Huracanes: el mar es responsable del 90 % de las pérdidas humanas y materiales
Según datos de la OMM, a nivel internacional la sobrelevación temporal del nivel del mar es responsable del 90 % de las pérdidas humanas y materiales asociadas al azote de los huracanes en todo el orbe. El último huracán intenso registrado en el país fue el Sandy, que causó cuantiosos daños materiales en Santiago de Cuba en octubre del 2012.
Históricamente los huracanes han sido los causantes de los mayores desastres naturales conocidos en Cuba debido al efecto combinado de los principales factores de peligro que le acompañan, sobre todo en aquellos catalogados como intensos (categoría 3, 4 y 5 en la escala Saffir-Simpson).
El primero de esos elementos es la denominada surgencia o marea de tormenta, consistente en una notable sobrelevación temporal del nivel del mar que ocurre en la costa cuando el centro del huracán toca tierra.
Puede extenderse hasta unos 180 kilómetros a la derecha de la trayectoria y el pico máximo de altura del agua se registra en la zona cercana al lugar de entrada del ojo del organismo ciclónico, muy próxima al anillo de vientos máximos sostenidos. Mientras más fuerte sea el ciclón y menos profundo el fondo marino, la subida del nivel del mar se hará más pronunciada.
Según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), a nivel internacional la surgencia es la responsable del 90 % de las pérdidas humanas y materiales asociadas al azote de los huracanes en todo el orbe.
Los otros componentes destructivos de un huracán son las lluvias torrenciales con acumulados capaces de superar los 500 milímetros en 24 horas (esto puede suceder también en las tormentas y depresiones tropicales) y la intensidad del viento, en particular en aquellos donde se generan tornados, y en los de categoría 4 y 5, que convierte las tejas, planchas de zinc, vigas de madera, tapas de tanques de agua, vallas metálicas, anuncios lumínicos, y otros objetos no asegurados correctamente o retirados de forma preventiva, en verdaderos proyectiles.
Resulta oportuno añadir que en las áreas urbanas el efecto del viento puede acentuarse en dependencia de la altura, diseño, y distribución espacial de las edificaciones.
Como plantea el doctor Ramón Pérez Suárez, investigador del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, la relación de huracanes intensos que han azotado a nuestro país la encabeza la llamada Tormenta de San Francisco de Borja, la cual castigó severamente a La Habana los días 10 y 11 de octubre de 1846.
A su paso por la ciudad fue medido un valor mínimo de presión atmosférica de 916 hectopascal, el más bajo reportado hasta hoy en la Mayor de las Antillas, estimándose que los vientos máximos sostenidos sobrepasaron los 250 kilómetros por hora.
Testimonios de la época consultados por el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, reconocido historiador de la meteorología en nuestro país, refieren el derrumbe total de cientos de casas y la destrucción de edificios muy sólidos construidos de piedra, el naufragio de decenas de embarcaciones en la bahía, y la pérdida de gran parte del arbolado de la ciudad. Murieron unas 175 personas y el número probable de damnificados rondó la cifra de 50 000.
Sin ubicarlos en un orden específico figuran también en la lista la Tormenta de San Francisco de Asís, que afectó de manera directa a las regiones occidental y central el 4 y 5 de octubre de 1844, el huracán de los cinco días causante de cuantiosos perjuicios en Pinar del Río entre el 14 y el 18 de octubre de 1910, el de Nueva Gerona del 25 al 26 de septiembre de 1917, y el del 19 de octubre de 1924, cuyos efectos fueron sentidos con particular crudeza en la porción más oeste del territorio pinareño. Imposible no mencionar los famosos del 20 de octubre de 1926 y 18 de octubre de 1944, dos de los más grandes que han asolado a La Habana.
Dejamos para el final al del 9 de noviembre de 1932. Este fortísimo huracán de probable categoría 5 en la escala Saffir- Simpson (vientos máximos sostenidos iguales o superiores a 252 kilómetros por hora) produjo una notable surgencia de 6,5 metros de altura que barrió con el poblado camagüeyano de Santa Cruz del Sur. Solo allí perdieron la vida alrededor de 2 000 personas y constituye el mayor desastre natural acaecido en Cuba.
Y aunque no llegó a sobrepasar la categoría 2, las extraordinarias precipitaciones ocasionadas por la larga permanencia del Flora sobre el oriente del país entre el 4 y el 8 de octubre de 1963, con acumulados que alcanzaron 735 milímetros en 24 horas, provocaron inundaciones de inusitada magnitud y la desaparición de muchos poblados sepultados por la acción de violentos torrentes de agua. Fallecieron 1 157 personas y hubo daños enormes en la infraestructura de la región con más de 11 000 viviendas destruidas, y afectaciones sin precedentes en los viales, puentes, cosechas, la ganadería y otros sectores. Representa el segundo mayor desastre de origen natural en la historia del país.
OJO CON LA RECURVA
Si bien con la incorporación en los últimos tiempos de nuevos modelos, tecnologías y herramientas informáticas aumentó de manera significativa la confiabilidad de las predicciones sobre los huracanes, pronosticar con precisión cuándo y dónde iniciarán la recurva continúa siendo un momento de cierta incertidumbre en el seguimiento de estos organismos ciclónicos.
Definida como el cambio de rumbo que suelen hacer en la dirección general de su movimiento hacia el oeste y oeste noroeste por una trayectoria más al norte y luego al nordeste, la recurva viene acompañada casi siempre de un incremento en la velocidad de traslación, lo cual puede llevar al huracán en poco tiempo a cruzar sobre puntos muy distantes de los estimados inicialmente.
Ello fundamenta la importancia de vaticinarla de la forma más certera posible, a fin de trasladar las medidas de protección de las personas y bienes de la economía hacia lugares que hasta ese momento se mantenían fuera del cono de trayectoria del sistema.
Tan pronunciado giro, semejante a una gran parábola más o menos abierta, depende de las direcciones y velocidades de las corrientes de aire en la atmósfera superior, según las posiciones de los centros de alta y baja presión, ondas superiores, vaguadas y sus múltiples interacciones, aunque a veces no se dan las condiciones favorables para su ocurrencia.
Un caso notable tuvo lugar con el huracán de 1948, que en horas de la tarde del día 4 de octubre se movía lentamente al norte noroeste por los mares al sur del cabo de San Antonio. Cuando todos los avisos coincidían en ubicar la zona de peligro en el extremo occidental de Pinar del Río, el ciclón efectuó una recurva cerrada al nordeste y en apenas unas horas los habaneros fueron sorprendidos por la presencia de vientos huracanados.
Más reciente en el tiempo está el Michelle en noviembre del 2001 que cuando amenazaba con impactar de manera directa a la Isla de la Juventud, hizo una marcada recurva al nordeste, para entrar finalmente a tierra cubana por un punto situado entre las inmediaciones de Playa Girón y la costa sur de Cienfuegos. También aparece la descrita por el huracán Wilma en octubre del 2005, el más intenso de la cuenca del Atlántico tropical hasta hoy al registrar una presión mínima central de 882 hectopascal. Luego de situarse en la porción norte oriental de la península de Yucatán, viró en dirección nordeste, para cruzar por el sur de La Florida.
Igualmente existen los que hacen una trayectoria parecida a un lazo cuando son bloqueados por centros de altas presiones bien estructurados, condición que los obliga a moverse erráticamente en busca de algún canal de salida y pasar nuevamente por zonas ya afectadas con anterioridad.
Un ejemplo notorio es el del ya mencionado huracán de los cinco días en octubre de 1910 en Pinar del Río, el cual al encontrar un potente anticiclón situado al norte giró al oeste, luego al suroeste, sur, este y finalmente al nordeste, cruzando dos veces por un mismo punto, aparentemente en las inmediaciones de Cayo Jutía.
Lo anterior prolongó las condiciones de mal tiempo por espacio de alrededor de 120 horas sobre gran parte de la región occidental, desatando una encendida polémica entre los especialistas de la época con respecto a si se trataba de dos ciclones diferentes o era el mismo.
Investigaciones hechas años después por el meteorólogo cubano José Carlos Millás demostraron que la acentuada permanencia de las intensas lluvias y fuertes vientos obedecieron a la denominada por él recurva en lazo, descrita por un solo huracán.
(Por Orfilio Peláez, orfilio@granma.cu)
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No es mentira, por estos días los cardenenses recordamos al tristemente célebre Ciclón del 33 (1 septiembre de 1933), el cual azoto a la ciudad, el mar penetro más de 1 km dentro de la urbe, ocasionando más de 60 muertes, convirtiéndose así en la mayor catástrofe natural que haya azotado a Cárdenas.
Bueno este año todavia nos que da por rezar , el atlantico se esta poniendo bueno , esperemos tener suerte.