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Jericó, Numancia y Puerto España

Cierta vez, en una reunión familiar, las niñas introdujeron un juego que consistía en averiguar que tenían en común los presentes. La diversión llegó hasta que uno dijo: "Somos sobrevivientes del bloqueo". Fue como un eructo en un banquete. El juego acabó, la política invadió el salón. Afortunadamente alguien mencionó que el bloqueo no acabaría como el cerco a Jericó y un pequeño preguntó: "Que pasó en Jericó".

De esa forma pudimos disfrutar de una bella reflexión bíblica según la cual: "En el séptimo día, siete sacerdotes con siete trompetas dieron siete vueltas a la ciudad y cuando el sonido de las trompetas fue tan intenso que hirió los oídos, todo el pueblo gritó, las murallas cayeron y terminó el asedio. Nunca verifique la anécdota pero siempre que se habla de bloqueo o escucho una trompeta recuerdo a Jericó.

Es evidente que la trama formada por cientos, tal vez miles de actos ejecutivos, ordenes, leyes, sentencias judiciales, resoluciones parlamentarias, llamados y decisiones brutales que a lo largo de cincuenta largos años han creado la diabólica estructura del bloqueo norteamericano a Cuba, aun cuando se reunieran los mínimos de voluntad política necesaria, no pueden ser desmontados de la noche a la mañana, excepto que acudiéramos a otra anécdota, la del "Nudo Gordiano".

Esta vez se trata de un pasaje de la mitología griega según el cual un soberano frigio ató el yugo de un carro dedicado a Zeus con un nudo tan complicado que nadie podía desatarlo y quien lo lograra se convertiría en rey. Todo duró hasta que el nudo se presentó ante Alejandro Magno, quien desenvainó su espada y con un magnifico tajo lo deshizo. Barack Obama no es Alejandro; quizás tenga la fuerza y la espada pero le falta la motivación. Nadie lo hará rey de Asia por librar al pueblo cubano de esa maldición.

No obstante, aunque por razones "non sancta" ni heroicas, el largo camino que pudiera conducir al fin del bloqueo ha comenzado a despejarse.

Lo ocurrido es que el establishmenth norteamericano ha descubierto lo que muchos sabían: el bloqueo es ineficaz y no resulta como instrumento adecuado para destruir a la Revolución Cubana y la política imperial, sin variar el fin, ha de tomar otros caminos y utilizar otras herramientas.

Otra cosa sería, que los gobernantes norteamericanos hubieran llegado a la conclusión de que el bloqueo, encaminado a generar pobreza y carencias para doblegar al pueblo cubano, es un acto de barbarie y un procedimiento deleznable que debe ser suprimido no por conveniencias políticas sino por razones éticas, morales y humanitarias.

El bloqueo estadounidense a Cuba ha durado cuarenta años más que aquel al que los romanos sometieron a la heroica ciudad celtibérica de Numancia, que durante diez años resistió el sitio y cuya tragedia se convirtió en un paradigma que, excepto en la época nazi, ningún otro pueblo se ha visto obligado a invocar.

En realidad, de lo que se trata no es de que Estados Unidos cambie las formas de su política hacía Cuba, sino de que modifique sus objetivos y permita que el pueblo cubano, que ha madurado mediante experiencias políticas más intensas y variadas que ningún otro pueblo en la región, transite por los caminos que ha elegido y resuelva sin injerencia alguna todos sus asuntos, entre ellos, el perfeccionamiento de su sistema político.

Mientras Cuba sea una plaza sitiada nadie podrá censurarla por el imperio de una mentalidad numantina en la cual lo importante es la resistencia convertida en una prioridad de vida o muerte, que ocupa todos los espacios y compromete todas las fuerzas. En cincuenta años el pueblo cubano nunca ha tenido la oportunidad de un ambiente distendido para considerar acciones encaminadas a perfeccionar la sociedad, abrirse a otras influencias y realizar en paz su autocrítica.

De todas maneras, dado que Estados Unidos es el ponente, excepto resistir, Cuba no tiene donde elegir y asumiendo el mal menor, acepta el reto de existir, manteniendo con el imperio americano una relación normal que la expone a sus poderosos medios de influencia ideológica, cultural e incluso política. Para sobrevivir la Revolución no necesita encerrarse en una urna de cristal y como la mujer de ley, para ser virtuosa no precisa encerrarse en un convento.