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Lazarito, artemiseño campeón en centroamericano de ajedrez

Lazarito, Maestro FIDE, con la presea de oro en el XIV Festival de Ajedrez de la Juventud de Centroamérica y el Caribe. Foto: Otoniel Márquez/ El Artemiseño.

Lazarito, Maestro FIDE, con la presea de oro en el XIV Festival de Ajedrez de la Juventud de Centroamérica y el Caribe. Foto: Otoniel Márquez/ El Artemiseño.

Por Joel Mayor Lorán 

Como se los cuento: su mamá le regaló un juguete que convirtió a Lazarito en campeón. Tenía ocho años, pero ella creyó que ya no estaba para pistolas ni carritos: ¡y le obsequió un tablero de ajedrez! Solo tres años más tarde, el chico se convirtió en Maestro FIDE, con la presea de oro en el XIV Festival de Ajedrez de la Juventud de Centroamérica y el Caribe.

Sin caballos, torres ni alfiles no parece tan impresionante. Hasta su nombre luce demasiado grande: Lázaro Alberto González Arredondo. Pero cuando hace del tablero un campo de batalla, la mayoría de los reyes rivales terminan por inclinarse ante él.

Nadie en su casa juega ajedrez. En cambio, la familia sí tiene linaje en judo; hasta un torneo llamaron como su tío: Lázaro Chica. De manera que se inició en el deporte sobre un tatami, y pronto comprendieron que eso no era lo suyo. Tampoco le prendió el amor por la pelota. Había nacido para trazar estrategias y probar ingenio en el juego ciencia.

¿Quién le enseñó? Los amigos. Luego comenzó a asistir a la Academia. Apenas mes y medio después intervino en unas eliminatorias y alcanzó el tercer lugar; le mostró a todos que ya podían contar con él.

Entonces se sucedieron las medallas: en el evento Descubriendo a un Capablanca, en La Habana; en el dedicado al aniversario de Camagüey; en otro celebrado en Matanzas; en el de la UCI, cuando obtuvo Coeficiente Elo por primera vez; y en el torneo Ernesto Che Guevara, en Viñales, que le deparó la de oro.

Por eso, un día el entrenador les preguntó a los padres si estaban en condiciones de llevarlo al Centroamericano en Caracas, Venezuela. Él les recomendaba que Lazarito participara. Y no se equivocó Juan Eduardo: el niño volvió campeón en la categoría sub 12.

Leslie, su mamá, confiesa que esperaban saliera bien, pero no sospecharon el triunfo. “Era su primera prueba internacional, en un salón gigantesco donde 27 niñas y 49 varones de nueve países peleaban por un título, como parte de los 440 ajedrecistas de todas las categorías”.

Pese a que buena parte de los rivales acumulaba más experiencia, se mantuvo invicto hasta la octava ronda. Únicamente perdió el último cotejo; sin embargo, las seis victorias y dos tablas anteriores le bastaron para imponerse, con siete puntos de nueve posibles.

De más está decir que el éxito transformó el considerable estrés en el doble de alegría. Ahora les extrañará a menos personas ver al niño estudiando y jugando ajedrez, mientras otros de su edad prefieren el béisbol, el fútbol o simplemente correr, chocar bolas y bailar trompos.

“Yo también me divierto, con la dama y los caballos, con la apertura Peón de Rey y la Defensa Francesa. Siempre me ha gustado y me va a gustar el ajedrez. Es mi futuro. Tal vez un día pueda jugar torneos grandes, e incluirme entre los mejores de Cuba y del mundo”.

Por lo tanto, no le importa llegar de la escuela, merendar, salir para la Academia y regresar pasadas las 8:00 de la noche. Le ilusiona ser como Capablanca. “No sé hasta dónde llegaré, pero voy a tratar de que sea bien lejos”.

La próxima meta será incrementar el Elo actual de 1932 puntos. Desde ayer hasta el día 17 disputará el Torneo de la Amistad, en el Campamento Internacional Julio Antonio Mella, ubicado en Caimito, primer evento oficial del juego ciencia que organizará la provincia Artemisa. Y en diciembre su cumpleaños le hallará sumergido en el Carlos Torre Repetto in Memoriam, en México.

Al parecer, un inocente juguete lo va a hacer disfrutar como nunca nadie imaginó.

(Tomado de El Artemiseño)