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Inventivas

NO NOS VAN A JODER, decía mi abuelo en referencia a los yanquis, mientras prensaba laboriosamente los pequeños frutos de la mata de corojos, para extraer una porción de aceite destinado a la confección de la comida. Corría el año de 1991 y después que el campo socialista se había ido a bolina, el país entraba en las etapas más profundas del periodo especial, enemigos de antes y de entonces (los mismos de ahora) se frotaban las manos.

El “viejo” como le decíamos con cariño, levantaba una masa de madera dura y la rechinaba contra la cáscara resistente del fruto, luego riendo, me decía: OTRA VEZ EL COROJO, SE REPITE LA HISTORIA, DESPUÉS QUE ALGUIEN NOS PROPONE RENDICIÓN –COMO BALMACEDA– NOSOTROS RESPONDEMOS ROMPIENDO EL COROJO.

Había que salir adelante, no teníamos entonces otra alternativa ni la tenemos ahora, el destino de Cuba es un asunto radical, o somos dueños o se adueñan de nosotros y si nos ponemos a bobear, amanecemos con el país en las mismas condiciones que el pollo que le regalan a los niños, que solo le pertenece a este de nombre, pero cuando al verdadero dueño le da la gana, pues se fastidió el muchacho, no le piden permiso y le comen el pollito.

Yo recuerdo a mucha gente que le metió las neuronas al asunto de la alimentación, lo mismo te fabricaban un chicharrón de unas cáscaras de plátanos, que un hectolitro de caldosa con una sola gallina, usaban la técnica de “la inmersión del ave”, juntaban las viandas y condimentos en una olla grande repleta de agua puesta al fuego y con una roldana hacían descender el “cárnico” que se zambullía unos minutos en el condumio, dejando parte de su sustancia, acto que repetían varias veces en una misma jornada hasta que el animal recordaba aquella nostálgica melodía de la década del 60  “Con tu blanca palidez”.

Recuerdo también a Emeterio, que en aquellos años fue conocido como “tendencia wild” por su permanente envío de bolas al plato, elaboradas preferiblemente de yucas, y a Erenia, apresurando el surgimiento de arrugas faciales en los clientes de su timbiriche especializado en el jugo natural de tamarindo y de toronjas, sin nada de azúcar.

Por aquellos tiempos es probable que hubiésemos estado bien cerca del record mundial en el consumo del Té, infusión que junto al guarapo de cañas, aportaba suficiente combustible para mi querida bicicleta.

Perdimos algunas libritas y casi se nos olvidan ciertos sabores; pero, para satisfacción del abuelo que ya no está en entre nosotros, los que se querían comer el pollo, se tuvieron que conformar con escucharlo cantar convertido en Gallo de Pelea.

(Tomado de La Bicicleta)