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Cada 52 minutos ocurre un accidente en Cuba

Más de la mitad de los reportes de accidentes ocurren por la colisión de los vehículos en marcha. Foto: Oscar Salabarría.

¿Cuánto puede cambiarte la vida en 52 minutos? Es justo el tiempo que transcurre, según expertos en este tema en Cuba, entre un siniestro de tránsito y otro.

La diferencia entre ser o no lesionado del «azaroso» evento la ponen en esa cuenta ocho escasos minutos más, en tanto cada una hora alguien sale lastimado, en cualquier punto de la geografía cubana, en los llamados accidentes.

Ya lo dice la sabiduría popular, nada tiene que ver el azar, y sí ese modo «temerario» con que en más de una ocasión asumimos los riesgos.
Cada 13 horas, una persona muere en uno de estos hechos.

Antonio Bazán Almarales lo sabe bien. No imaginó lo que sucedería aquel día lluvioso, cuando junto a su hermano decidió salir de casa a «tomar unos tragos».
«Él pensó que le daba tiempo a cruzar, pero no… venía una guagua en ese momento y nos impactó. Yo perdí la pierna izquierda completa y mi hermano falleció en ese accidente», cuenta con voz entrecortada.

«A los seis meses me pusieron la prótesis y comencé un año completo de rehabilitación, difícil porque la prótesis molesta, te pela, te caes, no tienes apoyo… en fin, una serie de cosas que si no encuentras la convicción no lo logras. Con la dedicación y confiado en que sí puedo caminar, que sí voy a adelantar, se pudo. Gracias a la prótesis pude caminar, montar bicicleta y comenzar a trabajar», explica Antonio.

Agradece la oportunidad de recomenzar, pero ese día lo marcó para siempre.

Este es apenas uno de los cientos de testimonios que ha documentado la Comisión Nacional de Seguridad Vial. Podríamos hablar también de la historia de Eliadis Perulera Sánchez, de aquel «susto de muerte» cuando, con cinco meses de embarazo, chocó con una vaca mientras iba en la moto junto a su esposo, y bajando una pendiente.

«Él tuvo fractura de cráneo, un derrame cerebral y se afectaron los movimientos de su lado izquierdo. Yo tuve unos raspados y por suerte no perdí la barriga... Lo mío fue como un milagro y él, aunque fue el que más sufrió, está vivo».

Una segunda lectura de estas historias puede colocarnos frente a una única palabra: responsabilidad, que puede alternarse con precaución. En algún punto de cualquiera de estos relatos –incluso los no contados, o los que asaltan las planas noticiosas con más frecuencia de la que quisiéramos– ese binomio falló.
Falla en el mensaje que se intentó «textear» mientras se conducía; en el exceso de velocidad; el irrespeto al derecho de vía de otros conductores; en no cruzar las calles con el debido cuidado, en esa distracción que propiciamos, en el mal estado de aquella carretera…

Falló en los 10 070 siniestros viales registrados en 2018, que arrojaron la lamentable cifra de 683 fallecidos y 7 730 lesionados.

Los datos apuntan que los números de estos hechos y sus consecuencias disminuyen discretamente respecto al año 2017: en un 10 % los reportes de accidentes, en un 9 % las víctimas fatales y en un 3 % los lesionados.
En esa noria fatal, cualquier disminución en las cifras alivia, pero no deja de sobrecogerte la incertidumbre de los próximos 52 minutos. Y aspiras a que estas líneas sirvan para que conductores, pasajeros y peatones, cuiden más sus vidas y las de los otros.

(Tomado de Granma)