcha "pacífica" de las "damas" de blanco en Cuba. Estados Unidos nunca se ha pronunciado consternado ante el asesinato -por sus fuerzas del FBI- del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos, en Puerto Rico. Estados Unidos nunca se ha pronunciado consternado ante los ataques y bombardeos -de su Marina de Guerra- en nuestra isla de Vieques. Estados Unidos nunca se ha pronunciado consternado ante la persecución política, atropellos y agresiones -de sus agentes policíacos- contra los puertorriqueños. La lista es interminable. En Puerto Rico, nada los consterna.

El sentido de "sensibilidad" del gobierno estadounidense es muy selectivo. Lo señalaba José Enrique Rodó, desde 1900, cuando advertía que, al observar las costumbres políticas de los integrantes de ese pueblo, se identificará "cómo la obsesión del interés utilitario tiende progresivamente a enervar y empequeñecer en los corazones el sentimiento del derecho".

El sentimiento del derecho... Esa frase me trae al recuerdo a Filiberto. El sentimiento del derecho se engrandece con el sentimiento de Humanidad. Con Filiberto aprendí a amar la Revolución cubana. Su sentido de Humanidad encontró un nicho en la Humanidad de la Revolución cubana, y amó a Cuba como amó a Puerto Rico; estando dispuesto a ofrecer su vida por ambas Hermanas. Hoy, en nuestra lucha libertaria, que durante siglos ha estado unida a la lucha de nuestra Hermana Cuba, declaramos nuestra solidaridad con Cuba, partiendo de un sentimiento de Humanidad y de Hermandad. Ojalá que otras naciones frías puedan arder al calor de la Humanidad para engrandecer su sentimiento del derecho con la comprensión de la fuerza moral que destila la Revolución cubana, desde el Taller del Sol.


"Los que están en el taller del sol, no tienen miedo a la nube."

José Martí