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La Ballena Azul: el juego donde morir en la vida real es el objetivo

Canal USB-17

Surgió como una peligrosa broma o quizás como una venganza personal de un hombre desequilibrado, pero enseguida le dio la vuelta al mundo y justo ahora despierta las alarmas en buena parte del planeta. La Ballena Azul, el nombre del macabro juego que se presume está detrás de una ola de suicidios de adolescentes en más de una decena de países, cobra fuerza en las redes sociales y muestra la cara menos privilegiada del uso descontrolado de Internet.

Nacido en Rusia y divulgado en el planeta a través de redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter o WhatsApp, su mecanismo resulta simple pero en extremo riesgoso. Una vez que el participante entra a uno de los grupos cerrados promotores del juego, se le asigna un administrador o “curador” encargado de orientarle durante los próximos cincuenta días las tareas a realizar y recopilar las fotos o videos enviados como prueba de su cumplimiento. Para dar a conocer el desafío de la jornada, los “curadores” mandan mensajes a las 4.20 de la mañana con diferentes hashtags como #ballenaazul, #mardeballenas o #EstoyEnelJuego.

Entre los retos aparecen levantarse de madrugada a mirar películas de terror, cortarse el labio, subir a lugares altos y permanecer allí por varios minutos, tatuarse con un cuchillo la figura de una ballena o pincharse la palma de la mano muchas veces con un alfiler. Poco a poco los desafíos van aumentando en peligrosidad, hasta que el último de ellos consiste en quitarse la vida saltando de un edificio alto, delante de un tren o ahorcándose.

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Una ballena fatídica en los océanos digitales del planeta

El tema de los grupos de la muerte en Internet salió a la luz a mediados del pasado año, cuando la periodista rusa Galina Mursalieva publicó en el diario Novaya Gazeta una investigación sobre el suicidio de alrededor de 80 niños, supuestamente vinculados a páginas de este tipo en la red social Vkontakte, similar a Facebook. Sin embargo, algunos días después el sitio digital Snopes, dedicado a validar o desmentir noticias, dijo que no encontró una relación directa entre las muertes de menores y el juego. A una conclusión similar llegó también el rotativo estadounidense BuzzFeed News, mediante un reportaje donde demostró cierto sensacionalismo en el material publicado sobre el tema.

Aun así, todos coincidían en la existencia de los grupos y en el peligro que representan para la sociedad. Con esos precedentes, en noviembre de 2016 la Policía de Rusia detuvo a Phillip Budeykin, un joven estudiante de tercer año de psicología, creador de La Ballena Azul y acusado de incitar al suicidio a 15 adolescentes a través de uno de los grupos administrados por él.

Según declaró al sitio web saint-petersburg.ru, el juego comenzó a funcionar desde 2013 bajo el nombre de #F57 como una manera de “limpiar la sociedad de personas sin ningún tipo de valor”. Sin embargo, no fue esta su afirmación más fría e inhumana. Cuando se le cuestionó el porqué de la macabra idea, respondió con una sentencia que muchos medios de prensa citan todavía como muestra de su perversión: “Sí, lo hice, y murieron felices. Les di lo que no tienen en la vida real: calidez, comprensión y comunicación".

La captura de este hombre no impidió la propagación del juego, que pronto llegó a otras regiones como Kirguistán, Kazajastán y Ucrania. Luego, el creciente tráfico de información, la interconexión digital y el amplio protagonismo de las redes sociales en la vida de las personas permitieron su divulgación a nivel mundial. Por las propias características de su funcionamiento, así como de los contenidos existentes en Internet, no resulta necesaria la presencia de un único grupo o administrador para mantenerlo vital y prácticamente cualquier persona puede reproducirlo y crear un espacio en la red para ponerlo en práctica.

Ante la situación, ya diversos países toman cartas en el asunto. Por ejemplo, hace escasos días el Ministerio Público Fiscal de la ciudad de Buenos Aires emitió un comunicado para alertar a las familias sobre los peligros del acceso de los menores a Internet. En el documento, el ente judicial pide a los padres acompañar a sus hijos durante la navegación en la red, mientras solicita información de las url, capturas de pantalla o identidad de usuarios en caso de detectar alguna página vinculada al mortal reto. Del mismo modo, naciones como Chile, México, España, Gran Bretaña, Uruguay, China, Bolivia, Colombia y Brasil habilitan grupos de investigación, líneas telefónicas o sitios digitales para documentarse en torno a los peligros del desafío o informar sobre jóvenes con señales de participar en él.

De hecho, según informaciones difundidas desde Colombia por el diario Publimetro, en la primera semana de mayo la Dirección de Investigación Criminal e Interpol de la Policía Nacional (Dijín) descubrió y bloqueó tres grupos en Facebook dedicados a difundir el juego. Sin embargo, con más de 4 mil usuarios y nombres tan alejados de su real objetivo, como Logia eléctrica, esa tríada apenas representa una pequeña parte, porque las autoridades del país sospechan de la existencia de al menos otras 15 páginas que permanecen intercambiando imágenes con cerca de 15 mil personas.

Igualmente, la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) circuló el pasado 28 de abril una alerta púrpura con el objetivo de solicitar información sobre el modo de operar de los administradores de los grupos. “No lo hemos catalogado como un juego. Es una amenaza. Es ilegal lo que se está haciendo porque hay delitos comprometidos, como la inducción al daño físico”, señaló el General Jorge Luis Vargas Valencia, Jefe de la Dijín, al rotativo colombiano El Tiempo.

Aun cuando algunos reportes de prensa o sitios en Internet sugieren la existencia de La Ballena Azul solo como una leyenda urbana, amplificada y viralizada por los propios medios digitales, lo cierto es que desde hace alrededor de dos semanas han dejado de existir en Facebook grupos con el nombre del juego. La compañía no ha dicho si esto significa un bloqueo o si los administradores de las páginas decidieron cambiar el nombre para no ser descubiertos.

No obstante, hasta el momento las propuestas de más impacto provienen de las mismas redes sociales, a partir de la creación de juegos que actúan de modo similar a La Ballena Azul, pero enfocados a promover prácticas educativas y saludables entre los adolescentes. Unas con simpáticos desafíos como cantar en la ducha, y otras que aprovechan la picardía juvenil para convocar a los participantes a besar por sorpresa a alguien, todos contribuyen a minimizar el efecto del originario y peligroso reto. Tanto El Delfín Blanco, como La Ballena Roja, Amarilla, Morada, Arcoíris, Verde y Rosa resultan excelentes muestras al respecto.

Así, por ejemplo, entre los nuevos cincuenta desafíos de estas dos últimas iniciativas aparecen arreglar la cama al despertar, publicar una foto usando algo de color rosa, enviar mensajes de texto sin errores ortográficos, sacar buenas notas y mostrarlas en Facebook, elogiar a alguien que sufre acoso escolar, pasar un día sin gastar el dinero de los padres ni decir palabras obscenas y no arrojar basura en la calle. Ambas terminan con un icónico y muy similar último reto: no matarse y salvar una vida.

Según dijo uno de los creadores de La Ballena Rosa a la televisora O Globo, la única norma consiste en postear en las redes sociales las actividades realizadas con la etiqueta #yosoyballenarosa e invitar a los amigos a participar de la campaña. "Vi la historia de La Ballena Azul y pensé en hacer algo relacionado con el bien. Queríamos mostrar que Internet también tiene fuerza para hacer cosas positivas. Estamos alertando a los niños para que no entren a ese tipo de grupos. También buscamos un camino profesional porque estamos hablando con personas que pasan por situaciones muy difíciles y queremos acercar una ayuda. Nuestra idea es continuar recibiendo mensajes", aseguró.

Reflexiones sobre el canto de esta ballena

Para la psicóloga cubana Evelyn Fernández Castillo, Máster en Psicopedagogía y estudiosa de problemas relacionados con las ciberadicciones, varios motivos influyen en la vulnerabilidad de los adolescentes frente a juegos como La Ballena Azul. Según la especialista, durante esta etapa el joven persigue experiencias que lo conduzcan hacia nuevas sensaciones y alternativas, pero a su vez busca ganar en confianza y en sentido de pertenencia hacia un grupo determinado. , agrega.

De acuerdo a Fernández Castillo, hoy resulta más común encontrar conductas depresivas en edades tempranas del desarrollo, sobre todo a partir de los cambios experimentados en la relación entre la sociedad, el grupo y el individuo. “Los jóvenes que participan de los fatídicos retos sufren una desconfiguración de la personalidad que debe analizarse caso a caso. Algunos entran a este tipo de grupos para evadir otros problemas o una falta de habilidades para relacionarse con los demás, y allí recrean las aspiraciones que fuera del mundo virtual creen incapaces de concretar. Sin embargo, este tipo de conductas merece un estudio profundo desde varias perspectivas”.

Aun cuando muchas personas abogan por restarle importancia al juego en aras de evitar su proliferación y minimizar su impacto, y otras validan la idea de una sobredimensión del fenómeno o incluso de la falsedad de las noticias, lo cierto es que los mecanismos para crear este tipo de desafíos sí existen al alcance de muchas manos. Como en cualquier suceso de trascendencia, han existido manipulaciones y sensacionalismos, pero se impone la lógica de la objetividad, el análisis y la mesura.

Así, varias reflexiones saltan a la vista. ¿Cuál es la relación de las nuevas generaciones con las tecnologías y el entorno virtual? ¿Están los más jóvenes preparados para lidiar con las frustraciones de su tiempo, sobre todo en un mundo cada vez más desarrollado pero que aboga menos por el contacto sin la presencia de herramientas virtuales? ¿Qué rol juega la familia en el control del consumo digital y en la adopción de una postura inteligente y activa ante los contenidos de Internet?

Si bien ya no podemos hablar de un mundo digital y otro real, por la continua y creciente relación entre ambas esferas, sí resulta necesario distinguir la existencia de ciertas normas básicas para el acceso a Internet. El problema no radica en el empleo de las redes sociales como parte activa de nuestra vida, sino en el uso de ellas para crear, reproducir y compartir contenidos. La ética, la educación y la cultura toman entonces lugares destacados para asumir las nuevas tecnologías con responsabilidad, pero también para conocer los resquicios donde todavía subsisten muchas de las perversiones humanas, a veces incluso ocultas bajo el canto inocente de una ballena azul.