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Gladys Marín: Los Gobiernos de la transición han administrado el modelo impuesto por Pinochet"

  Gladys Marín  

Cuando en el mundo entero los pueblos recuerdan y evocan los principales momentos del Gobierno de la Unidad Popular y la brutal reacción que provocó en los diferentes polos de poder político y económico tanto dentro de ese país como en Washington, Gladys Marín, secretaria general del Partido Comunista de Chile y una de las protagonistas de aquella democracia popular nos ofreció sus puntos de vistas sobre cómo se gesto y por qué aquella asonada fascista y cuál es la deuda que los gobiernos civiles que sucedieron a la dictadura tienen con el pueblo chileno.

-¿Cuál fue el significado histórico para Chile y América Latina del gobierno de la Unidad popular encabezado por Salvador Allende?

-El Gobierno de la Unidad Popular fue el más democrático que ha tenido la historia política de Chile. Como nunca antes, el pueblo tuvo una activa participación en la construcción de un proyecto de país, de una sociedad donde el ser humano era el centro y motor del desarrollo. Fue precisamente esa multitudinaria voluntad de cambio real la que provocó la rabia irracional de la reacción interna y del imperialismo norteamericano.
La visión histórica, la esencia profunda de los ideales que sustentaba el presidente Salvador Allende, generó una profunda identificación entre el pueblo y el gobierno popular. La Unidad Popular se transformó en un momento histórico de enorme significación y atrajo desde el primer momento la mirada de los pueblos de América y el mundo hacia este proceso que, más allá de la circunstancia electoral que lo situó en La Moneda, implicaba un avance determinante en la lucha por la liberación y autodeterminación de los pueblos.
Chile inició un proceso de emancipación que unía la recuperación de sus riquezas, el desarrollo nacional y la integración americana, a una concepción de profunda solidaridad con todos los pueblos del mundo, de condena a la intervención imperialista y por el respeto a los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos.
El presidente Allende llevó adelante su programa de gobierno que provocó grandes transformaciones a pesar de haber permanecido sólo tres años. El compromiso político de las cuarenta medidas, que buscaban una distribución más justa de los ingresos, la garantía de los derechos civiles de los ciudadanos, la transparencia de la gestión pública, el desarrollo y acceso a la cultura, el derecho al trabajo; en definitiva, la mejora de la calidad de vida de los chilenos y chilenas, fueron cumplidas casi en su totalidad durante el gobierno popular. Se respondió a plenitud a las esperanzas de millones que veían con orgullo que no sólo eran depositarios del esfuerzo de un gobierno que les pertenecía, sino que (y ahí está uno de los valores más importantes) además eran actores principales en la concreción de esa esperanza.
La unión de todos estos aspectos y el carácter profundamente democrático del gobierno popular, fueron los factores de atención que se generó en el resto del continente. Y esa admiración despertada por la altura de estadista del compañero Presidente, se mantiene hasta hoy, supera la barrera de las generaciones y despierta mayor interés y simpatía.

 Ese es el primer juicio de la Historia. Ni la mentira ni el escarnio que desplegaron los propagandistas del fascismo pudieron borrar una huella que está destinada a permanecer y a inspirar nuevas jornadas que conduzcan a levantar, una vez más, la lucha por una sociedad más justa.

A su juicio, ¿qué razones externas e internas motivaron la consumación del golpe militar fascista?

Pasados treinta años del golpe fascista, nadie puede negar que éste nació de una conspiración fríamente planificada, urdida desde la primera hora en contra del gobierno popular.

El golpe fue planificado y financiado desde Estados Unidos con participación de la CIA y del Departamento de Estado norteamericano.
La sola posibilidad de que un gobierno popular exitoso pudiera inspirar otras experiencias similares en los países vecinos aterraba a Nixon y a Kissinger. Este último, en una muestra inconfundible de su concepto de "democracia", calificó al pueblo de Chile de "irresponsable" por haber elegido a Allende y con él a una alternativa de independencia y autodeterminación.
La nacionalización del cobre, la profundización de la Reforma Agraria, la creciente participación del pueblo en la construcción de su futuro, fueron también factores que inflamaron el odio de los sectores reaccionarios que, generosamente auspiciados desde EEUU, fueron generando las condiciones para dar el golpe y provocar un genocidio que ha sido condenado por todo el mundo.

Los antecedentes de instituciones de variado signo, incluyendo el Senado norteamericano, prueban que el desabastecimiento, los atentados y sabotajes terroristas, la guerra psicológica y la violencia, fueron provocados por organizaciones de derecha financiadas por multinacionales norteamericanas, con el objetivo de crear condiciones para el golpe de estado.

-¿Podría la Unidad Popular, en medio de la situación que se había conformado, evitar o incluso frustrar el levantamiento castrense?

-La Unidad Popular recorrió el camino que correspondía hacer. Un gobierno de sus características se debía afirmar precisamente en la participación democrática del pueblo. El golpe fue la consumación de una larga serie de hechos terroristas, de un complot cuyo origen es claro y reconocido.
 De hecho, sólo la fuerza de la participación y la movilización organizada del pueblo permitió al Gobierno Popular enfrentar el proceso de desestabilización que se comenzó a desarrollar desde el mismo instante del triunfo, con el asesinato del Comandante en jefe el Ejército, René Schneider, y más tarde continúa con los asesinatos de Edmundo Pérez Zujovic y del Edecán del Presidente Allende; la especulación, el acaparamiento y el mercado negro; el sabotaje y los atentados terroristas que llegaron a tener en los últimos meses una frecuencia de 24 al día.
Sólo el poderoso movimiento de participación popular, alcanzó por momentos características de poder popular, como durante los 26 días del paro de Octubre de 1972, en que los trabajadores, estudiantes, pobladores y otros sectores populares organizados y movilizados  asumieron en la práctica el control de la producción y la distribución de productos y mercancías.
La UP intentó constantemente un acuerdo con la Democracia Cristiana. Sin embargo, como dice Joan Garcés, "la decisión de acabar con el gobierno de Allende en 1973 es una decisión que afectaba sin duda a los chilenos, pero que buscaba hacer un escarmiento con efectos mucho más allá de Chile, para que fuera leído por aquellos  que en Europa y América Latina pensaban entonces que tenían la libertad para elegir libremente su forma de gobierno".

-¿La situación política interna de Chile hoy en día, refleja o arrastra aún las consecuencias de los años de dictadura militar?

-El Chile que vivimos, a treinta años del golpe fascista, refleja el carácter de la negociación que dio forma a la salida de la dictadura y la instalación de gobiernos de transición que no han hecho otra cosa más que administrar el modelo político, económico y social impuesto por la dictadura de Augusto Pinochet.

A doce años del inicio de esta menguada transición, la Constitución política sigue siendo la que impuso Pinochet a través de un fraude monumental. El sistema electoral está basado en la exclusión de importantes sectores del pueblo y en la permanencia de instituciones antidemocráticas como  los senadores designados y vitalicios.
 Además, se ha impuesto la llamada política de los consensos, que no es más que el pacto entre la Concertación gobernante y la derecha heredera de la dictadura, para mantener y administrar el modelo imperante.
Pero, sin duda, la deuda principal está en el tema de los derechos humanos. La impunidad, que tuvo su máxima expresión en los esfuerzos de la Concertación por repatriar a Pinochet, tras su juicio en Londres, y que también se demuestra en la fracasada Mesa de Diálogo y en la propuesta del presidente Lagos, es el reflejo de la nula voluntad política por resolver este drama y por conseguir la Verdad y la Justicia, condiciones irremplazables para reconstruir la verdadera convivencia en nuestro país.

-¿Cómo ve a la América Latina 30 años después del golpe?

-El continente ha vivido décadas de enorme trascendencia y de hondo dramatismo. En estos treinta años se desató la más cruel represión contra el movimiento popular. Las dictaduras militares auspiciadas por Estados Unidos crearon un polo de terrorismo de Estado que abrió un capítulo de asesinatos, desapariciones y torturas que buscaban el exterminio de cualquier proyecto de cambios profundos en nuestro continente. De la misma manera, el movimiento popular, la resistencia de los pueblos y sus organizaciones condujeron a la movilización de millones que terminaron con esas dictaduras, que reconstruyeron, poco a poco, la democracia, aun cuando la intervención norteamericana generó un proceso de transiciones cuyo signo ha sido la mantención del sistema impuesto.
Sin embargo, la historia de los últimos años tiene un significado profundo. La esperanza resurge con mayor fuerza gracias a ejemplos tan concretos como lo sucedido con la Revolución Bolivariana en Venezuela; con el levantamiento popular en Argentina; en Bolivia, en Arequipa; con el triunfo electoral de Lula, en Brasil.
Los pueblos están expresando con claridad su rechazo al imperialismo, al neoliberalismo y a los intentos anexionistas de EE.UU.
No cabe duda que, en todo este proceso,  un ejemplo de primer orden lo constituye la Revolución Cubana, polo de dignidad y resistencia a la agresión norteamericana
Cuba es una bandera de la ética en la política. Es la mejor demostración de la identificación entre gobierno y pueblo, unidos en la misma determinación de construir una sociedad donde el ser humano es el motor del progreso y principal constructor y destinatario de sus logros.
Toda la situación que se vive en estos momentos en América Latina demuestran que es posible construir un mundo mejor. En la determinación y la unidad de los pueblos está la principal semilla para su liberación.

-Durante estos años el neoliberalismo ha utilizado el ejemplo de Chile como viabilidad del esquema neoliberal, ¿se corresponde esto con la realidad?

-En Chile el modelo neoliberal se ha aplicado con la mayor crudeza y ortodoxia. Nuestro país posee los peores índices de distribución de los ingresos. Los grupos económicos han prodigado de este sistema, alcanzando los más altos niveles de concentración de la riqueza.
Mientras los gobiernos de la Concertación se jactan de los índices macroeconómicos ante el mundo, la realidad diaria de los chilenos es cada vez más dramática.
El trabajador chileno está sometido a condiciones cada vez más duras, con una legislación laboral que niega sus principales derechos, con jornadas de trabajo que exceden largamente a las de otros países, expuesto a enfermedades laborales y a la violación de sus derechos sindicales de manera cotidiana.
Chile es presentado como un paraíso para los inversores extranjeros, pero esto a costa de la entrega de las principales riquezas a las manos transnacionales y a la pérdida de grandes recursos naturales para beneficiar los intereses de las grandes corporaciones.
La reciente firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos se constituye en un peligro de enormes dimensiones para nuestra soberanía y para la economía nacional, la destrucción de la mayor parte de la pequeña y mediana empresa y la privatización de las grandes empresas del Estado.
Aun cuando Chile sea puesto como ejemplo de la viabilidad del sistema neoliberal, debemos partir de la certeza que el neoliberalismo no es viable para ningún pueblo.

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