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Golpe de Estado en Honduras: Encendidas las alertas en el continente

A reserva de los desenlaces que la situación hondureña tenga, lo ocurrido incita a valoraciones de contenido muy importante y creo que dejará, ocurra lo que sea, algunas señales sobre qué caminos deben andarse y cuáles deberían ser desechados por inútiles o por retrógrados. Si algo sale a la luz de manera sobresaliente son las deformaciones y brechas que la democracia representativa tiene.

La intervención realizada por José Manuel Zelaya ante la asamblea general de la ONU , es un testimonio de primera mano que así lo demuestra. El mismo afirma haber creído que en el nuevo siglo era pertinente darle paso a la participación social como uno de los instrumentos para erradicar debilidades que tanto en el pasado como en la actualidad permiten manipular las leyes o abandonarlas, muchas veces impunemente. Esos criterios en boca de quien no es ni pretende convertirse en un innovador político, sino apenas se atiene a la condición de quien propicia enmiendas mínimas a favor de la concurrencia ciudadana, se convierten en acusaciones contra quienes aseguran que el sistema es ideal.

A Zelaya no pueden acusarlo, como mucho gustaría a los sediciosos, de ser o encaminarse hacia la condición de un izquierdista (de los de verdad) dispuesto a realizar cambios profundos realmente revolucionarios. Si eso ocurriera, un porcentaje de culpa en su transformación la tendrían quienes intentaron derrocarle y desatan la violencia contra la población dando fe de su índole verdadera.

Otro elemento, a destacar de estos días intensos, es la unidad en la diferencia, como destacara Raúl Castro, al recordar que se sentó a una mesa donde había personas con criterios y posiciones muy diferentes, pero capaces unos y otros, de concordar en momentos en que en peligro estaba algo de interés general, superior a las discrepancias sobre pocos o muchos asuntos.

En otras escala y bien especial, debe colocarse en cualquier examen que el impulso decisivo estuvo dado por el grupo de gobernantes latinoamericanos que han colocado un tiempo nuevo, y ojalá irreversible, a disposición y servicio de sus pueblos. Ese empeño múltiple y firme ha sido fundamental para darle vía al frenesí hermano que llevó al aislamiento de los facciosos y a la cadena de resultados solidarios con Zelaya y su gabinete.

Son de esperar otras lecciones antes de que concluya esta agria experiencia que ha engrasado la confraternidad y encendido las alertas del Continente.