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En el pantano de crímenes y atrocidades

Si alguien tiene que sentirse muy preocupado en estos días, aparte de los miles de torturadores de los cuerpos represivos chilenos a lo largo de casi dos décadas de la dictadura de Augusto Pinochet, es un personaje de aire doctoral, nacido en la Alemania nazi, y que fue jefe de la diplomacia de Estados Unidos durante la administración republicana de Richard M. Nixon: Henry A. Kissinger.

El destape de revelaciones que tiene lugar en estos días en Chile sobre las atrocidades cometidas por el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, los Carabineros, la Dirección Nacional de Inteligencia y otros cuerpos a partir de 1973 -y aún años antes-hace recordar al mundo la injerencista actuación de este político imperialista que prohijó, financió y cobijó a Pinochet y a sus sanguinarios secuaces.

Hace cuatro años, luego que Clinton dispuso la desclasificación de varias decenas de documentos sobre las relaciones de Estados Unidos con Chile y otros países sudamericanos, Kissinger quedó al desnudo como artífice del golpe sangriento del 11 de septiembre de 1973 y, después, por el visto bueno y apoyo que dio a la trama de espías, secuestros, crímenes y desapariciones pactada en absoluto secreto por las dictaduras militares de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Paraguay, lo que fue conocido como la Operación Cóndor.

Esa alianza terrorista, como es sabido, se constituyó para cazar y asesinar a los opositores políticos de esas dictaduras militares, dentro y fuera de sus países de origen. Entre las víctimas de tal cacería figuraron los chilenos Carlos Prats (general del Ejército), Orlando Letelier (diplomático) y Bernardo Leighton (político), asesinados en Buenos Aires, Washington y Roma, respectivamente. Ninguno de ellos tuvo jamás inclinaciones ni pensamiento favorable al comunismo, que era el discurso que se esgrimía en aquel entonces por los militares fascistas y también por Washington para intentar justificar tales acciones criminales. Por cierto, tampoco fue ajeno a la creación de esta alianza terrorista George Bush, padre del actual mandatario de Estados Unidos, entonces con responsabilidades dentro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Las huellas de Chile persiguen a Kissinger, aunque el profesor de la Universidad de Harvard ha intentado muchas veces distanciarse de esa tenebrosa página de su pasado. Documentos desclasificados han dejado bien claro que las manos de Kissinger -genuino representante del imperialismo norteamericano-están muy manchadas con sangre chilena. Suficiente es señalar que familiares de René Schneider, general chileno asesinado en 1970, y de Charles Horman, periodista norteamericano asesinado tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, han presentado querellas en tribunales civiles de Estados Unidos contra Henry A. Kissinger y exigido indemnización financiera por su responsabilidad en esos hechos criminales. Algunas publicaciones mencionaron hace algunos años esas querellas judiciales, pero han entrado en el terreno del silencio o están engavetadas en los tribunales. Con estos temas políticos que lesionan la imagen del Imperio eso suele pasar con mucha frecuencia, y más aún cuando quien es llevado al banquillo de los acusados es un millonario que tuvo altas responsabilidades en la política exterior de Estados Unidos.

Kissinger estuvo en Chile en 1976. Asistió a una asamblea de la OEA, y no tuvo reparo alguno en entrevistarse el 8 de junio con el dictador Pinochet en el Palacio de la Moneda, ya entonces reconstruido tras los bombardeos de la aviación el 11 de septiembre de 1973.. Documentos desclasificados mostraron al mundo de qué hablaron Kissinger y Pinochet. En primer lugar, Kissinger le comunicó sobre las presiones del Congreso, entonces dominado por los demócratas, para que Estados Unidos recortase su ayuda a Chile si el gobierno militar no frena la permanente violación de los derechos humanos. Pero tranquilizó al dictador diciéndole: "Nosotros nos oponemos" y, además, que "en Estados Unidos, como sabe, simpatizamos con lo que usted está intentando hacer aquí. Mi opinión es que usted es víctima de todos los grupos izquierdistas del mundo, y que su mayor pecado es que ha derrocado a un gobierno (el de Salvador Allende) que se dirigía hacia el comunismo". A su vez, Pinochet se quejó a Kissinger de las influencias que estaba ejerciendo ante el Congreso norteamericano el embajador del gobierno de Allende, Orlando Letelier. Tres meses después de aquel encuentro, Letelier moría asesinado en Washington tras estallar una bomba en su coche.

Tan profunda y escandalosamente estuvo Kissinger comprometido con la dictadura fascista en Chile que tal vez su nombre vuelva aparecer ahora como consecuencia del informe de una comisión independiente que ha sido entregado al Presidente Ricardo Lagos, y que, según versiones dadas a conocer por distintos medios de prensa, identifica a 1 200 centros de reclusión (incluyendo cuarteles del Ejército) donde se practicaron brutales torturas y asesinatos entre los años 1973 y 1990. Hasta el momento no se han mencionado nombres de quienes practicaron tales torturas y asesinatos, pero es inevitable que eso ocurra, y que junto a generales y coroneles aparezcan también los de políticos y prósperos empresarios, y ¿por qué no? los de los imperialistas que, en medio del pantano de crímenes y atrocidades, les dieron apoyo, financiaron y estimularon a los fascistas de Pinochet.

Hicieron, en fin, en la década de los años 70 en escenarios como Viet Nam y Chile lo que hoy hacen en Fallujah y otras ciudades de Iraq. Los nombres cambian, pero las políticas del Imperio son las mismas. Son sembradores de terror y de muerte en el mundo.