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Bochornoso camino

La comercialización y el profesionalismo llevan al deporte por un bochornoso camino. Más allá de que buena parte de los grandes resultados deportivos tienen tras de sí la sospecha del doping, la creciente compra de atletas por parte de las naciones más ricas hace más desleal y excluyentes las competiciones deportivas.

Víctimas de la ola neoliberal fondomonetarista, que les impide destinar recursos suficientes a la actividad deportiva, las naciones del Tercer Mundo ven perder a sus mejores talentos atrapados por las fauces del dinero que le ofrecen en los países con más recursos.

El reciente mundial de atletismo nos pintó con exactitud el desolador panorama. Una atleta nacida en Sierra Leona le dio el primer oro a Francia en el campeonato; un kenyano corriendo por Qatar alcanzó el triunfo en los 3 000 con obstáculos; la competencia masculina de pértiga trajo un rosario de nombres exsoviéticos ahora bajo pabellones de otras nacionalidades.

Estados Unidos es la meca de la piratería de atletas. En los recientes Juegos Panamericanos de Santo Domingo, el país del Norte obtuvo 22 medallas de oro gracias al talento de deportistas nacionalizados. Por cierto, que la competencia de tenis de los Panamericanos parecía más bien una edición de los Juegos Asiáticos, por la cantidad de nombres de ese continente que llenaron las nóminas de Estados Unidos, Canadá, República Dominicana y otras naciones.

Las más reciente muestra del intento de las grandes potencias de dominar el panorama deportivo mundial a través de la compra de atletas se da en el ajedrez.  En el  Torneo Continental de Las Américas de Ajedrez masculino, celebrado hace unos días en Argentina clasificaron 7 trebejistas de la región para el próximo campeonato mundial del juego ciencia. Cuatro de los clasificados provenían de los Estados Unidos, pero sus nombres delatan su real procedencia: Alexander Goldin, Yuri Shulman, Alexander Onischuk e Hikan Nakamura.

Ahora acaba de finalizar en Venezuela el II Torneo Continental femenino y su ganadora y única clasificada al Mundial es la Gran Maestra georgiana Rusudan Goletiani, quien compitió bajo la bandera norteamericana.

Cuba, que constituye excepcional ejemplo de nación pobre que se codea con lo más selecto de la élite deportiva mundial, ha tenido que sufrir el robo pérfido y grosero de talentos deportivos forjados gracias a la Revolución, que ha potenciado el deporte, y un pueblo que sustenta con su sudor un sistema deportivo exitoso. El asedio a los atletas cubanos en cuanta competencia participen tiene caracteres escandalosos.

Algunas autoridades del Comité Olímpico Internacional y de las Federaciones Internacionales han planteado su inconformidad con el fenómeno de la compra de atletas. Varios países han protestado por este sucio negocio en diversos foros deportivos internacionales.  La Federación de Atletismo de Kenya acaba de hacer público la pasada semana su desacuerdo con la fácil naturalización de atletas locales en otros países.

Mas este es el resultado de la desigual e injusta distribución de la riqueza en nuestro mundo, que privilegia a individuos y naciones, mientras excluye a la mayoría. El problema va más allá de lo meramente deportivo.