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La familia cubana en el colimador del Imperio

A Bush se le podría llamar el presidente de la maldad -Afganistán, Iraq, Nueva Orleáns- y, por supuesto, Cuba no escapa a sus desmanes. Esta Isla rebelde, espina en el ojo de sucesivas administraciones estadounidenses por digna e irreductible, también ha provocado su cólera.

 El 6 de mayo de 2004, W. Bush presentó al mundo el informe de la Comisión de Ayuda para una Cuba Libre; un plan dirigido -en palabras simples- a privar a los cubanos de su independencia y soberanía.

¿La vía? Intensificar las agresiones económicas, políticas y lograr la desestabilización interna. El fin, conseguir el dominio yanqui sobre el caimán, justifica los medios. Bush lo suscribe.

Las nuevas medidas, injerencistas y humillantes, apuntan a recrudecer de manera notable el bloqueo económico contra el país, las violaciones de los derechos humanos de sus habitantes, de los cubanos que viven del otro lado del estrecho de la Florida y de los propios ciudadanos estadounidenses.

El también llamado Plan Bush redefine el concepto de la llamada célula fundamental de la sociedad. La familia ya no es lo que era según el autoproclamado "elegido de Dios".

 

Los tíos ya no cuentan 

Patricia Arés, experta de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, define que familia es una "unidad social constituida por un grupo de personas unidas por vínculos consanguíneos, afectivos y/o cohabitacionales".

 La doctora Consuelo Martín, investigadora del Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales (CEMI), agrega, viendo el concepto vinculado al prisma migratorio, que "los lazos afectivos devienen lazos estructurales para definir los miembros de la familia en la emigración, lo cual implica una definición donde la familia es sentida o percibida más allá o además de la consanguínea, o de las condicionantes espaciales, temporales y geográficas".

Bush, como muchas otras cosas, desconoce esos conceptos.

El documento de 2004 limita el número de cubanos residentes en Estados Unidos con derecho a visitar Cuba, a partir de una reducción arbitraria de las categorías de familiares. Ahora sólo son parte de ella los "abuelos, nietos, padres, hermanos, esposos e hijos". Un primo o una tía, ni siquiera un bisabuelo o bisabuela serán considerados elegibles para ser visitados, no importa el nivel de cercanía afectiva y emocional que tengan con los cubanos que residen en Estados Unidos.

 Curiosamente, la decisión, además de las tradiciones e idiosincrasias de los cubanos, desconoce algunos paradigmas de la nación norteamericana.

¿Qué, si no un símbolo, es el Tío Sam? Aquel bondadoso señor, creado por la hábil mano del artista gráfico James M. Flag, fue el familiar con el que el "norte revuelto y brutal" quiso convencer a los pueblos de esta parte del mundo de las bondades de su sistema.

Sólo que por acá nadie se chupa los dedos y el tiíto de la bandera intervensionista y el sombrero de copa pronto fue desenmascarado y perdió credibilidad. Una cosa es la familia y los ciudadanos estadounidenses y otra muy distinta sus gobiernos. Eso ya lo aprendió bien esta América.

 

Una historia que viene de lejos

Recorriendo a vuelo de pájaro la posición de las anteriores administraciones de la Casa Blanca en el diferendo con Cuba, es evidente que cada una lleva su parte en el irrespeto a la familia, aunque Bush se lleve la tajada más grande del pastel. Tales atentados se remontan a los primeros años de la Revolución.

"Las relaciones entre los cubanos que viven en la Isla y los cubanos emigrados, han estado determinadas por las condiciones histórico concretas de la vida cotidiana y, en particular, se evidencia durante la etapa posterior al triunfo revolucionario de 1959", expresa Consuelo Martín en su tesis de doctorado sobre familia, migración y vida cotidiana.

Pruebas hay de sobra. Probablemente la más horrenda de ellas fue la Operación Peter Pan. Más de 14 mil niños cubanos fueron enviados completamente solos a Estados Unidos, de forma oculta y sin visa alguna, después de que grupos contrarrevolucionarios  financiados desde el norte divulgaran la burda mentira de que la Revolución suprimiría la Patria Potestad. 

Cada apretón contra la Isla, de los que mantenían a muchos de los extremistas de Miami con las maletas hechas y llenas de polillas, ha ido a colimar en primer lugar, contra la familia. ¿Dónde, si no, golpea la bochornosa Ley de Ajuste Cubano desde noviembre de 1965? ¿Y el contrabando de cubanos que se organiza y ejecuta desde Estados Unidos?

Al estimular la emigración ilegal, por cualquier vía, se está desintegrando a las familias. Y no porque puedan dividirse y vivir separadas a ambos lados del estrecho de la Florida. Eso, en condiciones normales, no sería un problema. El asunto es que en la aventura tras el "american way of life", muchas familias pierden hasta a los más queridos de sus miembros. Pregúntenle si no, al ya adolescente Elián González, por qué los rebeldes de esta Isla decimos que la dichosa ley es una asesina. El adjetivo es exacto.

Por si fuera poco, el documento de 2004 también puso trabas al envío de remesas. Ahora sólo pueden enviar dinero hacia Cuba el ciudadano estadounidense y los cubanos residentes que tengan familiares directos en la Isla, los que clasifican según Bush.

O sea, que los cubanos residentes en Estados Unidos serán los únicos emigrados que tendrán prohibido enviarle ayuda económica a una tía anciana, a un primo, a otro familiar cercano o simplemente, a un amigo.

Los disidentes -es decir, los mercenarios- siguen recibiendo, por supuesto, recursos ilimitados, como el propio informe apunta, para actuar a favor de los intereses del gobierno norteamericano dentro de Cuba.

Si de violar se trata, los que caminan por la Casa Blanca lo violan todo. La Carta Internacional de Derechos Humanos y la propia Declaración Universal de Derechos Humanos más los pactos internacionales que las suscriben, la Constitución y las propias leyes estadounidenses y hasta los preceptos de la Biblia. ¿Se la habrá leído Bush?

Y para colmo, practican la cacería de brujas. La actual administración de la Casa Blanca decidió pagar "recompensas" a quienes identifiquen a "violadores" de las nuevas disposiciones y como si fuera poco, confesó que articularía "operaciones encubiertas" de sus agencias federales, para neutralizar y reprimir cualquier actividad "violatoria" a las restricciones.

El asunto tampoco es nuevo. Ya en 2003 la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) empleaba cinco veces más agentes para perseguir e investigar las violaciones a las leyes del bloqueo contra Cuba, que los que dedicaba a rastrear las finanzas de Al-Qaeda. Entre 1990 y el 2003, la OFAC inició solamente 93 investigaciones relacionadas con el terrorismo internacional, mientras desató 10 mil 683 pesquisas para impedir que los norteamericanos ejercieran su derecho de viajar a Cuba.

Al final, el efecto más feo de todas esas medidas no impacta a la Revolución, como pretenden los políticos. Esa se sigue fortaleciendo ante el desprecio del norte. La zona más dolorosa del conflicto la sienten las personas que, vivan donde vivan, siguen llevando a Cuba en el cuerpo. 

José Pertierra, abogado estadounidense de origen cubano y experto en temas migratorios, víctima el mismo de esta lamentable historia, lo confirma.

"Alguien ha dicho que el cubano-americano es más que cubano, más que americano, y yo creo que es todo lo contrario. Uno es menos, menos cubano, menos americano, porque no está ni aquí ni allá. Esta es realmente la tragedia de esta diáspora que vive la familia cubana. El diferendo político entre ambos países tiene otra gran víctima: los cubanos que se fueron, a quienes les resulta muy difícil mantener los vínculos con sus familias y con su patria."