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¿Ganará el fraude?

Más que cuál de los dos contendientes se alzará con la victoria en las elecciones de este martes, la gran incógnita de estos comicios es si volverán las irregularidades del 2000 que hicieron posible que el recuento de votos se prolongara durante más de un mes.

¿Triunfará Bush por un margen de votos inferior a los 537 por los que la Corte Suprema le otorgó la victoria en las pasadas elecciones?, es la pregunta que está en el aire luego que se diera a conocer recientemente la desaparición de 60 000 boletas en blanco en el estado de la Florida.

Según las encuestas, más de la mitad del electorado, un 54 por ciento, está seguro de que el fiasco del 2000 volverá a producirse. Las dudas de los norteamericanos se basan, en parte, en las alertas lanzadas por expertos en el tema como el expresidente James Carter quien ha denunciado que existen indicios de parcialidad y fraude en las próximas elecciones y los mismos problemas que hubo durante el escándalo de los pasados comicios ya que las reformas al sistema no se aplicaron por falta de fondos y por disputas partidistas. El exmandatario ha subrayado que no hay condiciones para una elección justa, porque no existen los requerimientos internacionales básicos en Florida.

Otros de los que ha alertado a la opinión pública norteamericana sobre la posibilidad de fraude en ese estado es el cineasta Michael Moore quien -preocupado porque a la hora de emitir el voto haya electores, sobre todo de minorías étnicas, que podrían ser intimidados-, ha hecho público su deseo de "supervisar", con cerca de 1 200 voluntarios, las elecciones presidenciales estadounidenses especialmente en los disputados estados de Florida y Ohio.

La amenaza de fraude es tan seria que hasta la gran prensa norteamericana ha tomado cartas en el asunto. El diario The Washington Post dijo hace poco en su edición del martes último que "No está claro si el presidente Bush está haciendo una campaña u organizando un golpe de Estado".

Para otros tampoco está claro todavía si las últimas medidas tomadas para limitar las remesas y las oportunidades de viaje a Cuba, así como sus últimas bravuconadas con respecto a la necesidad de incrementar su agresiones contra la Isla, van dirigidas para ganarse el favor de los electores o el de los mismos que ayudaron a consumar el fraude en los comicios pasados.

Lo que está en juego en estas elecciones no son precisamente la victoria de uno u otro partido; a fin de cuentas, sus programas son tan similares que da lo mismo que gane cualquiera de los dos contendientes. El problema real consiste en que gane el fraude.

Una nueva "reelección" de Bush mediante "otro golpe de estado", o sea otro fraude en el estado que gobierna su hermano Jeb, marcaría el comienzo de una dictadura mundial encabezada por las fuerzas neofascistas que hoy dirigen la actual administración.