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El amor puede más que unas rejas

Fue justo el del amor, el día escogido para la vista oral de la segunda vuelta de apelaciones en el Onceno Circuito de Atlanta.

Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René son hombres enamorados. Si alguien lo duda, que le pregunten a sus esposas, madres o hijos. O mejor, que interroguen a Cuba.

Cinco hombres son, pero para amar a la patria decidieron ser uno solo. Al principio, los abogados de la defensa no entendían. Las acusaciones lanzadas contra estos luchadores antiterroristas no eran parejas. A Gerardo, por ejemplo, le imputaban una conspiración para asesinar mientras que René o Fernando solo tenían una causa por ser agentes de estado extranjero sin declararlo.

Sin embargo, ellos, LOS CINCO que el mundo poco a poco conoce, asumieron que el juicio era contra Cuba y no permitieron a sus abogados establecer mociones de separación de casos. Así, poco más de 11 millones de cubanos fueron juzgados en Miami por decidir juntos -y sin ayuda de fuera- sus propios destinos.

Ellos mismos decidieron su línea de defensa. En vez de negar los hechos, explicaron ante la corte lo que estaban haciendo y por qué lo estaban haciendo. Sólo se mostraron inflexibles en dos puntos: no admitieron ser un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos y mucho menos ser parte de una conspiración para asesinato en el caso de Gerardo.
Como apenas medio siglo antes, en el juicio del Moncada, los acusados terminaron de acusadores y los tramposos fiscales tuvieron que dedicar su estrategia a defender a sus propios testigos, los supuestos "defensores de la libertad".   

Muy a pesar de las intrigas cocinadas en Miami, este proceso se convirtió en una denuncia contundente a los desmanes de esa zona del exilio cubano que no se cansa de promover acciones terroristas contra la Isla, y contra el propio pueblo estadounidense. Para empezar, desacreditó de calle a la ya dañada Fundación y otras organizaciones de negra hoja de ruta como Hermanos al Rescate. Allí, en el norte, la crueldad no debutó de la mano de Osama Bin Laden. Los mafiosos de Miami la habían sembrado antes.

Cuando el tribunal amañado que los encausó los declaró culpables, los Cinco tuvieron valor para dirigir un mensaje revelador al pueblo norteamericano: "Los acusados en esta causa no nos arrepentimos de lo que hemos realizado para defender a nuestro país. Nos declaramos totalmente inocentes. Nos reconforta el deber cumplido con nuestro pueblo y nuestra patria. Nuestras familias comprenden el alcance de las ideas que nos han guiado y sentirán orgullo por esta entrega a la humanidad en la lucha contra el terrorismo y por la independencia de CUBA."

Las autoridades norteamericanas se crisparon en gestos de rabia. Hoy es la vista oral de la segunda vuelta de apelaciones en el Onceno Circuito de Atlanta, donde el pleno de los doce jueces escuchará los argumentos de los defensores y los fiscales. También, quizás,  harán sus preguntas. Una vez más, Cuba les impidió hacer su guerra en paz.    

René, Gerardo, Tony, Fernando y Ramón, como esta tierra entera, seguro amanecieron esta mañana más enamorados. Algún pensamiento atrevido cruzará las rejas y llegará a sus mujeres valientes en la Isla y una certeza abrazará a esta tierra: ni los huecos, ni los años duros de cárcel, ni los chantajes, ni las maniobras cobardes del imperio impedirán que aún les quede valor para lamentar, como confesó Gerardo en su alegato, no tener otra vida para entregar a la patria.

Ellos ya entregaron su vida por una causa más grande. Ese instante les define la diferencia entre estar en la calle y estar en la cárcel. Se saben un escudo de Cuba y eso basta. El amor, no hay remedio, puede más que unos barrotes.