La historia del regreso de los restos del Che a Cuba (+ Video)

El 28 de junio de 1997 un equipo de científicos cubanos encontró los restos de Ernesto Che Guevara y parte de sus compañeros en la guerrilla de Bolivia después de largos años de búsqueda y trabajo. El 12 de julio de 1997 llegaban a la Patria aquellos valiosos restos acompañados del comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez.

Dos científicos cubanos que vivieron aquellos acontecimientos, 20 años después fueron invitados para dialogar de sus Historias de Vida en exclusiva con el periodista Randy Alonso Falcón en el espacio televisivo Mesa Redonda de este viernes 7 de julio.

María del Carmen Ariet García (MCAG), licenciada en sociología y doctora en ciencias históricas. Es coordinadora científica del Centro de Estudios Che Guevara, asesora de la cátedra Che Guevara de la Universidad de La Habana, miembro de la Comisión de Grados Científicos de Sociología del Ministerio de Educación Superior, miembro de LASA y del Consejo Editorial de la revista Contexto Latinoamericano. Investigadora y Profesora Titular. Ha escrito para diversas publicaciones cubana y extranjeras y ha compilado varias obras sobre el pensamiento del Che. Participó en el equipo de científicos cubanos que realizó la búsqueda e identificación de los restos del Che y sus compañeros de la Guerrilla en Bolivia.

Jorge González Pérez (JGP), experto forense. Graduado de Medicina en la Universidad de La Habana en 1975. Doctor en Ciencias Médicas por la Universidad Karl Marx de Leipzig, Alemania. Fue director del Instituto de Medicina Legal de La Habana entre 1988 y 2001. Rector de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana del 2001 a octubre de 2015. En la actualidad es director de Docencia Médica del Ministerio de Salud Pública. Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular desde 1998 y presidente de su comisión de Salud y Deporte desde 2003. Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba. ha recibido diversos reconocimientos nacionales e internacionales. Dirigió el grupo de científicos cubanos que realizó la búsqueda e identificación de los restos del Che y sus compañeros de la Guerrilla en Bolivia.

– P: Fueron cinco largos años de búsqueda, pero que tuvo un largo trabajo científico previo, ¿cómo desde las propias ciencias sociales, desde la investigación, se llegó a precisar los lugares por donde había que buscar y darle pistas a los científicos que trabajaría en este empeño?

– MCAG: Para nosotros fue un privilegio haber participado en la búsqueda, sobre todo pensando en que era una tarea irrepetible. Tenía un estudio previo, un doctorado en el pensamiento político del Che, sin embargo, esta tarea rebasa las expectativas. En 1995 llego a Bolivia por primera vez, con el interés de completar lo que me faltaba del contexto histórico en ese país. En ese momento el general Vargas Salinas le da una entrevista al norteamericano John Lee Anderson donde dice que el Che no había sido incinerado, que estaba enterrado en Valle Grande.

Desde 1967 se van tejiendo varias versiones que se agruparon de forma negativa, espontánea, por personas que querían encontrar el lugar, pero no había orden y sí muchas falsedades, porque los militares tenían la necesidad de desaparecer el mito del Che. En esa amalgama en la que no teníamos la certeza de poder encontrarlo comienza mi intervención.

En 1984, cuando se recomponen las relaciones con Bolivia, van Adys y Froilán, quienes logran una investigación muy acabada en la que analizaban el recorrido desde La Paz hasta Ñancahuazú. Con esa investigación comienzo a elaborar el posterior trabajo. A nuestras ciencias sociales, de investigación sociohistórica, se le engarza la metodología que se estaba elaborando en Cuba con otras ciencias que posteriormente intervendrían.

Este fue el logro de nuestro equipo, engarzar e integrar en un análisis multi e interdisciplinario, cosas tan aparentemente contradictorias como la arqueología, la biología, la geofísica y la antropología. Ese fue nuestro verdadero triunfo.

Desde las declaraciones de Vargas Salinas aparece mucha excavación, pero al azar. En Cuba se recompuso el camino a seguir. Desde abril de 1995 comienzan a llegar los cubanos a Bolivia. Nos rotábamos en la medida que el trabajo exigía o pedía la especialidad. Sabíamos que en Valle Grande había 23 guerrilleros enterrados porque el ejército había decidido que todo guerrillero que muriera en combate debía estar enterrado en ese lugar.

Ha medida que el equipo trabajaba en Valle Grande, paralelamente comienzo a trabajar en Ñancahuazú y Camiri. Teníamos información de que ahí debíamos buscar unos doce guerrilleros. El lugar, inhóspito y complejo, en el que todavía quedan respuestas por dar.

Después que viene el Che, Fidel va al Centro de Estudios Che Guevara, allí se da cuenta que me había formado con la Revolución. Fidel nos sintió como los hijos de la Revolución, los científicos que formó la Revolución, capaces de lograr lo que nos encomendó.

– P: Fue una misión tremenda la de dirigir a un equipo compuesto por diversas especialidades durante cinco años, un periodo en el que la última etapa se comportó muy tensa en la que se enrareció el ambiente y el equipo no había encontrado los restos del Che y ya se acercaba la orden de salida del país. ¿Cómo fue la tensión contra el tiempo? ¿Cómo se logró nuclear a los científicos que participaron en ese proyecto?

– JGP: En Cuba se comenzó a buscar los restos del Che y de sus compañeros desde el mismo momento en que se produjo la muerte de cada uno de ellos. Nosotros tuvimos el privilegio de estar en la etapa final en la que se encontraron los restos del Che. Nuestros compañeros trabajaron intensamente. Comenzamos con 13 versiones. Después de entrevistar a más de mil personas llegamos a tener 88 versiones. Pero la investigación histórica fue clave porque fue la que nos dio el orden y la que utilizamos como investigación número uno.

Al tiempo que se estaba conformando la investigación histórica conformamos un equipo multidisciplinario. Comenzamos la última etapa de manera abrupta porque de pronto apareció la entrevista de John Lee Anderson en el New York Times que se convirtió en el boom periodístico del momento. Me llamó el Comandante Ramiro. Conformamos el equipo compuesto por los mejores científicos en cada una de las ramas que eran necesarias. Estudiamos la geología del suelo, la estratificación del suelo, la técnica de búsqueda mediante la sísmica, el georadar, el electromagnetismo, todo lo que fuera posible utilizar que podía ser de la agricultura, del MICONS, todo lo que estuviera disponible en Cuba.

Comenzamos con la metodología científica, discutimos el proyecto, sin mucha publicidad. Inicialmente pedimos 30 días en la negociación con el Ministro de Defensa de Bolivia, que me dio solo siete días inicialmente. Le pedí 25 y él concluyó que diez días era todo lo que disponíamos finalmente. Así comenzó toda la presión final.

Estábamos en Valle Grande, un pueblo pequeño. Llegó un momento en que nos convertimos en parte de ese pueblo. Comenzamos a formar parte de la cotidianeidad y a conocer a todos en el pueblo, incluso a sus familias. Pero, empezaron a aparecer gente rara, y las propias gentes del pueblo nos informaron que había venido gente que averiguaba lo que estábamos haciendo.

En la medida en que empezamos a sentir presión, empezamos a sentir que estábamos en el camino correcto. Así fue hasta el punto de que en mayo nos pararon la búsqueda. Hubo que emitir un decreto para que siguiéramos. El día antes de encontrar los restos del Che, el Jefe de la Seguridad de Estado de Bolivia fue al lugar donde estábamos y nos recordó imperativamente que solo nos quedaban dos días, y que la gente de Miami iba a venir a decir donde estaba el entierro. La búsqueda se convirtió en un problema de dignidad, porque no podíamos permitir que los mismos que lo mataron vinieran a buscarlo.

– P: ¿Qué sintieron en aquel momento del 28 de junio cuando encontraron aquellos restos?

– JGP: En la noche del 27 de junio hicimos una reunión en la que acordamos no dormir más, agotar todas las versiones. Todos los científicos se quedaron aquella noche despiertos agotando la técnica. Ese día, era el segundo que estábamos sobre la fosa del Che. Sabíamos que se había abierto una zanja con buldócer de 3,20 centímetros de ancho, por tanto, la zanja debía tener unos cuatro metros de ancho. Nos habían descrito que cuando el buldócer se movía el chofer casi no se movía. Buscamos al chofer, calculamos su estatura sentado. Concluimos que la fosa debía tener aproximadamente dos metros de profundidad. Y los técnicos añadieron que un buldócer mecánico debía tener entre diez y quince metros de recorrido.

Desde el día 26 buscábamos una zanja al medio, el 27 nos corrimos a la izquierda. El tercer día por plan de trabajo nos tocaba encontrar el entierro por plan de trabajo. Qué casualidad que el 27 vinieran a meternos miedo e intimidarnos, a distraernos a ver si cambiábamos el plan. Pero, cuando uno está seguro de una cosa, tiene que continuar por donde está seguro. Empezamos cuando amaneció a pico y pala y con todas las técnicas antropológicas descritas en la literatura. El 28 aplicamos variante de guerra. Quitamos 150 centímetros de tierra con máquinas. Se estaba construyendo el alcantarillado de Valle Grande y desviamos la retroexcavadora que terminó excavando con nosotros ahí en la fosa.

Una cosa es lo que se decide en la oficina y otra es lo que se decide en el campo. Determinamos excavar 10 centímetros más con la retroexcavadora. Había un frío insoportable. Raspamos diez centímetros más. En ese momento las pezuñas engancharon el cinturón del Che y lo movió.

Fue un momento indescriptible. Quedé petrificado. Si ahí había una osamenta, ahí había un entierro, porque a dos metros de profundidad no tiene por qué haber un hueso humano. Mi compañero Soto baja y los dos vimos diferentes ángulos del antebrazo.

Lo primero que sentí fue un alivio tremendo. Sentí el alivio de llegar y cumplir. Teníamos que hacer guardia en la fosa para que no sucediera nada con lo que había allí. Estuvimos siete días en Valle Grande y siete días en la morgue. En todo ese tiempo, uno tenía que moverse por el frío que había, nos poníamos a imaginar todo lo que pasaría en adelante. Porque ese era un trabajo con una repercusión mundial. Habíamos encontrado héroes, personas que habían dado su vida por un ideal. Aquello tenía una trascendencia emocional desde el punto de vista humano.

Los que escribimos el proyecto, los más de cien científicos de unas 15 instituciones del país que participamos en él, representábamos la ciencia cubana, éramos formados por la Revolución. Fue un logro de la ciencia y técnica cubana, y un acontecimiento mundial.

– P: ¿Por qué María del Carmen Ariet García vincula su investigación, su trabajo científico al pensamiento y la vida del Che?

– MCAG: Es un problema generacional. El asesinato del Che marcó a mi generación. Éramos muy jóvenes, cuando lo vimos al comienzo de la Revolución. Después lo estudiamos y tratábamos de ser como él.

Por azar, quizás, coincido en el trabajo con Aleida. Un día me pide que le ayudara a ordenar los archivos que tenía en su casa con documentación inédita del Che. Un privilegio. Esa aventura que comenzó sentadas en el piso ordenando papeles y rastreando cosas, ya lleva 40 años, que han pasado con un orgullo tremendo. En el 20 aniversario ella se empeñó en que defendiera el doctorado sobre el pensamiento político del Che con parte de la información. Ella ha sido la que ha estado al frente de la transcripción de todo, porque la letra del Che no es fácil.

Sistematizamos toda esa información que es la razón de ser del Centro de Estudios del Che Guevara. A esa documentación la han dado el título de incluirla dentro del Programa de la Memoria del Mundo. En esos documentos vi la crítica que le hacía a la Economía Política, vi la capacidad y la vocación que lo caracterizó y como fue pronosticando los problemas del socialismo, y la necesidad de detener todas sus deformaciones. Eso asombra. Nos dimos cuenta que estábamos en presencia de un hombre de una dimensión superior. A los 17 años empezó a hacer un diccionario filosófico en cuadernos. Un hombre que no perdió capacidad de reflexión.

Fernando Martínez Heredia una vez me refutó: debías callarte, porque tú has hecho dos cosas que son envidiables, una el haber encontrado y ordenado toda esta papelería y después los restos del Che.

– P: Fue un encuentro o una casualidad privilegiada, respaldada por una obra científica, por un trabajo perseverante y por el resultado de todos esos libros e investigaciones a las que ahora podemos acceder. Entre los trabajadores del Centro de Estudios del Che Guevara han sido una familia. Su relación con Aleida tiene varios años, y la familia Guevara es parte de su familia también, ¿cómo es esa interrelación con los jóvenes? ¿cuál es el mayor placer que tiene como mujer y como persona?

– MCAG: Aleida es mi hermana mayor. Empecé a dar clases con 21 años a dar clases en la universidad. La identificación con muchos jóvenes nutre. Se siente una enorme satisfacción cuando me consultan. Me aprecian, me quiere, me invitan a cosas que no me tocan por la edad, pero siempre me tienen presente. Esas cosas alimentan para vivir en paz y nos da el orgullo de que algo hemos hecho, algo vamos a dejar. Esa es la labor fundamental de la cual me siento muy complacida. Tengo a los jóvenes del centro, a la familia de los Guevara y a los demás jóvenes que me ha tocado formar. En todos he depositado la enseñanza y la convicción de lo que tenemos que hacer.

Esa es la virtud que tiene la pedagogía. Con 21 años daba clases de Historia de la Filosofía y ni yo misma me lo creía.

En el equipo científico de la búsqueda del Che yo era la única mujer. Y mis años de experiencia me sirvieron para llamar al orden en ocasiones. Hicimos una buena empatía. Seguimos siendo compañeros. El equipo en su totalidad funcionó con integración, de la misma manera que el proyecto se hizo con esa concepción integral, así funcionamos. Cada uno de nosotros teníamos la convicción de que debíamos dar lo mejor en cada una de nuestras especialidades, pero que no era un problema de protagonismo individual, sino era un trabajo de equipo.

– P: Has tenido la posibilidad de ver la papelería del Che. Has sacado a la luz sus escritos y pensamiento. ¿Todavía nos queda por seguir conociendo del Che?

– MCAG: Todavía falta. He tratado de ordenar temáticamente la obra del Che, pero no se agota del todo porque hay mucho que indagar. Cuando nos dieron el enunciado del Programa de la Memoria del Mundo, una de las cosas que recomendaba la UNESCO era que promoviéramos y les entregáramos las copias de los facsimilares porque ellos consideraron que la colección que tiene el centro es la más importante que existe en el mundo. Eso es logro del trabajo que hemos hecho. La cifra de la cantidad de documentos no se cierra porque donde menos uno se lo imagina hay un documento. Hay ministerios que tienen documentos que no lo entregan porque creen que les pertenece en señal de respeto y amor al Che. Acercarnos y saber dónde están esos documentos ya es un punto a favor. Hemos publicado algunas cosas ya. Nos falta por completar los papelitos, la complicidad entre amigos, como la del Che y Fidel.

– P: Cuando el doctor Jorge llega a la búsqueda y encuentro de los restos del Che ya tenía una trayectoria científica importante y era uno de los más reconocidos forenses del país. ¿Por qué te dedicas a la medicina forense? ¿Qué era lo que te atraía de esa especialidad?

– JGP: No pensaba se Médico Forense. Iba a ser Clínico. Estaba comenzado el desarrollo de la terapia intensiva, pensé ser intensivista. Estaba valorando ser siquiatra, pero lo imaginaba con una onda policiaca de siquiatría forense. Pero surgen las especialidades anémicas en las que casi no había especialistas. Era el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en el Calixto García. Después fui Secretario de la FEU. Tenía que dar el ejemplo. Yo no podía pedirle a los demás que se motivaran por aquella especialidad nueva si yo no daba el paso al frente. Decidí entonces coger Medicina Legal para dar el paso al frente. La edad promedio de los profesores de Medicina Legal en aquel entonces era de más de 70 años.

En un inicio mis compañeros se burlaban de mí. Cuando empiezo la especialidad tengo que comenzar a estudiar alemán porque en Alemania tenían un amplio desarrollo de la medicina legal. Ellos se reían de mi decisión. Después yo me reía de ellos porque hice el doctorado en Europa. Pero eso era en broma porque cada uno en lo suyo.

– P: ¿Qué reto representó dirigir el Instituto de Medicina Legal?

– JGP: Empecé en el campo Toxicológico de la Medicina Legal. Logramos abrir el departamento forense del Instituto de Medicina Legal. Mi tesis doctoral fue la influencia del alcohol en los accidentes de tránsito, una investigación que extendí a la influencia del alcohol en la muerte violenta en general. En Cuba uno de cada tres personas que mueren por muerte violenta tiene influencia alcohólica en el momento del hecho. Uno de cada tres que mueren en la playa es por influencia alcohólica. Igual pasa en los accidentes de tránsito. En el homicidio pueden llegar ser uno de cada dos. En eso hice mi especialidad en toxicología forense.

Soy una persona operativa. No me gusta estar sentado en una oficina, contrario a lo que hago hoy. Me gusta la actividad, el lugar del hecho, me especialicé en el trabajo en la escena del crimen, en lo que es el manejo masivo de cadáveres en situaciones de desastre. Llegué a colaborar en capítulos de libros sobre el manejo masivo de cadáveres, que convirtieron a Cuba en referencia por la experiencia de trabajo. Tuvimos en 1989 un accidente aéreo de un avión de Cubana que dejó más de 150 fallecidos. Lamentablemente eso nos permitió perfeccionar el manual que estábamos escribiendo.

– P: Esa trayectoria le ha proporcionado vivir momentos únicos. Encontrar al Che fue su momento extraordinario. Pero usted también fue invitado a la exhumación de los cadáveres de Simón Bolívar y de João Goulart en Brasil

– JGP: Cuando se fue a realizar la exhumación de Bolívar, Hugo Chávez pidió asesoría de Cuba.  Tuvimos el honor de estar en ese momento. Era algo medio secreto. Nos entrevistamos con Hugo Chávez y tuvimos la posibilidad de ver su dinámica. Y él mismo fue el que hizo pública mi presencia en Venezuela. Tuve el honor de entrar junto a él a ver por primera vez los restos de Simón Bolívar.

En Brasil se iba a hacer una investigación histórica de João Goulart, porque se pensaba que podían haberlo envenenado. Incluso hay un autor confeso que dice haberlo envenenado. Se pidió un grupo de peritos internacionales, y fue la familia del propio João Goulart quien pidió que fuera un cubano. Estuve en aquella exhumación. Primero se realizó el trabajo operativo de la exhumación y después una investigación histórica y toxicológica con peritos de España, Portugal, Argentina, Uruguay.

– P: En 2011 se convierte en el rector de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. ¿Cómo fue ese paso de la práctica cotidiana a la docencia? ¿Cómo viviste aquellos años de la Universidad? ¿Y cómo te va ahora al frente de la Dirección de Docencia Médica del Ministerio?

– JGP: Estaba haciendo una exhumación importante en el Cementerio de Colón. Me van a buscar porque me estaban llamado por teléfono. Voy a la administración del Cementerio. Era el Comandante en Jefe el que me estaba llamando. Me empieza a dar explicaciones, me hace preguntas. No entendía lo que estaba pasando. Hasta que el Comandante me dice: te voy a dar una tarea pedagógica. Me fui para Bolivia porque todavía estaba cumpliendo una misión en Bolivia. De repente en Bolivia me dicen que yo era el rector del Instituto Superior de Ciencias Médicas.

El primero de junio de 2001 el Comandante me mandó a buscar y en el Palacio de Convenciones me dio la tarea, me dio todas las instrucciones. Hizo énfasis en la formación de los jóvenes. Vincularlos a las tareas. Aquello me lo pedía el Comandante en medio de la Batalla de Ideas.

Nosotros en medio de la selva en Bolivia teníamos una radio de comunicaciones y nosotros sintonizábamos la Mesa Redonda. Yo no sabía ni quien era Randy Alonso. Y cuando vine para acá ya el país estaba en la Batalla de Ideas, después los sucesos con Elián. Estando en Camiri monitoreaba las noticias que podía escuchar por la radio. Llegué a Cuba y tuve que cambiar hasta la forma de vestir. No me podía poner pullover, botas, pitusas. Empecé a ponerme mangas largas a cambiar el discurso.

Me alegro de la tarea que me dio el Comandante. Aprendí muchísimo siendo rector. Fue una oportunidad increíble. Yo hubiera preferido seguir en Medicina Legal. Pero esto ha sido lo que me ha tocado y lo cumplo como mismo cumplí con la búsqueda de los restos del Che.

– P: Un hombre con los pies en la tierra. Debate con combatividad en el Parlamento por muchos de los problemas que nos quedan por enfrentar. ¿Cómo es esa dinámica suya de no dejar de pensar en el pueblo estando en lo más alto de la ciencia, y no dejar de pensar en lo que tenemos los cubanos por delante?

– JGP: En eso me ha ayudado mucho la vida. Soy de familia humilde. De Jovellanos. Soy diputado a la Asamblea Nacional por San Miguel del Padrón, un pueblo que vive con los pies puestos en la tierra. Son elementos fundamentales que me permiten hacer las cosas como las hago.

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