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Olimpiadas de Conocimientos: Oro parece...

Álvaro Lagar Sosa (Santiago de Cuba, 1995) medallista iberoamericano de Química en 2013 y uno de los ganadores de la reciente edición de la Olimpiada Nacional Universitaria de Química (ONUQ). (Foto: Daymaris Martínez)

Álvaro Lagar Sosa (Santiago de Cuba, 1995) medallista iberoamericano de Química en 2013 y uno de los ganadores de la reciente edición de la Olimpiada Nacional Universitaria de Química (ONUQ). Foto: Daymaris Martínez.

Mientras en el mundo encontrar, captar y motivar grandes talentos es cada vez más una tarea cru­cial, Cuba se permite inconsistencias en la formación temprana de su relevo científico y la pregunta es ¿por qué?

Si se trata de aprovechar la frescura y creatividad de edades en que los cerebros gozan de una plasti­cidad casi artística, ¿cuáles son nuestros planes con el potencial que egresa del Centro Nacional de Entrenamiento para Olimpiadas Internacionales (CNE), un caudal humanamente imperdible en las circunstancias de un país urgido de juventud, ciencia y conciencia?

Y ¿dónde dejamos aquellos programas de creación de capacidades de conocimiento que forjaron, en apenas unas décadas, gran parte del acervo científico de una nación sedienta de ciencia y memoria?

“Tal vez estemos siendo demasiado conservado­res”, medita José Luis García Cuevas, asesor del mi­nistro de Educación Superior. “Porque tenemos to­das las posibilidades de hacer planes universitarios de formación especial, sí; solo nos falta más audacia responsable”.

IPVCE: La nave insignia

Del centenar de estudiantes que conformaron las pre­selecciones nacionales de Física, Química, Matemática, Biología e Informática para el curso escolar 2013-2014, el 90% procedía de Institutos Preuniversitarios Vo­cacionales de Ciencias Exactas (IPVCE); mientras que nin­guno de los medallistas en competencias internacionales salió de otro sitio, confirman estadísticas oficiales del CNE.

“No podría ser más feliz con todos estos jóvenes entusiastas y brillantes a mi lado”, confesó el estadounidense Robert Curl, premio Nobel de Química en 1996, al concluir su visita al IPVCE Lenin en 2009. (Foto: Alexander Isla).

“No podría ser más feliz con todos estos jóvenes entusiastas y brillantes a mi lado”, confesó el estadounidense Robert Curl, premio Nobel de Química en 1996, al concluir su visita al IPVCE Lenin en 2009. (Foto: Alexander Isla).

El IPVCE sigue siendo la nave insignia de la ense­ñanza preuniversitaria en Cuba”, afirmó en diálogo con JT José Lázaro Hernández, metodólogo nacional para preuniversitarios, concursos y olimpiadas de co­nocimientos del Ministerio de Educación (MINED)[1] , tras un análisis que contempló el impacto de la apertura de preuniversitarios urbanos con claustros fortalecidos, alumnado competente y atractivo régimen externo.

Sin embargo, múltiples trabas, que van desde obstácu­los burocráticos hasta déficit de presupuesto destinado a olimpiadas internacionales, golpearon durante años el núcleo de la enseñanza media en ciencias, admitió el fun­cionario en un Taller Nacional para Entrenadores de Con­cursos, que sesionó el pasado octubre en la emblemática escuela vocacional Vladimir Ilich Lenin.

Desde hace dos años, explicó, la intención ha sido “revi­talizar” el vínculo con este tipo de centro, decisivo además para la salud del concurso de conocimientos como plataforma masiva de oportunidades y estandarte de calidad en el proceso docente-educativo.

Pese a las ya habituales carencias, “2013-2014 fue un curso escolar diferente”, reconoce Yohanka Acevedo, di­rectora del CNE, la sede “olímpica” del conocimiento en Cuba. De hecho, el retorno en 2014 a los primeros lugares del medallero iberoamericano no ha sido gratuito, pun­tualiza, sino que responde a una labor más intencionada por parte del MINED. Aunque no es suficiente, aclara.

Uno de los privilegios de los miembros de equipos Cuba a olimpiadas de conocimientos es la posibilidad de elegir la carrera y universi¬dad de su preferencia, sin el requisito de la prueba de ingreso. (Infografía: Adrián Agüero Zardón).

Uno de los privilegios de los miembros de equipos Cuba a olimpiadas de conocimientos es la posibilidad de elegir la carrera y universidad de su preferencia, sin el requisito de la prueba de ingreso. (Infografía: Adrián Agüero Zardón).

Optimista, la directiva anuncia cambios importantes para el presente curso (marzo-julio), que contemplan la conversión del CNE a Unidad Presupuestada, en pos de mejoras en la calidad de vida (alimentación y hospedaje), así como en la gestión de la base material de estudio, la transportación y el vínculo con universidades e institucio­nes científicas.

Una buena nueva para este 2015, precisa José Lázaro Hernández, ha sido la aprobación de unos 40 mil dólares destinados a asegurar la presencia de equipos cubanos completos en lides regionales de conocimiento, aunque una suerte muy diferente correrá la participación en olimpiadas interna­cionales, por factores como el alto precio de los boletos a las sedes programadas para las competencias.

En la ciencia como en el deporte, el “fogueo” internacional deci¬de. De izquierda a derecha, los cubanos Marcos Conde (primero) y Ernesto Batista (tercero), medallistas iberoamericanos de Oro y Bronce, respectivamente, en olimpiada de Química en 2014. (Foto: Cortesía de Rolando Alonso)

En la ciencia como en el deporte, el “fogueo” internacional decide. De izquierda a derecha, los cubanos Marcos Conde (primero) y Ernesto Batista (tercero), medallistas iberoamericanos de Oro y Bronce, respectivamente, en olimpiada de Química en 2014. Foto: Cortesía de Rolando Alonso.

En julio de 2014, “un pasaje (de ida y retorno) a la Olimpiada Interna­cional de Matemática, celebrada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, costaba casi seis mil dólares… O sea, llevar un equipo completo (Cuba asistió con un estudiante y un profesor) requería prácticamente de todo el pre­supuesto con que contábamos para todos los even­tos. La decisión fue priorizar los del área”.

Un dato poco conocido, destaca, es que el presti­gio y respeto ganado por la Isla en este tipo de even­to ha hecho que, más de una vez, su participación haya corrido a cuentas del apoyo internacional, los modestos fondos de asociaciones científicas del pa­tio, o la suma de ambos –es el caso de la fecunda historia de colaboración entre la Sociedad Cubana de Física y el Centro Internacional de Física Teórica de Trieste, Italia.

Ciertamente, no es poco y tiene su precio; pero, siendo realistas, la inversión en conocimiento es una de las más éticas y seguras del mundo, y su solo va­lor añadido alcanza para hacer añicos el vicio eco­nomicista de la “rentabilidad” a toda costa.

Tiene, encima, otros beneficios, apunta José Luis García: “No somos ni Venezuela con el petróleo, ni China con su mercado interno, pero la Revolución tiene una obra en capacidades de pensamiento. Por tanto, hay que ir hacia una sociedad y una economía basadas en el conocimiento... No hay otras salidas”.

¿Élite o elitismo?: salvando las distancias

Si de estrategias coherentes se trata, Roberto Cao Milán, uno de los más jóvenes doctores en Ciencias Químicas de su generación, señala a una época en que el alto rendimiento en la enseñanza media fun­cionó como semilla de grupos universitarios, cuyo temprano vínculo con la investigación dotó de im­pulso y sentido a más de una carrera científica.

“La Academia (de Ciencias de Cuba) debería refor­zar este instrumento”, instó en Pleno celebrado a fines de 2013, mientras recordaba la necesidad de superar la ambigüedad élite=elitismo.

Élite no es elitismo, defendió el tam­bién joven asociado de ese foro, frente a un fenómeno que ha de­mostrado capacidad de convertirse en “realidad” dominante, con con­secuencias nefastas para la construcción de sentido y la “instrucción” de tristes funcionarios que habrían llegado a ver en los procesos de selectividad una ame­naza de tipo “ideológico”.

Contra el estigma, incluso, del talento como rasgo de seres raros, individualistas y caóticos, un artículo del investigador Samuel Ruiz, de la Uni­versidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona (UCPEJV), muestra cómo pese a los logros alcanzados por la pedagogía en pos de propiciar el desarrollo de los estudiantes de alto rendimien­to escolar, aún persisten “lagunas” en el terreno de la “educación diferenciada”.

“El desarrollo de la actividad de los estudiantes de alto rendimiento escolar”[2] , texto publicado en el sitio web de la Revista IPLAC (publicación latinoamerica­na y caribeña de educación), señala a la “ausencia de programas o estrategias únicas para el desarrollo de estos estudiantes a partir del potencial profesio­nal de la escuela”, pero no profundiza en aristas po­lémicas como la influencia de estigmas en el curso de macro-estrategias educacionales, por ejemplo.

Aunque, desde la década de los 70, el MINED po­see un programa encaminado a sentar las bases de una educación científica, como derecho de los ni­ños, adolescentes y jóvenes cubanos al ejercicio de una ciudadanía plena, es posible rastrear prejuicios tácitos contra la “élite” del conocimiento, en parte explicables por la circunstancia histórica de un país donde el derecho a la educación perteneció por si­glos a “minorías selectas”.

Pero, la atención diferenciada a talentos no está reñida con un sistema educativo que privilegia el acceso gratuito al conocimiento, subraya Ysidro J. Hedesa, profesor investigador (r) de didáctica de la química, de la UCPEJV y del Instituto Caribeño de Ciencias Pedagógicas (ICCP).

No obstante, preferiría tomar distancia de términos como “élite”, al visualizarla como “una determinada cantidad de personas seleccionadas al azar”.

Su punto, el que prefiere, es que en Cuba capaci­dad es oportunidad: “No hay ningún tipo de limitación, todos pueden participar en olimpiadas de conocimientos. Por tanto, no creo que haya elitismo en esto, sino atención a diferencias individuales. ¡Que existen! Está estudiado científicamente”.

Con todo, el peligro de las inconsistencias es su po­tencial para hipotecar el futuro, alerta: “La atención (di­ferenciada) se requiere desde los primeros años escola­res: desde la primaria hasta la universidad. Porque no se hace nada con una atención prioritaria hacia estos alumnos en el preuniversitario si luego llegan a la univer­sidad y son tratados como estudiantes comunes”.

Es obvio que se trata de una “asignatura pendien­te”, que involucra también a la universidad cubana y al conjunto de la sociedad, sus líderes e instituciones, para los cuales la incorporación del “talento” a la ca­dena de valor (no solo económico) debería constituir un asunto de soberanía.

Desde hace par de años, la Olimpiada Nacional Uni­versitaria de Física (ONUF)[3]  viene dando señales impor­tantes. La más notable fue su creación a propuesta de los propios educandos, la mayoría egresados del Cen­tro Nacional de Entrenamiento (CNE), precisamente, el denominador común de la totalidad de los ganadores de medallas en 2014.

Para Álvaro Lagar, medallista iberoamericano de Plata y estudiante del primer año de la carrera de Quí­mica en la Universidad de La Habana, las olimpiadas universitarias son una válvula de escape y uno de los pocos momentos en el curso “para recordar” tiem­pos en que se divertía rompiendo su propia marca.

“En la carrera han desaparecido incluso los exáme­nes de premio”, lamenta el joven de 19 años, mien­tras agradece la puerta abierta por el Laboratorio de Productos Naturales (LPN) adscrito a su facultad, para llenar vacíos de un currículo universitario bas­tante estándar.

Adaptarse al nuevo ambiente no fue difícil, relata, todavía deslumbrado por el estilo audaz de un grupo que enseña independencia, metodología y disciplina. “Un día a la semana las conferencias son en inglés”, dice entusiasmado. De momento, aprender lo ha vuelto “obsesivo”.

No es casual. Para Daniel García Rivera, el joven di­rector del LPN, doctor en Ciencias Químicas y medallis­ta de Bronce en la Olimpiada Internacional de Moscú (1996), la excelencia solo puede ser eso: una obsesión, más “ahora que la autenticidad se ha vuelto casi una utopía”, dijo en entrevista con Juventud Técnica[4] .

Rarezas legítimas

Que en términos de calidad e impacto de la educa­ción universitaria, el IPVCE estaría decidiendo la parti­da en todas sus funciones sustantivas, fue la poderosa hipótesis con que José Luis García Cuevas, asesor del ministro de Educación Superior en Cuba, decidió ir tras su propio “boleto” rumbo al Congreso Internacional “Pedagogía 2015”[5] .

Apoyado fundamentalmente en encuestas, minería de datos y observación participante, García Cuevas en­caminó un análisis que ratifica al IPVCE como puntal de la alta tecnología y la actualización del modelo eco­nómico y social en el país.

Cifras ofrecidas por el Centro de Inmunología Mole­cular (CIM) [6] muestran que el 75% de los auto­res de, al menos, un objeto de invención (producto, teoría o proceso inédito y por lo general patentable), fue bachiller en ciencias exactas. “Esa regularidad estaría dicién­donos algo”, advierte Idania Caballero, biotecnóloga superior de la dirección de Desarrollo Humano de esa empresa de alta tecnología.

“Cuando comienzas a sumar, te das cuenta de que este es el soporte de la universidad cubana”, refiere Orestes Landrove (IPVCE Luis Urquiza, Las Tunas), mientras se pregunta: ¿será importante la contribu­ción del CNE o no? Y, hablando aún más claro, ¿será necesario ponerle más dinero o no?

“Es que, económicamente, esta inversión ¡es facti­ble!”, añade el entrenador principal de la asignatura de Química. “Aunque, en principio sabemos que hay mil necesidades, es preciso hacer más por la aten­ción a estos jóvenes, ¡que son la vanguardia de la ciencia y la tecnología!”.

Ni siquiera en los años más duros del Periodo Espe­cial la actividad de concursos estuvo tan deprimida como en el último quinquenio, alegaron alumnos y profesores del CNE, para quienes no fue difícil hallar una correlación directa entre discretos resultados internacionales y ausencia de equipos completos a torneos del área.

Para Landrove, el retorno de Cuba a lo más alto del podio iberoamericano en 2014 no fue, en ningún caso, sorpresa. “¿Por qué?, porque cuando el alum­no comienza a asistir a los eventos, los resultados aparecen. Incluso ese ambiente psicológico que se crea cuando compiten en equipo, no es igual al que observamos cuando lo hace uno solo”.

Cuestión de motivaciones, asegura José Manuel Mora (IPVCE Carlos Marx, Matanzas), para quien una medalla es apenas la culminación de una larga cadena de sucesos, entre los cuales se inscriben obs­táculos y contradicciones bastante difíciles de sortear desde la base, opina el también profesor principal de la asignatura de Física del CNE.

Más allá de “comprensibles carencias”, el enveje­cimiento de claustros enteros y el libre albedrío en la interpretación de lo estipulado para la actividad de concurso, parecieran zancadillas del “destino” a los más veteranos y comprometidos, coincidieron en señalar varios entrevistados.

Tomás Sánchez (IPVCE José Maceo, Guantánamo), sostiene que el Centro Provincial de Entrenamiento tiene que ser prioritario. “No solo del MINED, sino de cada provincia, porque no es un gasto, es una inver­sión que hacemos para llevar a la preselección un mu­chacho mejor formado”.

Dos preguntas permanecen en el aire: ¿Por qué se sobrecarga de deberes al entrenador de concursos?, y ¿por qué es tan difícil premiar –– ¿pre­miar?–– con flexibilidad sus casi siempre asfixiantes horarios y no pocos años?

El entrenamiento para concursos ha llegado al punto de ser considerado casi una “sanción”, lamen­ta el veterano Agustín Plasencia (IPVCE Eusebio Oli­vera, Sancti Spíritus), “porque es lo que nadie quiere hacer, pero todo el mundo critica. Un entrenador es ese profesor que llega a la escuela a las ocho de la mañana y se va a las cinco de la tarde, porque la flexibilidad en el ho­rario para nosotros no existe”, dice este docente de 52 años.

“Tampoco puedes dejarlo”, confiesa Lan­drove. “Mil veces he pensado en cambiar de trabajo, pero siempre me digo: 'si la mayor parte del día vas a trabajar en algo que no te dé placer… ¿qué será de tu vida?'.

“Yo, por lo menos, he trabajado so­lamente en IPVCE y eso crea sentido de pertenencia, crea identidad. Por ahí se comienza a ser patriota, ¡por defender lo nuestro!”.

Se precisa, alegaron sus colegas, de mayor liderazgo institucional del MI­NED y de la prédica de un trato justo hacia ese crisol encanecido y, mayoritariamente, anónimo, “gracias” al bajo perfil de un tipo de esfuerzo que suele pasar sin penas ni glorias por el calendario de funcionarios, medios de comunicación y organizaciones políticas y de masas.

“Campeón” es para el deporte, dijo a JT el estudiante del quinto año de Física, Rubert Martín Pardo[7]  (Plata en la Olimpiada Internacional de esa ciencia cele­brada en Mérida, México, 2009), un eco de la escasa prioridad de este “otro” olimpismo.

Lo contradictorio, resalta Mora, es que hablamos de “excelentes estudiantes y seres humanos”. De he­cho, quien conoce mínimamente las condiciones en que consiguen sus logros, constata que la suma de sus demandas llega a ser, definitivamente, modesta.

Nos gustaría que al final de cada concurso na­cional se imprimiera un folleto con el nombre de los ganadores, las mejores respuestas y que eso llegara a cada escuela y a la Feria del Libro”, dice con llana ilusión Orestes Landrove. “Brasil lo hace y empezó mucho después que nosotros”.

También nos gustaría que el concurso nacional fuera una verdadera fiesta. Como una gran olimpia­da de las cinco asignaturas. Eso ha sucedido solo tres veces, (entre 2000 y 2003, según recuerda). Y fueron eventos muy bien organizados, donde los ganadores fueron reconocidos… Porque, sí, hay que aplaudirlos, como aplaudimos a Sotomayor cuando saltó más alto”.

Humildes, geniales y campeones, a los claus¬tros de los Institutos Preuniversitarios Voca-cionales de Ciencias Exactas, Cuba les debe un país. En la imagen, una representación de en¬trenadores de concurso de Física, reunidos du¬rante un taller nacional efectuado en octubre. (Foto: Daymaris Martínez)

Humildes, geniales y campeones, a los claustros de los Institutos Preuniversitarios Vocacionales de Ciencias Exactas, Cuba les debe un país. En la imagen, una representación de entrenadores de concurso de Física, reunidos durante un taller nacional efectuado en octubre. (Foto: Daymaris Martínez)

Honores, pues, a quienes honores merecen. Des­pués de todo, la “singularidad” es un derecho que dota a su vez de infinitos deberes. Deberes que ellos, los “raros”, han asumido por décadas en un si­lencio dignísimo, sin que hayamos hecho suficiente por retribuir sus “legítimas rarezas”.

Notas

[1]www.ecured.cu/index.php/Ministerio_de_Educación

[2]http://www.revista.iplac.rimed.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=126:aa-el-desarrollo-de-la-actividad-de-los-estudiantes-de-alto-rendimiento-aa&catid=18&Itemid=243

[3]http://www.juventudtecnica.cu/contenido/ii-olimpiada-nacional-universitaria-fisica-onuf-2014

[4]http://www.juventudtecnica.cu/contenido/suenos-hombre-despierto

[5]www.pedagogiacuba.com

[6] www.cim.co.cu

[7]http://www.juventudtecnica.cu/contenido/rubert-martin-pardo-big-bang-mas-alla-teoria

(Artículo tomado de Juventud Técnica)