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El reto martiano de un periodismo mejor

PALABRAS DE RANDY ALONSO FALCÓN EN LA ENTREGA DEL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO "JOSÉ MARTÍ". Memorial José Martí, 10 de marzo de 2006

Apenas he tenido tiempo para escribir unas líneas a mis colegas premiados. Ellos merecen más. Pero quise cumplir, porque es un honor, el compromiso con la UPEC de hablarles hoy aquí y porque lo que me trajo al periodismo fue una crónica de mi padre, que no era periodista, la cual leí emocionado en julio de 1980 en el Periódico Guerrillero, cuando María Caridad Colón asombró al mundo con su jabalinazo de Oro en la Olimpiada de Moscú.

Compañeros de la Presidencia:
Queridos colegas:
Estimados invitados:

Cuando asistimos a la entrega de un Premio como este que reconoce los valores excepcionales en el ejercicio del "mejor oficio del mundo", como llamó al periodismo Gabriel García Márquez, es prácticamente imposible meditar sobre qué habría hecho en las actuales circunstancias José Martí. Se ha convertido ya en un lugar común reconocer que, sencillamente, habría hecho, habría escrito y habría andado el camino de Roberto Agudo y otros compañeros premiados en ediciones anteriores con este prestigioso reconocimiento que amerita la obra de toda una vida.

Pero hay razones para hacer la comparación y meditar, desde nuestros retos actuales, en el legado martiano. Lo primero que salta a la vista es que El Apóstol jamás se dejó acorralar por coyunturas pasajeras, ni se sumergió gustosamente en su rico mundo interior, enajenándose de la urgencia que le impuso su momento histórico. Por sobre todas las demás facetas de su personalidad fue un revolucionario, y por serlo hasta las últimas consecuencias que supone tal acto, fue también un político fundador y un extraordinario periodista.

¿Qué nos dejó? Principios, horizontes, ejemplos de conducta, caminos andados y por andar, metas y análisis históricos que deben estudiarse como se abordan las partidas ajedrecísticas de los maestros, sabedores de que sobre el tablero nunca volverán a repetirse exactamente las mismas fichas y posiciones. ¿Es poco? De ninguna manera. Cuba tiene el privilegio de contar con el apostolado fundador de un hombre que supo trazar sobre las coordenadas de la naciente modernidad, un camino alternativo que integrara la justicia, la ética, la belleza y la verdad, los cuatro pilares en que se levanta su obra.

La primera enseñanza de nuestro fundador es su propia condición de radical, es decir, de hombre que va a las raíces. De creador, de intelectual comprometido que no acepta el dictamen de las apariencias, que busca en las aguas profundas, que entiende que no es cualquier palabra  la que ha de ponerse en letra impresa, sino lo que él llamó la "verdad útil", la que sirve a un fin colectivo, la que moviliza hacia el "mejoramiento humano".

El enorme alcance político de José Martí lo convierten en nuestro contemporáneo. Vio tempranamente el peligro que suponían los Estados Unidos para todo el continente, y desde entonces hasta hoy, Cuba no ha hecho otra cosa que debatirse entre dos únicas alternativas históricas: la independencia o la aniquilación de su ser nacional. Martí no dudó en torno a cual era la única opción posible, y fue más allá. Nos dijo, cristalinamente: "De pensamiento es la guerra que se nos hace: ganémosla a pensamiento".

El poder militar y económico del imperialismo, la capacidad autodestructiva acumulada por la humanidad, confirman la idea de que la batalla principal hoy es la de la conciencia, la de las ideas, y hacen suponer que la sociedad global impondrá su instinto de conservación. Otro político creador, Fidel, había advertido en 1998: "Hoy ya la cosa es de otro carácter, es mundial, es la fuerza del pueblo, la educación, la conciencia; las masas, con un creciente poder, son las que tendrán que resolver estos problemas.(...) Serán otras tácticas, ya no será la táctica al estilo bolchevique, ni siquiera al estilo nuestro, porque pertenecieron a un mundo diferente. Serán otros caminos y otras vías por los cuales se irán creando las condiciones para que ese mundo global se transforme en otro mundo."

Y un ejército de médicos cubanos está en Centroamérica, en Suramérica, África y Asia desandando los caminos de ese mundo diferente y sembrando la justicia que le negaron por siglos a esos pueblos.  Allí, con ellos, están nuestros periodistas, haciendo nacer palabras, reconstruyendo anécdotas como expertos cirujanos, escribiendo historias. Nuestro reconocimiento especial para aquellos colegas que, sin saber a dónde iban ni en qué condiciones, llegaron a Pakistán para hacernos vivir con la palabra y el lente la más heroica de las misiones, y también a Chile y Fabiola, que nos han hecho sentir la emoción del Milagro y la altura himalayesca de humanidad y entrega de nuestros internacionalistas.

Queridos compañeros:

Tenemos el reto martiano de encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir, examinar los conflictos y censurar maduramente los errores, proponer soluciones. Es todo un reto al talento y la responsabilidad, al espíritu inquisitivo e inconforme, a la fidelidad. Es un camino que todos los días requiere que se le repase y se le amplíe, acumulando fuerzas y experiencias. Se quiebra, cuando lo sepultan la mediocridad y la desidia. Crece y reconforta, cuando con sinceridad y no poca audacia, se recorre para remover conciencias, atender los reclamos del pueblo y, a su vez, movilizarlo para las grandes y pequeñas batallas. Un arma formidable para enfrentar al enemigo y sus poderosos medios de manipulación.

Por ese camino revolucionario y comprometido van  Juvenal Balán y Boris Fuentes, que recibieron hoy aquí merecidamente el Premio Juan Gualberto Gómez, junto con ese extraordinario rastreador de noticias que es Jean Guy Allard, y con  los jóvenes y talentosos colegas Ismary Barcia Leyva, mi compañera de pupitres universitarios,  y Carlos Luis Molina Labrador, de quien elogiosamente se ha hablado esta tarde. Así como también quienes recibieron menciones y reconocimientos.

Para todos muchas felicidades, y en especial para Roberto Agudo que no tiene acostumbrados a su "agudeza" y que ha legado a la historia del periodismo en Cuba una obra que se distingue por la maestría profesional y por la fidelidad a la Revolución; una obra que se ha distinguido -y lo seguirá haciendo, sin dudas- sobre todas las cosas por "pensar y amar", que es en definitiva el más importante legado martiano que debemos asumir frente a los desafíos que tiene ante sí la humanidad.

Como acostumbro a decir al final de cada Mesa Redonda, en la que tanto he aprendido con varios de los colegas que hoy premiamos: ¡Seguimos en combate!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!