Por Orestes Pérez Pérez
Cuando llegas por primera vez a la enigmática y bella Ciudad de Buenos Aires, uno de los paisajes que más te llama la atención es ver a personas que llevan en cada una de sus manos, como ramos de flores, entre 5 y 8 perros de diferente tamaño y raza. Esa escena, que sorprende y sobrecoge al viajero de paso, se ha convertido -con el tiempo- en una tradición urbana.
Los “paseadores de perro”, como se les conoce popularmente, pululan por todos los barrios de esta ciudad, pero sobre todo por los de clase media y alta. En su gran mayoría son jóvenes de ambos sexos que ejercen esa función bien temprano en la mañana o en la tarde, aunque también encuentras personas de más edad. Pasear y entretener a estas mascotas ha pasado a ser, desde hace mucho tiempo, un medio de vida. En la actualidad, y ante la complicada situación por la que atraviesa el país, sucede un hecho paradójico: cada vez son más los que buscan convertirse en paseadores, pero ya no son tantos los dueños que pueden darse el lujo de pagar por entretener a sus canes.
Después de “pactar” el precio con los dueños (reciben entre 8 y 10 dólares por cada salida, según la raza y el tamaño), recogen a los perros en las casas o en los bajos de los edificios y los regresan después de dos o tres horas de paseo, que incluye -en ocasiones- parques destinados específicamente para esas mascotas, de los tantos que existen en Buenos Aires.
Sorprende la habilidad que poseen para mantener esa manada de perros en relativa tranquilidad. No parecen ser desbordados por la situación. Los canes no riñen, conviven en armonía durante todo el paseo de varias cuadras, La convivencia, a pesar de la variedad de razas y tamaños, es la regla. Rara vez los escuchas ladrar. Asombra verlos como se detienen todos, a la voz del paseador de turno, ante el cambio de luz de los semáforos o el paso de un auto.
En ocasiones, varios paseadores, con alrededor de 15 perros cada uno, se detienen a conversar entre ellos en una acera o parque y las mascotas se comportan tan bien que da la sensación de que no quieren interrumpir la plática.
En esos paseos te encuentras perros de las más variadas razas y tamaños: desde Labrador, Cocker y Golden Retriever hasta Caniche Toy, Gran Danés y Pastor Alemán, por solo citar algunos.
Según los resultados de una reciente encuesta nacional de mascotas, elaborada por Millward Brown, el 78% de los argentinos tiene una mascota en su hogar (perros (63%) y gatos (26%). Muchos los consideran "miembros" de la familia.
El mismo estudio arrojó que Argentina es el país de América Latina con mayor penetración de mascotas en hogares, con 9 millones de perros y 3 millones de gatos, y supera en porcentajes a Chile (71%), México (54%), Brasil (44%) y Colombia (35%).
Esta tradición y costumbre ha propiciado la creación de una infraestructura de servicios en función de ellos que sorprende y asombra. Incluye parques, farmacias, mercados de comida, barberías, clínicas, etc.
Existe, incluso, una regulación que establece las normas para el paseo y el cuidado que tienen que tener los paseadores en espacios públicos como parques y otros de esparcimiento, entre las que destacan el que los perros deben ser conducidos en forma responsable mediante el empleo de rienda y collar y la de que sólo pueden estar sueltos en los lugares autorizados, llamados caniles. Además, no pueden permanecer atados a árboles, monumentos públicos, postes de señalización y mobiliario urbano.
Aunque todavía hay muchos y otros buscan serlo, por estos meses se aprecian menos paseadores que de costumbre. Pareciera que la difícil situación económica que viven millones de argentinos hará que también -en este aspecto- cambien sus hábitos de vida y pasear a los perros pase de ser regla y se convierta en excepción.
