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NORMAN BETHUNE, HEROICO MEDICO INTERNACIONALISTA

   

• El más "cubano" de los héroes chinos es canadiense. Venerado por toda China desde hace más de cinco décadas, el Dr. Norman Bethune muere en 1939, con el bisturí en la mano, en un papel precursor al de miles de médicos internacionalistas cubanos, quienes hoy ofrecen generosamente sus servicios en los rincones más remotos del mundo. En ocasión de la visita del Presidente chino Hu Jintao y en víspera de la celebración del Día del Médico, vale la pena recordar su historia.

En el momento de su trágica muerte en el frente nordeste de China, en plena guerra chino-japonesa, la memoria de Norman Bethune fue celebrada con emoción por el líder chino Mao Tse-Tung, quien lo designó en un artículo como el símbolo de la abnegación absoluta, que generaciones de chinos se aprendieron los pormenores de su vida.

La contribución de Norman Bethune a la revolución china fue la culminación de una existencia apasionadamente consagrada a la causa del socialismo por uno de los más brillantes cirujanos de su época, quien hubiera muy bien podido satisfacerse de los numerosos y egoístas privilegios que le ofrecía la sociedad capitalista. Médico en la Primera Guerra Mundial, luego organizador de la Cruz Roja con los combatientes republicanos en la guerra de España; galeno de los más humildes en Canadá y los EE.UU., y finalmente heroico cirujano del Ejército Popular de Liberación de China, Norman Bethune siempre se dejó guiar por sus profundas convicciones.

Nacido el 3 de marzo de 1880 en una familia de origen francesa de Gravenhurst, en la provincia canadiense de Ontario, terminó sus estudios de Medicina en la Universidad de Toronto para luego presentarse como voluntario en la Primera Guerra Mundial, con el ejército canadiense. Al final del conflicto, se queda en Londres, estudia con esmero y llega a calificarse como miembro del Colegio Real de Cirujanos. En los años siguientes, se interesa por el trabajo de los más famosos cirujanos de Paris, Viena y Berlín antes de regresar a América del Norte para residir, con su joven esposa, en un barrio popular de Detroit, en los Estados Unidos.

Ahí, durante dos años y medio, observa de cerca las dificultades de la clase obrera y la ausencia de medidas estatales para permitir un acceso a los servicios de salud. Mientras tanto, se da cuenta de la facilidad con la cual puede ganarse mucho dinero cuando, luego de conocerse su altísimo nivel profesional, ricos pacientes empezaron a acudir a su clínica, pagándole fuerte sumas por servicios que él, a menudo, consideraba insignificantes.

En 1926, él mismo es víctima de una gravísima enfermedad. La tuberculosis ha infectado su pulmón izquierdo. Internado en un sanatorio del estado de Nueva York, Bethune descubre, por un artículo de una publicación especializada, la existencia de una arriesgada cirugía que tal vez podría curarlo.

De inmediato, se somete al bisturí de un colega. La operación fue totalmente exitosa.

En los años siguientes, primero en Nueva York y luego en Montreal, se consagra a mejorar las técnicas de cirugía del tórax, escribiendo numerosos artículos en revistas científicas.

En 1935, Bethune - ya compartiendo los ideales comunistas - participa en un congreso médico internacional en la ex Unión Soviética. Regresa a Canadá abogando por un servicio de salud gratuito para todos, una realidad que sólo aparecería tres décadas más tarde. Toma la iniciativa de crear una clínica gratuita para los trabajadores desempleados. También organiza en Montreal el Grupo para la Seguridad de la Salud del Pueblo, una organización que defiende la idea según la cual el primer deber del médico es asegurar y mantener la salud de todos los ciudadanos.

Además de escribir artículos, Bethune se consagra a mejorar el diseño de varios instrumentos quirúrgicos y a inventar otros, una docena de los cuales luego serían utilizados de manera generalizada.

En 1936, estalla la guerra de España. Bethune responde al llamamiento de las fuerzas republicanas, viaja a España y crea el primer servicio móvil de transfusiones de sangre en Madrid. Luego extiende este servicio a todo el país, sus vehículos circulaban a lo largo de los 1 000 kilómetros del Frente. El sistema que ha creado permite reducir en 75% la mortalidad de los heridos en varios campos de batalla.

Después de su regreso a Canadá, con toda la emoción de haber vivido tan cerca la sangrienta tragedia española, surge la invasión japonesa a China.

El 2 de enero de 1938, después de contactar con el Consejo de Ayuda a China, de Nueva York, sale de Vancouver hacia China. Desde Hong Kong escribe a su familia y a sus amistades una carta explicativa: "Yo me niego a ser cómplice, por pasividad o negligencia, de guerras que hombres hacen por interés contra otros. España y China son partes de una misma batalla. Voy a China porque siento que es allí donde más puedo ser útil".

Cuando Mao Tse-Tung lo recibe, en Yenan, Bethune le pregunta de cuántas unidades médicas móviles disponía. Al descubrir que no existe ninguna y que numerosos soldados se mueren por escasez de facilidades para atenderlos, el médico propone la organización inmediata de tales servicios móviles y comunica su experiencia de España.

En mayo de 1938, Bethune deja a Yenán para irse al Wutaichan, a trescientos kilómetros al norte en una zona montañosa donde tenían lugar combates de una extrema violencia. Unos pocos médicos atendían, en esta región la salud de 13 millones de personas. Una de las necesidades más urgentes era la de entrenar rápidamente a individuos capaces, por lo menos, de proveer servicios médicos elementales y de organizar servicios sanitarios. Además de los soldados heridos en los combates, miles de campesinos necesitaban ayuda. A pesar de las enormes dificultades, Bethune estableció, también, centros de enseñanza y una veintena de hospitales.

En cualquier circunstancia que se necesitaba, Bethune operaba, a veces, a un ritmo prodigioso. Se contaba que una vez operó durante 69 horas seguidas para atender las necesidades urgentes de 115 pacientes.

La consagración de Bethune a su misión fue rapidamente conocida por todos, en las regiones ocupadas por el Ejército de Liberación: cada cual conocía anécdotas de aquel médico canadiense que compartía sus alimentos y hasta su ropa con soldados y civiles heridos.

A finales de octubre de 1939, en Tanghsien, en el Hopei, cuando operaba a un soldado herido con las manos desnudas por la escasez de guantes de cirugía, Bethune se cortó accidentalmente la mano izquierda. Puso inmediatamente su mano en una solución de yodo para desinfectarla. Pero la infección se extendió por el brazo completo, que se hinchó considerablemente.

Se le sugirió amputarle el brazo, pero Bethune rehusó. Sabía que tarde o temprano le esperaba la muerte.

En las horas siguientes redactó sus últimas voluntades y algunas reflexiones: "Estos dos últimos años han sido los más significativos y los más sensatos de mi vida... Encontré mi mayor plenitud aquí entre mis queridos camaradas..."

Norman Bethune murió el 12 de noviembre de 1939 en Tanhsien.

Inmediatamente informado, Mao publicó, el 21 de diciembre siguiente, un artículo titulado En memoria de Norman Bethune para el Partido y sus tropas:

"Aquí tenemos a un extranjero quien, sin estar motivado por algún interés personal, ha hecho suya la causa de la liberación del pueblo chino. ¿Qué espíritu lo ha inspirado? Es el espíritu del internacionalismo, del comunismo, el que todo comunista chino debe asimilar". (...) "El espíritu del camarada Bethune, olvido total de sí y entera dedicación a los demás, aparece en su profundo sentido de las responsabilidades con respecto al trabajo y en su afecto sin límite para los camaradas, para el pueblo. Todo comunista debe tomarlo como ejemplo." (...) "Encontré al camarada Bethune una sola vez... Su muerte me ha afligido profundamente. Ahora todos honramos su memoria, es decir, la profundidad de los sentimientos que su espíritu nos inspira. Debemos aprender de él este perfecto y absoluto espíritu de abnegación, así cada uno podrá llegar a ser muy útil al pueblo. Que uno sea más o menos capaz, basta poseer este espíritu para ser un hombre de sentimientos nobles, íntegro, de alta moralidad, alejado de los intereses mezquinos, un hombre útil al pueblo".

Hoy día, decenas de millones de chinos se saben estas líneas de memoria.

Cuando la Revolución Cubana brinda al mundo entero a decenas de miles de sus médicos y enfermeras para salvar vidas y hacer más sana y duradera la existencia de los pueblos desfavorecidos, promueve esta misma generosidad humana tratando de crear un mundo mejor.

Y a través de esta generosidad caribeña, este mismo espíritu de Bethune, hecho de abnegación y de internacionalismo, multiplicado por miles de médicos de la Isla, más que nunca vive.