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La Habana que hay en mí: caminar por el Vedado

calle paseo vedadoDicen algunos habaneros, alejados por años de su ciudad natal, que no existe otra en el mundo que la iguale. No afirman que sea mejor o peor, la recuerdan como única en su pintoresquismo, su autenticidad y ambiente inconfundibles. Hay quienes afirman que La Habana provoca una respiración diferente, que tiene un aroma propio.

Me siento en deuda con La Habana, una ciudad que camino con un enorme placer, y a veces con mucha angustia, en la que cada día descubro algo nuevo, y de la que hace muchos años no hablo. Por eso quiero homenajearla en su cumpleaños con la publicación de algunos artículos que he escrito de mis vivencias, mis recuerdos, mis inconformidades y mis añoranzas vinculadas a la otrora San Cristóbal de La Habana.

Hace más o menos quince años, cuando el canal de televisión de la capital cubana era CHTV, escribía el guión de un programa semanal que se llamó: La Habana que hay en mí. Contenía recuerdos, anécdotas, de muchos habaneros ilustres, de ilustres que sin ser habaneros habían construido su vida en La Habana, se regodeaba además este espacio, en lugares que de sólo recorrerlos nos contaban su historia.

Mi idea original fue muy bien acogida por dos seres sensibles y capaces que estaban en ese canal tomando decisiones: el grande pequeño Juanito Hernández que conocía como pocos la televisión y la directora de CHTV entonces, una periodista que dio y da muestras de su competencia profesional: Rosa María Fernández.

Cuando surgió el canal Educativo, el programa dejó de salir para transformarse en otra cosa, en mi criterio muy personal, por falta de visión de quienes estaban entonces tomando providencias. Pero este no es el tema.

Nací en La Habana, conocí la Habana de “El Encanto”, “Los Precios fijos”, “Fin de Siglo”, “ La época” , “Los Ten Cent” ( el de Galiano, el de Obispo y el de 23 y 10 ), las populosas avenidas San Rafael y Galiano, y de ahí hasta acá cientos de lugares más. He residido en cuatro municipios, es en el Vedado donde más tiempo he vivido.

El Vedado, según cuentan, era una franja costera de matorral y diente de perro que iba desde el Torreón de San Lázaro hasta La Chorrera. En julio de 1555 el corsario Jacques de Sores atacó La Habana por esa zona dejando a su paso todos los espantos del pillaje, muertes y ruinas. Se hizo casi habitual la entrada de piratas por esa zona, por lo que el Cabildo habanero prohibió allí: asentamientos, caminos, pastoreo y todo lo que llamara la atención y facilitara el acceso a los bandidos. A partir de este momento se le llamó campo Vedado.

La construcción del residencial comenzó en 1858, cuando se aprueba la parcelación de la Estancia El Carmelo, propiedad de Domingo Trigo y Juan Espino con la extensión de 105 manzanas de cien metros de lado, con una sección vial generosa que incorporó por primera vez en Cuba al arbolado en parterres, precisamente donde más falta hace, entre los vehículos y el peatón.

Más adelante Don José Frías, Conde de Pozos Dulces y sus hermanas obtuvieron el permiso de parcelación para su finca nombrada El Vedado. El ingeniero Luis Yboleón Bosque trazó en La Habana nueva urbanización que iba desde la actual Avenida Paseo hasta la Batería de La Reina, elevación donde se encuentra hoy el Hotel Nacional. Podríamos decir que ahí comenzó la primera revolución constructiva en la zona. En 1870 se contaban sólo 20 casas, ubicadas casi todas en la Calle Línea, llamada así porque por allí pasaba el ferrocarril que unía esa parcelación con el centro de La Habana.

Paralelas a la calle Línea se trazaron dos grandes Avenidas: Paseo y Calle G, ésta última adoptó el nombre de Avenida de los Presidentes a partir de que se erigiera el monumento al Mayor General del Ejército Libertador que gobernó del 1909 al 1913: José Miguel Gómez, alias Tiburón, apodo referido a que “se baña, pero salpica”, uno de los predecesores de la práctica de “tocar” (sobornar) a la gente para enriquecerse. El monumento de “El Tiburón” dicen que costó 125 000 pesos que se reunieron en una colecta pública. Luego fueron ubicadas estatuas de otros Presidentes de la seudo república.

El Vedado creció después de la instauración de la seudo República en 1901 con más fuerza de lo esperado. Los Jefes mambises emplearon su paga para construir sus viviendas en este asentamiento, luego los nuevos ricos, casi todos con las fortunas obtenidas de negocios con el gobierno, y las relaciones con el potente socio comercial que representaban los Estados Unidos. En 1903 había 1 162 residencias con unos 10 mil habitantes, según aparece en un censo realizado por los interventores yanquis en 1889.

En casi siglo y medio El Vedado acumuló un rico patrimonio construido que muestra el Neoclasicismo, Eclecticismo, Art Decó y Movimiento Moderno. Caminar por El Vedado, sin prisa, en actitud de paseo, es como visitar un museo de arquitectura a cielo abierto. Todavía existen mansiones que te dejan boquiabierto, parques, restaurantes, teatros, un conjunto de edificaciones hermosas que se imponen por encima de tanta barbaridad constructiva posterior.

Me refiero –entre otras- a las entradas de viviendas citadinas como portones de fincas a las que mi querido amigo, el eminente arquitecto Mario Coyula, llamaba: “Lucio Contreras”, pues comenzaron a aparecer por la Habana y por la isla, después de la transmisión de una telenovela cubana, copiando el portón del dueño de la finca. Los garajes de cercas metálicas como jaulas, las jaulas de cría de pollos, los matorrales de plátanos en plena urbanización, y por ahí todo un mosaico de construcciones de muy mal gusto unas y de no tener la más mínima idea de lo que es un diseño arquitectónico otras.

Ahora la dirección de Planificación Física, ha dictado resoluciones y ha actuado para que se detengan tales horrores, sé que muchas personas a las que se les ha ordenado demoler algunas de estas reconstrucciones se sienten perjudicadas, pues emplearon recursos para edificar, pero me pregunto ¿Dónde estaba el arquitecto de la comunidad cuando se levantaron muros, garajes, ampliaciones, etc.?. De siempre era imprescindible pedir una autorización para construir, no me atrevo a pensar que constructor y arquitecto llegaran a un “acuerdo”, ni que los inspectores bajo el mismo “acuerdo” se hicieron de la vista gorda.

En otro orden, las aceras son pedraplenes, en casi todas las avenidas secundarias, hay que sortear las piedras para poder avanzar. Los salideros de aguas limpias y albañales te sorprenden constantemente, y qué decir de los tanques de basura desbordados, o con un “buzo” o “buza”, pues he visto mujeres, sacando toda la basura a la acera para seleccionar lo que se llevará.

Ha habido restricciones plasmadas en Leyes y Decretos, con el objetivo de evitar que la población crezca en La Habana, sobre todo en El Vedado que es un espacio superpoblado no sólo por los residenciales, sino por la cantidad de Ministerios y entidades de todo tipo que se asientan aquí. No sé cómo marcha el cumplimiento de esa disposición, pero la población se multiplica y crece la actividad comercial y de gastronomía por parte de cuentapropistas. Las redes técnicas: acueducto y alcantarillado están siendo sobre explotadas, y sus roturas van en contra de la sanidad ambiental.

Sobre restaurantes, cines, teatros, parques, avenidas y comercios emblemáticos del Vedado prometo volver en otro comentario.

Hoy, las antiguas parcelaciones del Conde de Pozos Dulces, el Carmelo y otros barrios que se sumaron para convertirse en una zona residencial, cultural y comercial, está corriendo el riesgo de perderse.

Ese trazado arquitectónico que es aún uno de los más bellos de la capital de Cuba, se diluye en medio de una vorágine de cambios legales que facilitan la compra y venta de viviendas, la apertura de negocios privados, y otros propósitos que atentan contra la trama urbanística.

Me parece excelente que surjan nuevos negocios, nuevas ofertas, cualquier cambio que de libertad a las personas para conducir sus iniciativas es favorable, pero como decía mi abuela Isabel: “El relajo que sea con orden”, pues estamos en el camino de perder esa zona patrimonial y emblemática de La Habana y de nuestro país, cuyo nombre El Vedado, ya no guarda significación con lo que aquí ocurre, de seguir así, bien podría llamarse dentro algunos años: “El caos”.

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