El presidente de Brasil encarnado por un vampiro corrupto y el alcalde de Río de Janeiro representado por un espantapájaros marcaron una tendencia de protesta en la fiesta del carnaval carioca, en la primera jornada de desfiles.
En la noche del domingo al lunes, más de 72.000 personas se congregaron en el famoso “sambódromo”, el espacio por el que desfilan las escuelas de samba, donde los festejos se prolongaron hasta el amanecer bajo un calor abrasador.
El colorido y el ambiente de fiesta no hicieron más que resaltar el tono de protesta y malestar que envuelve a la población brasileña en general, cansada de la violencia y de los continuos escándalos de corrupción que sacuden al país.
Uno de los blancos de las críticas más ácidas fue el alcalde de Río, Marcelo Crivella, quien atrajo sobre sí el descontento generalizado, al haber decidido un recorte del 50 por ciento en las subvenciones que se destinan a las escuelas que participan en los festejos.
Agobiadas por la falta de fondos y la crisis económica, las comparsas dependen en buena medida de las subvenciones para poder subsistir.
Crivella recibió una ola de críticas en los últimos días, que lo acusan de querer poner fin a la fiesta popular, debido a sus convicciones religiosas. Los excesos que suelen estar presentes en la fiesta parecen molestar al ex pastor evangélico.
Por su parte, la escuela Paraíso de Tuiti la emprendió directamente contra el presidente Michel Temer.
Leo Morais, un profesor de historia de 39 años de edad, representa al mandatario con aires de vampiro, al tiempo que declara que “las escuelas de samba tienen un rol social. Ellas expresan lo que la gente común siente”.
En la noche del martes, los festejos continuarán con el desfile de la comparsa Beija Flor, que para el presente año se inspiró en la figura de Frankenstein, para representar a un Brasil “víctima de los ataques monstruosos” de la corrupción y la intolerancia.