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Abel González Santamaría: El cambio de época en América Latina y el Caribe es irreversible

Abel Enrique González Santamaría, autor del libro La Gran Estrategia Estados Unidos VS América Latina. Foto: Ladyrene Pérez/Cubadebate.

Abel Enrique González Santamaría, autor del libro La Gran Estrategia Estados Unidos VS América Latina. Foto: Ladyrene Pérez/Cubadebate.

El Premio Libertador al Pensamiento Crítico nació del genio del Comandante venezolano Hugo Chávez en el año 2005, para reconocer a los autores que bregan a favor de los pueblos y contra las ideas hegemónicas del sistema mundial. Más de una década después de creado, el investigador y ensayista cubano Abel González Santamaría obtuvo una mención honorífica por su obra Los desafíos de la integración en América Latina y el Caribe.

Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), González Santamaría propone en su libro un recorrido histórico para el análisis y la puesta en perspectiva de los diferentes momentos por los que ha transitado el proceso de emancipación, las ideas integracionistas y la formación de un pensamiento unitario en la re­gión.

Las relaciones interamericanas y la búsqueda de la unidad latinoamericana y caribeña son focos de atención de su trabajo investigativo, que está recogido en numerosos ensayos y artículos de prensa, así como en los libros La Gran Estrategia. Estados Unidos vs. América Latina y El destino común de Nuestra América.

González Santamaría conversó con Gran­ma sobre el significado del reconocimiento a su obra en el contexto que vive actualmente la región.

—Una de las virtudes del libro premiado es señalar con claridad las fuerzas que siempre han pujado en contra de la integración. ¿Cómo afectan los cambios recientes en la correlación de fuerzas entre las distintas corrientes políticas en América Latina y el Caribe de cara a los procesos de integración?

—Comienzan a impactar los recientes cam­bios políticos en Nuestra América, que vive hoy los efectos de una fuerte y articulada contraofensiva imperialista y oligárquica. La derecha intenta revivir la agenda neoliberal, que en el pasado suscitó inestabilidad política y serios problemas sociales en la región. Las consecuencias de su aplicación son bien conocidas cuando se implementó desde la década de 1990 el llamado Consenso de Washington, que provocó mayores beneficios para unos pocos, desprotección para la mayoría, polarización de la sociedad e incremento de los niveles de pobreza.

“Esta situación, que como vemos no es nueva, ha tenido por el momento mayor impacto en los procesos de integración subregional. Por ejemplo, hace solo unos meses los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay se opusieron a que la República Bolivariana de Venezuela ejer­ciera la presidencia pro témpore del Mer­cado Común del Sur (Mercosur), la que le co­rres­pondía por haber llegado su turno en la rotación semestral.

“También atacan a la Revolución Boliva­ria­na desde la Organización de Estados Ameri­canos (OEA). Por cierto, en la Directiva Pre­sidencial de Política, titulada Normalización entre Estados Unidos y Cuba, que publicó el gobierno estadounidense recientemente, precisaron que “pretenden lograr a largo plazo que Cuba se integre a la OEA”. Sin embargo, la posición cubana basada en la historia se mantiene firme, como en reiteradas ocasiones ha expresado el Presidente cubano Raúl Castro Ruz: “Antes de que Cuba entre a la OEA, como dijo José Martí, se unirá el mar del norte al mar del sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila”.

—¿Cuáles son las principales causas de los retrocesos que se han registrado en varios países progresistas?

—Existen causas externas e internas que en la dinámica política se interrelacionan entre sí. Las primeras son bien conocidas y articuladas desde las potencias: golpes de Estado; guerra económica; campañas mediáticas; intromisión en los asuntos internos; y con mayor énfasis en la actualidad con la ejecución de programas desestabilizadores “de apoyo a la democracia”, en correspondencia con la llamada “Guerra No Convencional”.

“Pero, en mi opinión, los errores internos son los que han tenido mayor impacto en los retrocesos de los procesos de reforma y transformación social desarrollados por los gobiernos de izquierda y progresistas. A veces hay exceso de triunfalismo en el discurso político alejado de la realidad del país; poca capacidad de movilización para contrarrestar la ofensiva oligárquica e imperial; débil trabajo político con las bases so­ciales y fragmentación de sus estructuras; pérdida de valores en la sociedad que estimula el consumismo y la corrupción; subestimación a la formación ideológica de los jóvenes; y sobre todo no haber salvado a tiempo la cultura, que como dijo el Co­man­dante en Jefe Fidel Castro Ruz, es escudo y espada de la nación”.

—¿Qué impacto cree que tendrá el nuevo mapa político regional en el mediano y largo plazos?

—El cambio de época ocurrido en América Latina y el Caribe en las postrimerías del siglo XX y los albores del XXI lo considero irreversible, pero como todo proceso político experimentará avances, estancamientos y retrocesos. Se debe tener en cuenta que los pueblos despertaron y se hicieron sentir con el auge de los movimientos sociales, el creciente rechazo a las políticas injerencistas de Estados Unidos y el ascenso a la presidencia de figuras revolucionarias y progresistas.

“Es probable que a mediano plazo ese escenario experimente estancamientos y retrocesos, que influirán en la recuperación de la hegemonía estadounidense en la región y la implantación de un “nuevo panamericanismo” que oxigene sus desgastados e inoperantes instrumentos de dominación como la Junta Intera­meri­cana de Defensa (JID), el Tratado Intera­meri­cano de Asistencia Recíproca (TIAR), la OEA y las Cumbres de las Américas.

“Pero a largo plazo se retomará con más fuerza el rumbo progresista e integracionista, y se apreciarán avances en los procesos de integración genuinamente latinoamericanos y caribeños a través de la Comunidad de Estados La­tinoamericanos y Caribeños (Celac), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amé­rica (ALBA), Petrocaribe, la Comunidad del Ca­ribe (Caricom), la Asociación de Estados del Caribe (AEC), el Sistema de la Integración Cen­troa­mericana (SICA), la Unión de Naciones Sura­mericanas (Unasur) y Mercosur.

“Uno de los principales retos de cara al futuro será avanzar en la integración dentro de la diversidad y construir un modelo propio de cooperación, basado en los principios de solidaridad y complementariedad, que permita reducir la pobreza y las desigualdades”.

—¿Cree que las fuerzas de izquierda y los movimientos sociales y progresistas tienen capacidad para recuperar el terreno ganado por la derecha?

—La capacidad y potencialidades existen, y no es una utopía. Lo han demostrado cada vez que se unen para defender la soberanía y autodeterminación de sus pueblos. Por ejemplo, hace solo unos días se cumplieron 11 años de la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Mar del Plata, Argentina. Ese acontecimiento, junto a la creación de la Celac y la declaración de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, pudieran considerarse como los más trascendentales sucesos a favor de la integración de la Patria Grande.

“La izquierda y los movimientos sociales y progresistas han aprendido de los reveses y victorias, aunque queda mucho por hacer todavía para revertir una triste realidad: a pesar de los avances sociales y económicos en las dos últimas décadas, América Latina y el Caribe sigue siendo la región más desigual e insegura del mundo.

“No obstante, junto a las debilidades y amenazas que tiene la región, posee un caudal de fortalezas y oportunidades que le permite enfrentar en mejores condiciones los desafíos globales del siglo XXI. Es un importante productor agrícola, sobre todo en rubros como la soja (que ronda la mitad del total mundial), la carne (que genera casi un tercio a nivel mundial) y la leche (casi un cuarto del total). Produce más alimentos de los que requiere para el consumo de su población.

“Algo similar ocurre con los minerales: la re­gión representa más del 45 % de la producción mundial de cobre y más del 20 % de zinc y estaño. En materia energética, produce un 40 % de los biocombustibles a nivel global. Posee las ma­yores reservas de agua dulce del planeta y dispone de un tercio de las reservas mundiales de agua.

“Además, es una de las regiones de mayor riqueza étnico-cultural, de valores patrimoniales únicos y enorme potencial en el de­sarrollo del deporte. Su principal desafío será transformar el capital natural en capital humano, in­fraestructura económica y diversificación de la base productiva y exportadora, de forma que contribuya decisivamente a un verdadero proceso de desarrollo”.

—¿Qué experiencias históricas no se podrían olvidar?

—Sería imperdonable olvidar que los pueblos latinoamericanos y caribeños para alcanzar y mantener su independencia, han tenido que enfrentar durante cinco siglos —a sangre y fue­go— las agresiones y saqueos de sus riquezas de las potencias más poderosas en sus respectivas épocas. Y esa es una realidad que en su esencia poco ha cambiado.

“Se debe tener en cuenta que las primeras ideas integracionistas nacieron en la segunda mitad del siglo XVIII durante la crisis final del colonialismo español y portugués, que generó un movimiento emancipador en sus posesiones al sur del Río Bravo. En ese contexto existieron dos proyecciones fundamentales: la unión de territorios coloniales de España en un solo país, concebida por Francisco de Miranda, precursor de la independencia de Venezuela, y la idea de formar un Gran Sis­tema In­te­ramericano bajo el control de Estados Unidos, enunciada por uno de sus padres fundadores, Alexander Ha­milton.

“Esas dos proyecciones que caracterizaron el proceso de integración en el hemisferio occidental a partir del siglo XIX son antagónicas e incompatibles. Por una parte, estuvo dirigido a la defensa de los principios de soberanía, de no intervención, de integridad territorial, independencia y unidad frente a Europa y Estados Unidos, y por la otra, al mantenimiento del control político y económico de los países latinoamericanos y caribeños.

“Por eso hay que mantener viva la memoria histórica, que no debe ser de corto plazo, hay que ir más allá en el tiempo. Para entender el presente y estar en mejor capacidad de pronosticar el futuro, es imprescindible analizar los orígenes y evolución de los procesos políticos, económicos, sociales y culturales. Para nada significa estar atrapado en el pasado, más bien diría no pecar de ingenuidad con los nuevos cantos de sirenas”.

—¿Cómo interpreta este premio en el mo­mento que vive nuestra región?

—Es justo recordar que el Premio Li­ber­tador al Pensamiento Crítico fue una idea del Co­mandante Hugo Chávez Frías para estimular el pensamiento contrahegemónico, y ha sido sostenido en el campo de la batalla de ideas por el Gobierno Bolivariano del pre­si­dente Ni­colás Maduro Moros, dirigido a fo­mentar los procesos de emancipación, liberación social e integración de los pueblos de Nuestra América y el mundo.

“El ejemplo revolucionario de Chávez está más vivo que nunca. Todos los que han caído en el empeño de lograr una América Latina y el Caribe independiente y unido —como el Che— son los verdaderos premiados en este concurso. Y que nadie dude un segundo que estamos firmes y dispuestos a seguir compartiendo con otros países, no lo que nos sobra, sino los modestos recursos con que contamos. Esa solidaridad está impregnada en el espíritu de los cubanos. Así nos educaron Fidel y Raúl, dos grandes hombres que continúan haciendo realidad los sueños de los Libertadores”.

(Tomado de Granma)