- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

El Che en Rosario

Cuando llegamos a Rosario, después de un largo viaje desde Buenos Aires a través de la llamada "pampa húmeda", era tan tarde que fuimos directamente a la Universidad, donde nos esperaba un público de jóvenes. Me hubiera gustado comentar aquella noche, tan gentilmente invitados Fina y yo, el artículo de Martí sobre La Pampa, de Alfredo Abelot, donde se dice: "‘Pampa' es el caballo que el tigre mismo no logra acobardar; ‘pampa' es el perro que de una dentellada le quiebra el muslo en la pluma al avestruz; la india vanidosa, al mes de verse en la finura de las ciudades, con collar de cuentas y pañolón carmesí, no quiere ser ‘pampa'; ‘¡uluhuú!' grita desnudo en su caballo, arremetiendo sobre los guanacos, con las bolas al vuelo por encima de la cabeza, el indio de la ‘pampa'." No queriendo detenerme en otros regionalismos que en los de la epicidad libertadora, preferimos ir sin rodeos al discurso de Martí "Madre América", desde que exclama preguntando: "¿Qué sucede de pronto, que el mundo se para a oír, a maravillarse, a venerar? ¡De debajo de la capucha de Torquemada sale ensangrentado y acero en mano, el continente redimido! Libres se declaran los pueblos de América a la vez…", hasta que concluye: "¿Adónde va la América, y quién la junta y guía? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola."

Terminada nuestra sesión martiana, nos sorprendió el numeroso grupo de estudiantes que nos acompañaban, y que, ya en el cercano hotel, nos pidieron licencia para organizar una cariñosa cena común, convivio y ágape sobre el que escribí, entre otros, estos versos:

Eran jóvenes, sí, con el murmullo
de su conversación americana
en la noche del Sur, cosa que brilla
como la plata al fondo de la pena,
y ofrece copas, risas.

De pronto supimos algo electrizante: que en un piso alto del edificio de la esquina había nacido Ernesto Guevara de la Serna. Sólo había que asomarse a la calle para ver el aposento iluminado. Fuimos. Por eso aquellos versos, "Noche de Rosario", terminaban: "Las miradas llegaron a ordenarse en una esquina de la alta madrugada. Éramos todos. No hubo ausentes."

Recordé entonces las palabras de José Lezama Lima, publicadas en Casa de las Américas en ocasión de la muerte del Che, donde lo llamaba "hombre de todos los comienzos". Recordé que la noticia de su muerte, según lo cuento en mi novela De Peña Pobre, significó el paso decisivo de mi nacimiento como revolucionario militante en el corte de caña. Recordé lo que ya entonces recordaba, que "su lugar en la Revolución tenía algo más parco, más severo, discretamente impar". "Sí, recordaba su voz que en el fondo de su cauce tenía como un arrastre doloroso, una cadencia en la que el jadeo asmático y la indignación infinita se fundían en un tono de madera veteada natural, de cuero curado a la intemperie, de materias naturales y nobles. Recordaba el estilo escueto de sus discursos, la desnudez de sus pronunciamientos, el cáustico de sus críticas, la intransigencia de sus ojos, fuego vehemente donde ardían los simuladores." Y comprendí que si estábamos allí, en Rosario, no era por azar, sino por ese destino de incesante nacimiento que acompaña al Che hasta su muerte, de la que había nacido para siempre.