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Las altas cumbres sin nieve, ¿otra catástrofe ambiental?

Así era el Kilimanjaro que vio Hemingway, e incluso el que vieron nuestros ojos en 1977.

Así era el Kilimanjaro que vio Hemingway, e incluso el que vieron nuestros ojos en 1977.

Acertadamente el diario Granma, en su edición del lunes 3 de noviembre, publicó en su portada la noticia de que las nieves del Kilimanjaro, el techo de África, están derritiéndose. Los hechos, como decía Lenin, son tozudos. A estas alturas, aquellos que se oponen a adoptar medidas para reducir los gases de dióxido de carbono enviados a la atmósfera, una de las causas principales del efecto invernadero, siguen diciendo, en contra de los estudios científicos, que eso del derretimiento de glaciares y del calentamiento de la tierra no es tema que deba preocupar en exceso a la Humanidad.

Hace 32 años, mientras daba cobertura periodística a la visita que hizo Fidel Castro a Tanzania como parte de un recorrido por varios países africanos, mis ojos se deleitaron con el imponente monte Kilimanjaro, de 5 895 metros, y su cumbre totalmente nevada. El novelista y periodista norteamericano Ernest Hemingway había hecho posible con su novela corta "Las nieves del Kilimanjaro", después llevada al cine por Hollywood, que supiésemos de ese monte. Por eso, durante los pocos días que estuvimos entonces en Tanzania la imagen del Kilimanjaro y su cima nevada no la he podido borrar jamás.

Esta es una foto reciente de la cima del Kilimanjaro. La tomó un científico norteamericano de la Universidad de Ohio.

Esta es una foto reciente de la cima del Kilimanjaro. La tomó un científico norteamericano de la Universidad de Ohio.

Pero, ahora, según una investigación realizada por un científico de la Universidad de Ohio, Estados Unidos, es posible que dentro de 20 años, o quizás menos, ese manto perpetuo de hielo no exista. Los glaciares situados tanto en el cráter como en las laderas podrían desaparecer si no se hace algo para revertir la tendencia actual de calentamiento del clima global.

De 1912 a 2007 se ha perdido el 85 %  del hielo que cubría el Kilimanjaro. En los últimos siete años ha desaparecido el 30 % del volumen de su manto de nieve perpetua.

Esto no ocurre sólo en la montaña techo de África. Los glaciares del Himalaya se derriten con una velocidad no prevista en décadas anteriores. Cambios similares se reportan en otras montañas de Sudamérica, sujetas a las variaciones climatológicas y la contaminación global. El imponente Huascarán, la montaña más elevada de los Andes peruanos, en medio siglo ha perdido 12,8 kilómetros de glaciares, y este derretimiento, en ocasiones, ha causado avalanchas de millones de toneladas de manto glacial, y todo lo que ha encontrado a su paso lo sepulta.  En los Pirineos españoles sucede igual, sólo quedan 30 hectáreas de nieves perpetuas.

Los deshielos desmesurados y a velocidades no previstas de esas montañas podrían causar daños catastróficos en muchos países, desde inundaciones hasta sequías. Nepal, la India y China, por ejemplo, serían golpeados por lo que pueda ocurrir en las cimas de la Himalaya,  y si desaparecen los glaciares perpetuos de las montañas, ríos como el Ganges, Brahmaputra, Mekong y Yangzé verían descender el caudal de sus aguas, y si eso ocurriese disminuiría el potencial energético basado en las hidroeléctricas y la disponibilidad de agua para el regadío.

El Kilimanjaro es una alerta más. No habrá que esperar, a juzgar por las investigaciones de los científicos, para ver sus efectos en el próximo siglo. Dentro de unos años su cima quedará sin nieve. ¿Qué impacto tendrá eso para el caudal de sus ríos, los bosques de las laderas y los valles, el regadío de los campos agrícolas, las comunidades tanzanas y de países vecinos?

Cualquier medida o acción que se adopte por gobiernos y grupos ecologistas para  salvar la Tierra de un desastre ambiental, tiene que agradecerse. Ahora, en Barcelona, hay 180 países convocados por la ONU tratando de adoptar un documento, que sería presentado a la cumbre de Copenhague, en diciembre próximo, con compromisos sobre la reducción de la emisión de los gases invernaderos y la contribución financiera y tecnológica de los países ricos a los países pobres para que tengan una protección climática.

Un periódico español decía que prevalece un ambiente de pesimismo en ese encuentro, pues Estados Unidos, el mayor emisor de dióxido de carbono a la atmósfera, no aporta claridad sobre sus compromisos de reducción y tampoco sobre sus aportes financieros.

Es bien importante, por eso, que los medios de comunicación hagan conciencia sobre este asunto que es de vida y muerte para la Humanidad.

Contaba en su narración Hemingway que cerca de la cima del Kilimanjaro "se encontraba el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas".  El leopardo, que hoy está en peligro de extinción, es considerado uno de los animales más solitarios y traicioneros.

La ficción también puede hacernos preguntar: ¿Acaso como venganza ese leopardo seco y helado ha derivado en eso que hoy llamamos emisión de gases contaminantes o gases invernaderos? Pero los tozudos y objetivos hechos nos dicen que el culpable no es ese ni ningún leopardo, sino algunos hombres que, traidoramente, desde los países altamente industrializados actúan con egoísmo en su afán desmedido de obtener ganancias. Son los mismos que ponen en duda algo tan evidente como el calentamiento global.