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Razones para el silencio

Las elecciones cubanas no son noticia en el mundo. Este tema no tiene titulares ni llama la atención de la prensa. Hay silencio total.

En América Latina, como expresión de una deficiencia sustancial de la democracia en la región, en 22 años (entre 1978 y el 2000) más del 35% de la población se abstuvo de votar. La gente no cree en los partidos políticos por el clientelismo, el fraude en el conteo de los sufragios, y las muchísimas promesas de los candidatos, quienes anuncian como gancho llevar adelante un programa de beneficio popular y después que resultan elegidos olvidan esos compromisos y gobiernan sólo en su propio provecho.

Esa abstención se produce a pesar de que en 15 repúblicas latinoamericanas  el voto es obligatorio y nueve de esos países establecen sanciones para los que no ejerzan el voto, mientras que en algunos el derecho al sufragio es sólo para los ciudadanos que saben leer y escribir, según un estudio hecho en 18 repúblicas.

Las realidades electorales de Cuba, precisamente por ser tan diferentes, tan novedosas en relación con lo que ocurre en casi todo el resto del continente, debían ser noticia. La explicación habría que buscarla en los intereses políticos de los grandes medios de desinformación, voceros del gran capital y del imperio.

No son noticia, primero, porque somos disidentes  democráticos del sistema político tradicional en América. Posiblemente sea Cuba uno de los pocos países en el mundo que ha trabajado en la búsqueda de una solución real y efectiva -aunque no desconozcamos lunares en su aplicación- al ejercicio de una verdadera democracia política que favorezca a la amplia mayoría de la población.

Partiendo de historia, de la experiencia de nuestra propia vida republicana anterior, los cubanos consideramos agotado y obsoleto, como organización política de democracia, al modelo tradicional impuesto en América, el llamado sistema representativo -que a la larga sabemos a quiénes representa- y al presidencialismo, y hemos elaborado un sistema singular y avanzado de poder  que surge de un proceso electoral que prescinde de los partidos políticos  electorales y concede a la población el derecho y la potestad única y  exclusiva de nominar por sí misma, en asambleas públicas, abiertas, sin  restricciones de participación, a los candidatos; como lo vamos a hacer en  pocos días, en las elecciones municipales para elegir a los delegados a las asambleas municipales del Poder Popular.

Segundo, por el hecho de que el voto cubano es voluntario y el
empadronamiento es automático para todos los ciudadanos a partir del momento que arriban a los 16 años de edad.

Y tercero, porque -como lo demuestra el estudio de una organización llamada Observatorio Electoral-, excluyendo a la República Bolivariana de Venezuela, al analizar los mecanismos de democracia directa en América Latina, encontraremos que el principio de rendición de cuenta de los elegidos ante sus electores no existe en ninguna otra nación latinoamericana, y la revocación de mandatos sólo esta establecida para casos aislados de los gobiernos locales. El resto de los elegidos son intocables y la consulta popular y la iniciativa legislativa popular casi ni existen.

Por eso no es noticia que las elecciones en Cuba tengan más del 95% de participación.

Otro asunto sobre el que quisiera llamar la atención es el hecho de que hoy el tema central de la democracia en la región latinoamericana es el rescate de la ética política perdida, intentar transformar lo que hasta ahora ha convertido a la democracia en un medio para ocupar el poder como botín político y económico.

Recientemente se han publicado listas en las que aparecen 27 presidentes latinoamericanos envueltos en escándalos y acusaciones de corrupción política y económica en los últimos diez años. Algunos de ellos usaron muchas veces la palabra democracia en sus discursos retóricos e intentaron utilizar el tema durante pasadas cumbres iberoamericanas para atacar al compañero Fidel, ante nuestro señalamiento reiterado de que no es posible concebir una democracia fundada en valores éticos si no presupone trabajar por una distribución más justa y equitativa de la riqueza, el bienestar del ser humano, la honradez y sinceridad de los gobernantes, la participación  soberana de los ciudadanos en las decisiones y la defensa de la independencia y la soberanía nacional.

Por eso las elecciones en Cuba tampoco son noticia.