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Marcha en La Habana y "decisión" en Washington

Sin invasiones ni cruzadas globales, La Habana y con ella toda Cuba se irguió hoy en capital de la lucha contra el terrorismo, cuyas unidades élites se conforman con hombres y mujeres de paz. El malecón habanero volvió a convertirse este martes en un río humano que corrió paralelo al mar, allí donde yacen para siempre las víctimas del vuelo CU-455, hecho explotar en pleno vuelo en 1976 por terroristas que tienen refugio en Estados Unidos. Cuando faltaban 15 minutos para las ocho de la mañana (hora local) el presidente Fidel Castro se dirigió a sus compatriotas y al mundo para recordar que Cuba ha sido víctima "de una incesante y feroz campaña de terrorismo que dura ya más de 45 años".

En apretada síntesis hizo el glosario de agresiones y crímenes que enlutaron a miles de familias en la isla, pero también en otras de varias latitudes del planeta. Recordó, de frente al viento, como desde Washington se implementó el terrorismo de Estado para intentar derrocar a la revolución que triunfó el primero de enero de 1959. La voladura del vapor La Coubre en 1960, que costó 101 vidas y centenares de heridos, fue apenas el comienzo de una sangrienta política organizada y pagada desde territorio estadounidense. Sólo la más pérfida imaginación criminal hizo a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) pintar con insignias cubanas los aviones que bombardearon la isla previo a la invasión por Playa Girón en 1961.

Las bandas mercenarias que asesinaron campesinos, maestros y jóvenes alfabetizadores, los planes de atentados, la guerra biológica contra humanos, plantas y animales estuvieron en el recuento, en medio del silencio compartido por miles de gargantas apretadas de indignación.

También los bombazos contra dependencias cubanas en el exterior y el asesinato de diplomáticos y representantes de la isla, entre ellos Félix García, ametrallado en Nueva York un 11 de septiembre, 21 años antes del derribo de las Torres Gemelas. Hoy lo rememoraba José Luis Ponce, director del Centro de Prensa Internacional de esta capital, destacado entonces en aquella ciudad, y el primero en conocer, a través de un periodista estadounidense, de la muerte de su compatriota.

"Estas acciones fueron ideadas por los gobiernos y los servicios especiales de Estados Unidos y sus autores entrenados por ellos", remarcaba Fidel Castro y la multitud coreaba "Bush fascista, captura a los terroristas". Se trata, denunció, del "terrorismo en el más moderno y dramático concepto, con el apoyo de sofisticados medios técnicos y explosivos de gran potencia". Y agregaba que "no ha cesado un instante durante más de cuatro décadas, dentro y fuera de la Isla". "Castigo, castigo a los asesinos", resonaba entre la masa humana, que demandó el encarcelamiento de Orlando Bosh y Luis Posada Carriles, "los más sanguinarios exponentes del terrorismo imperialista contra nuestro pueblo", según expresó el mandatario, quien con paso marcial se puso a la cabeza del desfile.

La meta: la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, quizás su única misión diplomática en el mundo que nunca ha recibido ni apenas una pedrada, aunque sí carteles con las imágenes de las torturas en Abu Ghraib. El edificio, de varias plantas, luce cerrado a cal y canto, salvo una pequeña ventana desde donde, ocasionalmente, alguien maneja una cámara fotográfica.

Quizás capte el momento en que marchan por allí los familiares de las víctimas del crimen de Barbados, las madres, las viudas, los huérfanos o los hijos que nunca tuvieron aquellos a quienes el C-4 "Made in USA" asesinó en la flor de la vida. En alto van las fotos de las víctimas, que se parecen a los parientes de las Abuelas de Plaza de Mayo de Argentina o a los desaparecidos en Chile, porque el terrorismo anticubano se extendió por Latinoamérica de la mano de la CIA y la DINA pinochetista. Un abuelo cubano carga la foto de Jacqueline, aquella muchacha guyanesa que nunca pudo estudiar medicina en Cuba, porque su vuelo se estrelló frente a las costas barbadenses el 6 de octubre de 1976.

"Hay un sólo terrorismo", me dice y aprieta el paso con una frase: "lo demás es hipocresía y complicidad". Cerca camina Giustino di Celmo, el padre del joven italiano asesinado por una de las bombas de Posada Carriles, quien compareció ante las cámaras de televisión hoy en Miami, momentos antes de ser arrestado, en lo que parece algo arreglado, bajo cargos migratorios. Ya Estados Unidos no puede decir que no lo tiene.

Tampoco podrá negar el reclamo judicial de extradición presentado oficialmente por Venezuela, país con el que Estados Unidos tiene un tratado al respecto, con data de 1921. La manifestación de hoy concluyó en La Habana tras seis horas y 20 minutos en que sus habitantes inundaron el malecón capitalino.

Pero la verdadera marcha no ha terminado en Cuba, y a favor del mundo. Promete además continuar hasta alcanzar la justicia. El gobierno de Estados Unidos, ahora más que nunca, tiene la decisión, y al terrorista, en sus manos.