Dice un conocido refrán que poco le importa al tigre una raya más. Eso es lo mismo que le ocurre a la ciudad de Miami en cuanto a su imagen ante el mundo, cuando se le juzga por lo que dicen sus más conocidas figuras públicas, entre las que se destacan en primer lugar, los tres congresistas cubano-americanos del sur de la Florida, Ileana Ros Lethenin y los hermanos Mario y Lincoln Díaz Balart.
Para todo el mundo y su tía el golpe de estado que se ejecutó en la república centroamericana de Honduras por un grupo de militares ambiciosos de poder y dinero, contra el presidente constitucional de ese país, Manuel Zelaya fue un acto reprobable que no ha tenido la aceptación por parte de ningún organismo internacional o gobierno alguno del planeta.
Solo en Miami un gobernante de facto como Roberto Mitcheletti puede contar con el respaldo de sectores de opinión pública que aprueban su conducta, una acción a todas luces rechazaba por quienes tengan un mínimo de vergüenza y decoro.
No es la primera vez ni será la última quien Miami se tiñe de ignominia a consecuencia de la actitud política de sus más caracterizadas figuras públicas. Más allá de las fronteras de Miami, no hay aprobación para lo ocurrido en la república centroamericana de Honduras. En ese concierto maligno de voluntades, acompañan a los tres congresistas cubano-americanos, la casi totalidad de los funcionarios y electos del sur de la Florida, en su gran mayoría de origen cubano.
Si le preguntáramos al Alcalde del Condado Carlos Álvarez que piensa de lo ocurrido en Honduras, nos dirá que allí no se produjo un golpe de estado, si no que el presidente Manuel Zelaya fue separado de su cargo, no por la fuerza de las armas sino que su destitución se llevo a cabo siguiendo el proceso constitucional que marcan las leyes del país. La misma respuesta no las daría el alcalde de Miami Manny Díaz, como también dirían lo mismo todos los Comisionados de ambas ciudades floridanas.
En el mundo de los negocios y el comercio la respuesta no sería muy diferente, porque para nuestros políticos y empresarios, la democracia es una palabra vacía que es solo sirve para encubrir sus desvergüenzas.
Cuando se dice que Miami es una república bananera, no son pocos los que toman el calificativo como ofensa.
Por nuestra parte tenemos que pedir perdón por tal señalamiento. Pedimos perdón, pero no Miami, sino a las repúblicas bananeras, que la peor de ellas en los viejos tiempos, no llegaron tan lejos como para saludar a un Golpe de Estado y llamarlo democracia. Otra nueva mancha para Miami. ¡Que importa al tigre una raya más!