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Ser francés, ser europeo, ser... ¿xenófobo?

Las principales noticias que vienen desde Europa apuntan a la crisis fiscal en Grecia y sus consecuencias, pero otros acontecimientos importantes suceden en la región. A principios de este mes Italia y Francia vivieron una jornada peculiar. Los inmigrantes salieron a las calles a protestar por 24 horas contra el racismo y la xenofobia creciente en ambos países, no solo a nivel social, también en las políticas públicas de los gobiernos. Las marchas fueron asombrosas, dramáticas según la prensa; participaron cientos de miles de personas y en el caso de Italia se lograron movilizar 60 ciudades del país.

La evolución del fenómeno en Europa es preocupante. Analistas apuntan a la situación económica actual como la principal razón, pero culpar solo a la crisis sería una ingenuidad. Por supuesto que incide, escasean los empleos y los inmigrantes se ven como un peligro para el trabajador nacional, como una especie de competencia, y los partidos ultraconservadores aprovechan el momento para lograr victorias electorales. Pero las políticas de los gobiernos también son lamentables. Italia, por ejemplo, no concede la ciudadanía a los hijos de extranjeros que nacen en el país y limita al 30 por ciento la participación de estos niños en las clases. En el caso de Francia también hay medidas muy duras.

Llama poderosamente la atención cómo se comienza a utilizar el concepto de "identidad nacional" contra la inmigración. En Francia, hubo un debate que duró tres meses sobre lo que significaba ser francés, lo que resultó ofensivo para los casi cinco millones de musulmanes que viven en ese país. La identidad nacional cohesiona a un país, hay que defenderla, pero a través de políticas culturales y educacionales, fomentando tradiciones. Es muy peligroso cuando se intenta defenderla atentando contra un grupo social determinado. Si miramos la historia, nos asustaría ver quiénes utilizaron esta estrategia, para qué fines, y lo peor, con qué resultados.

Es importante tomar en cuenta que el fenómeno crece en varios países de Europa, importantes no solo desde el punto de vista económico, también desde el punto de vista cultural y con peso en las estructuras de integración. Muchos de ellos han sido la matriz de ideas que se han propagado por toda Europa y han protagonizado avances y retrocesos en la región. Este trato a los emigrantes pone entre signos de interrogación la tradición liberal y democrática que Europa dice tener y de la cual se siente tan orgullosa.