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Honduras duele

Honduras Sí a la Constituyente Foto: AFPHonduras duele, mucho más a los que la conocemos bien.

Un traicionero golpe creó la crisis vigente e impuso la hegemonía derechista a punta de bayonetas, disparos, represión, asesinatos y cierre de medios de comunicación, en contra de la voluntad de ese humilde y solidario pueblo.

La historia es conocida. Las naciones, en su inmensa mayoría, repudiaron lo ocurrido en ese país centroamericano, aunque no confirmaron de manera oficial hasta hace poco lo que se suponía: que detrás del hecho estaba la mano negra de los Estados Unidos y sus más genuinos gendarmes de la derecha. Si no fuera así, ahora no estuvieran en Tegucigalpa, nada más y nada menos que en condición de observadores internacionales, los congresistas de origen cubano -y anticubanos por antonomasia- Ileana Ros Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart. Ni tampoco contarán desde ya, como se ha anunciado, con el reconocimiento de los gobiernos de EE.UU., Panamá y Perú. Dios los cría y el diablo los junta.

Cuando escribo estas líneas ya deben estar casi listos para votar mañana en unas elecciones impuestas, sin el más mínimo respeto a la constitución. Algunos que parecen desconocer la realidad y sobre todo, la vida misma de Honduras, apuestan a que el proceso electoral para elegir a un nuevo presidente, bajo la égida y la tutela del apátrida y vendido Roberto Micheletti -empresario con millones de Lempiras (moneda de ese país) en sus arcas y aspirante sempiterno y nunca elegido a ser dueño del Estado- resolverá el serio problema político creado por la destitución del presidente legítimo Manuel Zelaya. Nada más equivocado.

¿Acaso el que resulte electo en ese proceso ilegal podrá contar con seguridad plena de no ser despertado un día con un arma apuntándole en el pecho, montado a la fuerza en una nave aérea de las Fuerzas Armadas y abandonado en un tercer país? Nadie puede asegurarlo. Todo es cuestión de que el "elegido" le "cuadre" a los intereses estadounidenses en tierra catracha, léase representación militar en la Base Aérea coronel Soto Cano (Palmerola); a la Standard Fruit Compani, compañía que explota las mejores tierras del norte de esa nación con el cultivo de banano y piña, y a las diez u once familias más poderosas económicamente: Ferrari, Facusé, Micheletti...

Me atrevo a asegurar que el abstencionismo será el principal protagonista de la jornada electoral de mañana domingo. En el 2004 tuve la oportunidad de presenciar las elecciones parciales correspondientes al Partido Liberal para elegir a su candidato a la Presidencia de la República entre seis aspirantes. A las urnas no fue siquiera el 40 por ciento de la población hondureña. ¿Es acaso legítimo y legal el resultado? Pues se dio como definitivo ese mismo día en horas de la noche.

Todo puede ocurrir. Los colegios son custodiados por efectivos de las Fuerzas Armadas y ellos trasladan también, en vehículos militares, las urnas hasta los lugares donde se realiza el conteo. Y son los mismos que han reprimido al pueblo, desataron una feroz ofensiva contra los simpatizantes de Zelaya y asesinaron a tiros en las calles a un joven, a un maestro y a otras personas, en nombre de la "democracia". ¿Acaso no puede ocurrir un fraude de grandes magnitudes?

La resistencia no desiste, porque le sobran razones. Según reportaron medios de comunicación internacionales, desde el viernes se anunció un "toque de queda popular", con el propósito de que los hondureños dignos no acudan a votar. También los líderes del grupo planificaron realizar hoy una más de las reuniones diarias que desarrollan con la presencia de cientos de sus seguidores en la Plaza del Congreso, cuyo edificio, marcado con consignas a favor de Zelaya, es resguardado fuertemente día y noche por un cordón militar.

Duele Honduras. Le duele a su pueblo, muy marcado por la pobreza y el desamparo. Y les duele a todos los latinoamericanos que miran cada día lo que sucede en esa querida nación desde el 28 de julio, cuando el poder económico impuso el poder militar, en fragante violación de los más elementales derechos democráticos.

A quienes parece no dolerle es a los que desde la Casa Blanca pretender seguir manejando los hilos de la política de lo que un día fue el "traspatio" de los Estados Unidos.

Mientras que la mayoría de la población del país centroamericano sufre, el presidente del gobierno más poderoso del mundo se prepara para recibir el mal otorgado Premio Nóbel de la Paz. Sólo habría que tener en cuenta tres naciones y un hecho: Afganistán, Iraq y Honduras, y las siete bases militares que instalarán en suelo colombiano.