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Matar a todos en Iraq...y dentro de EE.UU.

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Por estos días, en la prensa local de Estados Unidos, y en medios alternativos como Democracy Now, circula una información que ilustra, como pocas, la naturaleza feroz y el salvajismo con que son educados los soldados norteamericanos que forman parte de las unidades enviadas a países como Iraq y Afganistán con la misión de "defender la democracia y la libertad" del Occidente capitalista.

Se trata del encarcelamiento de diez soldados de infantería y las causas judiciales abiertas contra muchos más que prestaron servicios en Iraq y que, al retornar a Estados Unidos, han estado implicados en asesinatos, intentos de asesinatos, apuñalamientos, tráfico de drogas, robos, violencia doméstica, secuestros, golpizas, riñas, conducir en estado de embriaguez, etc., etcétera.

El periódico Gazette de la población de Colorado Springs ha publicado que todos esos soldados pertenecen a la unidad de la Cuarta Brigada de Combate de la Cuarta División de Infantería, del Ejército, cuya sede es Fort Carson, en el estado de Colorado.

Esos soldados han sido condenados NO por las matanzas y crímenes que cometieron en Iraq, que fueron atroces, sino por delitos dentro del territorio de los Estados Unidos, la mayor parte de ellos en el estado de Colorado. Han estado implicados en 11 asesinatos desde el 2005. La violencia irracional que fue su día en el país invadido y ocupado, la practicaron dentro de Estados Unidos.

The New York Times publicó recientemente que al menos 120 soldados que participaron en la invasión de Iraq y Afganistán cometieron asesinatos y crímenes violentos al regresar a los Estados Unidos. La cifra podría ser mucho mayor.

En ocasión de los procesos judiciales que se abrieron en el estado de Colorado, salieron a la luz la manera tan atroz y criminal en que actuaron esos soldados contra la población civil de Iraq y, posteriormente, dentro de los propios Estados Unidos.

Veamos algunos casos reconocidos por ellos mismos ante la prensa de Colorado sobre sus "heroicidades" en Iraq: Mataron a hombres en los interrogatorios y los dejaban tirados en cualquier lugar; los tanques Bradley aplastaban los autos de los civiles iraquíes aunque no hubiera motivos; "estábamos tan molestos...que si un civil iraquí se nos acercaba demasiado, le hacíamos fuego o lo incendiábamos", dijo uno de esos soldados; "disparábamos en todas las direcciones, simplemente encendíamos toda el área, si alguien estaba en los alrededores, era su culpa", dijo otro. "era normal matar a taxistas iraquíes sin excusa alguna, así como lanzar a personas desde puentes luego de interrogarlas", expresó otro de estos criminales.

Hubo cartas de denuncias de otros soldados sobre tal vandalismo que quedaron archivadas por el Ejército. Así, en diciembre de 2007, el soldado John Needham denunció que un sargento disparó a un niño iraquí que iba montado en una bicicleta, sin justificación alguna. Otro sargento asesinó a un hombre durante un interrogatorio, luego amarró el cadáver a un vehículo y lo arrastró por las calles iraquíes.

Ninguno de esos crímenes de guerra ha sido juzgado por los tribunales militares de Estados Unidos. Las denuncias suelen archivadas como "top secret", y no se inician investigaciones. Así ha ocurrido con recientes denuncias de las torturas en Iraq, Afganistán, la base naval de Guantánamo...

El expediente y las declaraciones de uno de esos soldados que estuvo en Iraq, Kenneth Eastridge, a quien le impusieron diez años por complicidad en uno de los asesinatos cometidos dentro de Estados Unidos, constituyen una prueba de la falta de rigor con que se efectúa la selección para ingresar al Ejército y cómo se les educa.

Eastridge fue un delincuente juvenil, condenado por homicidio imprudente, pues cuando jugaba con  pistola de su padre, mató al mejor amigo de éste. Ese hecho no lo invalidó para que el Ejército lo reclutase y lo enviase a Iraq en el 2004-2005. Regresó a Estados Unidos y, apuntándole con la pistola en la sien, amenazó con matar a una amiga, que lo acusó ante los tribunales. Pero el ejército lo volvió a enviar a Iraq en octubre de 2006 antes de que se resolviera el caso.

Eastridge, quien exhibe en uno de sus brazos un tatuaje con una insignia parecida a la de los SS nazis, expresó: "El ejército te lo machaca en la cabeza, hasta que se convierte en algo instintivo: mata a todo el mundo, mata a todo el mundo. Y uno lo hace. Luego ellos piensan que uno puede volver a casa y desconectarse".

Todo esto recuerda lo que sucedió en Viet Nam y, en particular, el caso del criminal teniente William Calley, quien mató a más de 500 civiles, entre ellos 200 niños, en la aldea de My Lai. A Calley, por esa matanza, lo condenaron a cadena perpetua, pero tres años después el presidente Nixon le conmutó la pena por un simple arresto en una residencia de Fort Benning. Y poco tiempo después fue liberado totalmente, y hoy vive de su pensión en Columbus, Ohio.

Son cosas que pasan en Estados Unidos, país que es presentado por la propaganda mediática como "un ejemplo de democracia y libertades". Casi la totalidad de los crímenes de terroristas servidores de ese Estado, como los casos Calley o Eastridge,  permanecen impunes, o reciben castigos ínfimos.

En cambio, en cárceles de Estados Unidos están los cinco cubanos que no mataron ni hirieron a nadie: sólo por luchar para que los terroristas no pudieran matar a nadie en la tierra donde nacieron...ni dentro de los Estados Unidos.

Se han publicado 1 comentarios



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  • DARDO RIBAS dijo:

    LA SOLDADESCA DEL IMPERIO

    El tema debería ser materia obligatoria en los colegios secundarios.

    Desde la adolescencia, los jóvenes deben entender en qué clase de mundo viven y poder trazar las diferencias.

    Por ejemplo, aquí en la Argentina, el país en el que vivo, uno puede contemplar cotidianamente cómo se instala la indiferencia a estos crímenes aborrecibles cometidos por la soldadesca del imperio.

    Cualquiera puede acceder a un video club o comprar videos para juegos al estilo “play station” y gran parte de esos engendros están dedicados a ejercer el panegírico de la guerra y la muerte.

    No es casual que entre la temática ofrecida se lleve las palmas todo aquello que propugne la violencia irracional en base a los “juegos de guerra”.

    Siempre o casi siempre se verificará que estos inculcan los fervores demenciales de la derecha norteamericana. La profusión de su bandera, la subliminal propaganda que justifica la existencia guerrera de esa sociedad y sus ambiciones de conquista.

    Todos los oponentes a los “héroes” de estos videos, inalterablemente, son “simios vietnamitas”, “árabes sucios y terroristas” o “sudacas guerrilleros y subversivos”.

    Basta remontarse a las películas que todo el mundo vio luego de terminada la guerra de Vietnam. Incluso, las producidas por el pensamiento progresista norteamericano, dicho esto con respeto a algunos directores célebres.

    Casi no es posible detectar en esos filmes la mínima reflexión humanística sobre la injusta presencia yanqui en lejanas tierras como fue el caso del sudeste asiático o ahora en Irak y Afganistán.

    Todo siempre aparece como un lamento postrero porque perdieron la guerra o se les ha complicado y nunca se delata explícitamente a los poderes miserables que forjaron semejantes tragedias.

    Esa es una característica de la sociedad “americana”. Por esos carriles educan a sus juventudes inoculándoles el odio a todos los extranjeros y el orgullo por haber matado gente en cualquier parte del mundo en aras de causas denigrantes y en cuya trastienda siempre aparece el interés económico y las ansias de dominio, exterminio, de culturas distintas.

    Todo lo justifican bajo el objetivo prioritario de apropiarse de recursos que revitalicen la sociedad de consumo que los tiene hipnotizados. Y lo disfrazan con supuestas cruzadas libertarias.

    A la par de estas monstruosidades, esos oscuros poderes que allí mandan, edifican constantemente una parodia que le venden al mundo a través de la colonización cultural. Hablan de “libertad”, “democracia” y le exigen a la Humanidad entera el modelo de sus conductas.

    El “patio trasero” -como le llaman despectivamente a la América hispana-, es el destinatario predilecto de todas estas canalladas. La propaganda en masa, los medios serviles y las burguesías en el poder en no pocos países, favorecen esta patraña porque se benefician colocándose de amanuenses del imperio.

    Y la gente, manipulada, educada en la aceptación de estos paradigmas, debe luchar en condiciones difíciles para desprenderse de tanta carroña. De ahí, el importante rol de las vanguardias y el papel protagónico de la clase trabajadora y el estudiantado para cumplir la misión de esclarecer y desmalezar el entendimiento colectivo.

    La agresión constante a la pacífica Cuba, el ataque soez contra las nuevas democracias populares como el caso de Venezuela o Bolivia, muestran el horror que despierta en los estrategas del imperio cualquier intento de independencia y liberación.

    Secuestrar, torturar, matar, aniquilar -como hicieron en Hiroshima y Nagasaky-, es para ellos una política de Estado. Tanto “demócratas” como “republicanos” se pasan la estafeta unos a otros en la continuidad de conquistas extraterritoriales y crímenes espantosos. Cómo no entender, entonces, las consecuencias que ellos mismos sufren al repatriar a sus legionarios convertidos en miserias espirituales, en asesinos legitimados por sus leyes.

    El regreso de sus soldados envilecidos y manchados de sangre inocente no puede menos que producir mentes alucinadas que repetirán donde puedan las tragedias que ocasionaron.

    Es parte del precio que pagan por hacerle tanto daño a la Humanidad.

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Juan Marrero

Juan Marrero

Periodista cubano, vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba

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