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Cubanos en Estados Unidos: Espiar, ¿para qué?

Por Jorge Gómez Barata

Si algún día las autoridades cubanas dedicaran agentes a espiar a instituciones norteamericanas para descubrir los entresijos de su política anticubana, estarían incurriendo en una especie de tautología. Carece de sentido asumir costos políticos, arriesgar efectivos y gastar dinero para averiguar lo que todo el mundo sabe y aquello de lo cual presidentes, congresistas, altos funcionarios y jerarcas de la comunidad de inteligencia alardean todos los días. El único enigma de la política norteamericana hacia Cuba es saber cuándo cambiará y para eso no hacen falta espías.

Probablemente los esfuerzos por destruir la Revolución Cubana sean de las zonas más transparentes de la política exterior norteamericana, la meta más largamente sostenida y el cometido que más propaganda y respaldo mediático recibe. Al respecto, de Eisenhower a Obama y de Allen Dulles a León Panetta ningún presidente y ningún director de la CIA han ocultado sus propósitos, sus tácticas, sus aliados ni sus gastos.

Desde hace cincuenta años, de modo público, incluso con altas dosis de exhibicionismo, Estados Unidos transfirió a las organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami el trabajo más sucio contra Cuba y utilizó a los exiliados, una parte de los cuales convirtió en mercenarios asalariados, para ejecutar la parte más violenta de su política. La invasión por bahía de Cochinos fue el capítulo más visible, aunque apenas uno entre miles de acciones terroristas de diferente carácter y magnitud.

En un medio como Miami, en el cual operar contra Cuba constituye un merito que es mayor en la medida en que se ejerce más violencia y se ocasionan mayores daños, un lugar donde se permite que desde una  emisora de radio comercial se pidan "tres días de licencia para matar en Cuba...", no tiene objetivo alguno espiar a las instituciones militares o de inteligencia norteamericanas cuya misión básicamente es mirar para otro lado mientras elementos de las organizaciones contrarrevolucionarias realizan acciones contra Cuba.

En la Florida han existido y existen todavía cientos de organizaciones, algunas de ellas tan notorias como Alpha 66, Comandos "L" y otras que realizan entrenamiento militar de campaña, preparan a sus efectivos para el uso de explosivos y exhiben sus letales armas, algunas como "Hermanos al Rescate" disponen de aviones, con los cuales incursionaron reiteradamente en las profundidades del espacio aéreo cubano, otras  organizan flotillas navales para aproximarse a las aguas jurisdiccionales de la Isla, todo ello acompañado por una enorme publicidad.

Incluso, circunstancialmente algunas de estas organizaciones como el CORU, de pública orientación terrorista, han operado dentro de los Estados Unidos, donde han actuado contra instituciones de terceros países o de Naciones Unidas y participado en actos de la envergadura del asesinato de Orlando Letelier, lo cual ha obligado al FBI y a la Fiscalía estadounidense a reaccionar. Incluso han existido casos, el de "Omega 7" donde se han sobrepasado los límites, actuando de modo excepcionalmente violento, obligando a las autoridades a operar contra ellas.

Como una forma de enfrentamiento más bien preventivo a ese tipo de actividades terroristas, perjudiciales no sólo para Cuba sino para otros países, incluso para los propios norteamericanos, se enrolaron los Cinco Héroes cubanos que ahora cumplen desmesuradas penas de prisión en los Estados Unidos. Para realizar su cometido, nunca tuvieron la menor necesidad de  espiar a instituciones norteamericanas.

Es preciso además aclarar que, aunque se inscriben en los registros de asociaciones, reciben financiamiento de diversas formas y actúan al amparo de la política norteamericana, no por ello las organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami, ni siquiera las más conspicuas tienen status oficial.

Las organizaciones contrarrevolucionarias que operan en La Florida por cuyas acciones terroristas contra Cuba se interesaban los cinco cubanos condenados a largas condenas, no son parte del sistema político norteamericano constituido por los tres poderes del Estado y la Nación, no forman parte de ninguna agencia gubernamental  ni oficialmente disfrutan de una situación jurídica especial.

Los cinco cubanos son inocentes de los cargos que se les imputan y por los cuales han sido injustamente condenados a desmesuradas penas de prisión, porque no sólo nunca se propusieron espiar a ninguna institución norteamericana, sino que tampoco tuvieron la menor oportunidad de hacerlo.

Más que un litigante competente se necesitaría ser mago para probar como en un país donde el espionaje se define como: "...El acto de obtener, entregar, transmitir, comunicar o recibir información secreta sobre defensa nacional, con la intención de utilizarla en perjuicio de los Estados Unidos...", individuos que nunca tuvieron acceso a  áreas o información clasificada ni contacto con personas quienes lo tuvieran, podían cometer semejante delito.

Los cubanos prisioneros en los Estados Unidos, que ya han cumplido más de diez años de cárcel, reconocen haberse aproximado a elementos de las organizaciones contrarrevolucionarias, no para conocer sus estrategias o su filosofía de accionar violento contra Cuba, sino para detectar operaciones puntuales que pudieran causar daño letal a Cuba o incluso a ciudadanos o instituciones norteamericanas, como en ocasiones ha ocurrido.

Los Cinco patriotas cubanos son víctimas de una  burda conspiración en una coyuntura dominada por la histeria y la frustración de la contrarrevolución cuyas organizaciones ejercieron toda su influencia para incoar un amañado proceso de naturaleza escandalosamente política, cosa que dicho sea de paso no es la primera vez que ocurre en los Estados Unidos.