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Fallece Haydee Díaz Ortega, directora fundadora del Memorial José Martí

Haydee Díaz Ortega, 21 de julio de 2015. Foto: Agustín Borrego Torres/Trabajadores.

La directora fundadora del memorial “José Martí”, Haydee Díaz Ortega, con una hoja de servicios a la Patria que la distinguen entre las más consagradas mujeres de la generación histórica, acaba de fallecer en La Habana, a los 93 años.

Destacada combatiente y militante comunista –prácticamente desde la adolescencia–fundadora del MININT, donde alcanzó los más altos grados y reconocimientos y durante más de 20 años directora del memorial a Martí, a propuesta de Fidel.

Haydeé será recordada por sus compañeros y amigos por su consagración, humildad y entrega callada a la Revolución. Por decisión personal y familiar, su cadáver será cremado y se le rendirá homenaje en ceremonia privada.

Una mujer y su pasión sin límites

“No tendré nunca cómo agradecerle al Comandante el haberme seleccionado
para venir a este lugar”, expresó Haydée. Foto: Cortesía del Memorial José Martí.

Haydee Díaz Ortega es como un cofre que guarda un hermoso tesoro. Cuando habla, deslumbra la plenitud de su vida, tan llena de momentos trascendentes que hacen admirar a esta cubana; siempre con una pasión sin límites por la Revolución.

Era una jovencita cuando se adentró en la lucha clandestina, fue fundadora de los Órganos de la Seguridad del Estado del Ministerio del Interior (MININT), primera mujer en recibir los grados de coronela en ese cuerpo armado y única viceministra en la institución.

Con 89 años de edad —recién cumplidos el 26 de julio de 2015—, aún se siente con energías y lucidez para seguir trabajando. Sentada frente al buró de su oficina en el Memorial José Martí, el cual dirige hace 20 años, rememora con sencillez su vida y sonríe llanamente ante aquellas cosas que todavía le parecen increíbles.

El sentido de justicia que la caracterizó se expresó siendo aún una niña, cuando vivía en La Habana Vieja. Recuerda que en su cuadra solo había tres o cuatro casas de familia de la clase media, pero la mayoría de los habitantes era gente humilde. Vio cómo su madre dio de comer a muchos, que tocaron la puerta buscando algo con que aliviar el hambre; también compartieron los juguetes con los niños del barrio. “A mí me llamaba la atención que el Día de los Reyes, a nosotros nos regalaban juguetes de todo tipo y yo le decía a mí mamá, ¿por qué los reyes magos no les traen nada a ellos si son buenos? Era algo que desde la sensibilidad me molestaba”.

Fue en el Instituto de La Habana donde se despertó su amor por la obra de José Martí; allí visitaba la biblioteca y estudiaba los cuadernos del Maestro. También en el centro afloraron las contradicciones, pues ella, que era una muchacha de formación religiosa, al estudiar Historia, no entendía las cruzadas desatadas por el clero. “Fui perdiendo mi creencia en la religión y realmente me convertí en una atea”, aseveró.