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Paticas de Cerdo

¿Donde están las paticas de puerco? Foto: Edelvis Valido/ Invasor.

¿Donde están las paticas de puerco? Foto: Edelvis Valido/ Invasor.

Pagué 1.00 peso en la entrada. Sin embargo, ese no fue el problema. Bueno, en verdad fueron 3.00 pesos, porque dos colegas me acompañaban. Eran las 11.00 en punto de la mañana del domingo último y mi interés en comprar unas paticas de cerdo nos llevó hasta la Feria, en el Parque de la Ciudad de Ciego de Ávila.

Apenas habíamos avanzado unos metros hacia el interior del citado recinto, nos asaltó la primera interrogante: pero, ¿ya esto se acabó? El audio, con niveles insoportables, anunciaba pollo en el kiosco 16 y, llenos de optimismo, creamos nuestra propia filosofía: “donde hay pollo, hay cerdo”. O sea, paticas de cerdo.

No fue así. Y tampoco en ninguno de los kioscos, pues, cuando despertamos de la estridencia amplificada, advertimos que todos estaban vacíos. Bueno, todos, menos tres: uno donde vendían pan con bistec de cerdo; otro, donde se hacía el expendio de cerveza dispensada; y un tercero donde varias personas se amontonaban sobre la ropa reciclada, o acaparaban pomos del tan codiciado Asmasán.

El ajetreo era notorio: “dale, recoge que nos vamos”. Y los productos, sin vender, volvían a su lugar de procedencia porque: “total, ya son las 11.00 am. y aquí, a esta hora, no viene más nadie”. Como si todos los que estábamos allí hubiéramos sido, por lo menos, invisibles. O como si el horario de cierre a las 12 del mediodía fuera no más que consigna para justificar el maltrato.

La verdad, sin exagerar, es que en solo unos pocos kioscos estaban recogiendo a esa hora para marcharse, dando por terminada la venta; los otros, hacía rato ya lo habían hecho.

Molestos, frustrados, no nos quedó más remedio que desistir. Yo, no pude comprar paticas de cerdo, ni una de mis compañeras nada para la merienda de su niña. Habíamos trabajado durante la mañana y la Feria, al parecer no era para nosotros.

Pero bueno, si era o no para nosotros no tendríamos que ir a buscar la respuesta muy lejos: un coche, dentro del recinto, nos contestaba. En él, varias personas, cargaban sus sacos y jabas, repletos, en tanto ya no había en el área inspector o funcionario estatal que controlara, o pusiera fin a aquella vejación.

Lo mejor para nosotros era retirarnos sin más opción. Repito: mi compañera sin la merienda para su pequeña, y yo sin las dichosas paticas de cerdo que ya casi me despertaban mi dormida hipertensión. Para contentarme pensaba: total, unos chícharos, también quedan bien con unos cuadritos de beicon.

(Tomado de Invasor)