Helicòptero en labores humanitarias en Dominica. Foto: Sergio Alejandro
Helicópteros militares sobrevuelan la capital de Dominica, Roseau, cada una o dos horas. Transportan enfermos y ayuda humanitaria. La mayoría utiliza como pista de aterrizaje la cancha del Estadio Nacional donde vive una parte de la misión cubana. Hemos visto desfilar banderas de distintos países, pero los black hawk estadounidenses repiten con más frecuencia. Aún así, no alcanzan ni para empezar la recuperación.
La guerra y las catástrofes naturales tienen puntos en común. Domica después de María parece un polígono nuclear. De los bosques nublados solo quedan troncos secos y doblados por el viento. Columnas de humo se levantan de los barrios más humildes en las faldas de las montañas que mueren a orillas del Caribe. Quemar la basura es la única opción a mano para evitar la propagación de enfermedades.
El despliegue de soldados y maquinaria pesada refuerza el escenario de un conflicto bélico.
Exceptuando las bombas y los misiles, casi todo el equipamiento que se emplea para matar podría salvar vidas. Los tanques con esteras accederían a las zonas bloqueadas por deslaves, equipos ingenieros reconstruirían los puentes dañados y los transportes garantizarían el arribo de ayuda por mar y tierra.
La humanidad cuenta con la tecnología y los recursos para enfrentar el cambio climático y los desastres naturales cada vez más intensos. Lo que sucede es que se usan en la guerra equivocada.
(Tomada del Facebook del autor, enviado especial de Granma a Dominica)