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De Beijing a Río: introspecciones necesarias (IV)

roberto_skyers_atletismoPor José Ramón Fabelo Corzo

Luego de valorar en los trabajos precedentes la actuación cubana en el Mundial de Atletismo de Beijing, dedicaremos el presente a analizar los casos de atletas que podían haber ido a la magna cita y, sin embargo, quedaron en Cuba. Como es conocido, la mayor isla del Caribe llevó al evento 25 competidores, una cifra demasiado pequeña para el potencial que hoy mismo posee. Lo más preocupante es que esa cifra pudo haber sido significativamente mayor y no lo fue por razones que en lo fundamental respondieron a decisiones tomadas en nuestro país.

Hay que partir del reconocimiento de que tal vez en ninguno de los eventos en que Cuba dejó de participar por atletas que no viajaron, éstos hubieran podido agregar medallas o puntos a la delegación. Pero el tema de la cantidad de participantes no es por ello un asunto menor.

En primer lugar, porque el número de atletas es el primer indicador de la potencialidad de una nación en un deporte como el atletismo. Una delegación nutrida es señal de fuerza, aun antes de comenzar la competencia. Muchos países apenas si pueden inscribir unos pocos competidores; algunos deben esperar a la benevolencia de la IAAF para tener por lo menos un representante, aunque no haya cumplido con la marca clasificatoria (casi siempre en las preliminares de los 100 metros de uno o de otro sexo). Al mundial no van todos los que quieren. Con algunas pocas excepciones, asisten sólo los que se han ganado ese derecho mediante alguno de los exigentes mecanismos clasificatorios de la IAAF. Un país con más representantes en el mundial es un país con una mayor cantidad de atletas ubicados entre los mejores del mundo.

En segundo lugar, si asumimos que la dialéctica sigue siendo vigente como método para pensar y actuar, tenemos que reconocer que la calidad no puede salir de otro lugar que no sea de la cantidad. La cantidad de hoy debe traducirse en calidad para mañana. Esto es válido para toda la pirámide de nuestro atletismo, desde la base y las categorías inferiores hasta el máximo nivel, ese que tiene precisamente su momento culminante en un campeonato mundial o una olimpiada. Atletas que en esta ocasión hubieran representado “sólo cantidad” son los que para la próxima cita universal podrían dar el salto cualitativo y situarse en la élite de su evento. Antes de llegar a ser el número 1 o el 2 o el 3 o el 8, hay primero que “numerar”.

En tercer lugar, la principal meta de un atleta de alto rendimiento es llegar a un mundial o a una olimpiada. Si después de ganarse ese derecho con mucho esfuerzo y con las marcas exigidas, se le priva de asistir por cualquier razón, la decepción y el des-estímulo que ello representa puede dar al traste con un posible futuro promisorio. Por el contrario, participar es ya de por sí un gran estímulo para seguir creciendo, es ser partícipe de una experiencia excepcional, de un aprendizaje que no es sustituible por ninguna clase teórica o práctica. ¿Cuánto vale, por ejemplo, para un atleta como Roberto Skyers, el haber corrido dos veces junto a Usain Bolt, el ser testigo directo de su preparación para la competencia, de su comportamiento posterior a la misma?

En cuarto lugar, para las citas del orbe, como es sabido, la IAAF garantiza el financiamiento de todos los clasificados. La erogación de dinero por parte de las federaciones nacionales es, si acaso, mínima e incomparablemente menor que el usufructo que puede extraérsele a la participación de cada atleta. Si las limitaciones financieras constituyen para Cuba el principal problema que atenta contra el necesario fogueo internacional de sus atletas, ¿cómo no aprovechar al máximo la excepcional oportunidad que representa un mundial en el que esto no es un problema?

Aun así, quedó en Cuba un número llamativo de atletas con posibilidades de haber participado en Beijing. No es la primera vez que esto ocurre. Nos sucede como tendencia en los mundiales. A propósito de ello, deseamos aportar un dato para reflexionar: a pesar de que para las olimpiadas y para los mundiales, la IAAF establece parámetros más o menos similares de clasificación, desde Barcelona 92 y hasta la fecha el promedio de participantes del atletismo cubano en las citas olímpicas ha sido de 42.2 atletas por evento, mientras que en el mismo período asisten por Cuba sólo 27.9 representantes como promedio a los campeonatos mundiales.

Ello habla de las diferencias de prioridad que Cuba le da a ambos eventos. ¿Se justifica para el atletismo esas diferencias tan amplias en términos cuantitativos?

En relación con los atletas que ahora no asistieron, cabe clasificarlos en tres grupos: a) los que Cuba anunció que iban y después no fueron (9 atletas); b) los que tenían su marca clasificatoria y Cuba no los incluyó desde la primera vez que anunció su delegación (4); c) los que por su lugar en el ranking podían haber asistido para cubrir el cupo de participantes que la IAAF tenía previsto para su evento específico, aun sin haber alcanzado la marca clasificatoria (4). Son en total 17 atletas que, salvo uno u otro caso de lesiones, podían haber elevado la cifra de participantes cubanos en la cita mundialista hasta cerca de 40.

Los 9 atletas que Cuba anunció que irían y no llegaron a Beijing fueron Zurian Hechavarría, en los 400 m/v femeninos, y varios integrantes de los relevos 4 x 100 masculino (Yaniel Carrero, Reidis Ramos, César Y. Ruiz y Edel A. Amores) y 4 x 400 femenino (Daisiurami Bonne, Gilda Casanova, Yaimeisis Borlot y Roxana Gómez). Lógicamente, nuestro país no estuvo representado en ninguno de estos tres eventos. De este grupo tenemos entendido que Ruiz y Bonne estaban lesionados y Borlot tenía molestias. De todas formas, contando con que en Beijing estaban Reynier Mena y Roberto Skyers (integrantes del 4 x 100) y también Lisneidy Veitía que, junto a la propia Zurian, forman parte del 4 x 400, no debían ser las lesiones la razón determinante para la no participación.

Más que ello, la decisión de no llevar a estos atletas parece haberse debido a un problema de gestión operativa. Resulta que en los tres casos la posibilidad de participar se concretó al final del período clasificatorio. Zurian obtuvo su marca (55.97) el 9 de agosto, un día antes de cerrar el mencionado período, mientras que en el caso de los dos relevos, estos definieron su clasificación el mismo día de cierre, el 10 de agosto, al quedar ubicados entre los 8 primeros por ranking de los no clasificados de manera automática en el mundial de relevos de Bahamas de 2014. Esta situación fue causa de que los atletas no tuvieran apartados sus respectivos boletos aéreos con antelación y que, al momento de adquirirlos, ya su precio fuera mucho mayor. Según hemos conocido, la IAAF pidió a la Federación Cubana (FC) que comprara los boletos, cuyo monto le sería reembolsado en Beijing, pero la FC no tenía fondos suficientes para ello. La experiencia tiene que ser aleccionadora y parecería apuntar hacia una inconcebible orfandad del atletismo cubano. ¿Cómo entender que no fuera posible conseguir de manera expedita ese préstamo? ¿Y el INDER? ¿Y el gobierno? ¿Y el partido? ¿Se hizo la gestión y no se resolvió, o no llegó a hacerse como se debía? En cualquier caso, el asunto es de demasiada importancia como para no tomar las medidas que sean necesarias para que algo similar no vuelva a repetirse.

Los 4 atletas con marcas de clasificación que no fueron incluidos en la delegación desde que ésta fue anunciada fueron Sahily Diago y Andy González en los 800 metros planos, femeninos y masculinos, además de Lázaro Martínez y Ernesto Revé en triple salto para varones. De ellos, Revé andaba resentido de una lesión, mientras que en los otros tres casos la causa de su no inclusión fue un aludido bajo rendimiento. Ciertamente, se trata de tres atletas que han estado este año por debajo del año anterior y de lo que se esperaba de ellos. Hay que analizar a fondo las causas del descenso, sobre todo para los casos de Lázaro y Sahily, atletas muy jóvenes que lograron oro y plata, respectivamente, en el Campeonato Mundial Juvenil de 2014 y que lograron excepcionales registros durante ese año. Recordemos que el primero se convirtió en 2014 en el recordista mundial de cadetes (17.24) y la segunda logró una de las mejores marcas históricas para una atleta juvenil en su especialidad (1:57.74). Hay que llegar a las causas últimas de su involución durante 2015 y tomar medidas, pero entre éstas no debía estar, a nuestro juicio, privarlos de la participación en el que hubiera sido su primer campeonato mundial de mayores, con todo el caudal de experiencias y aprendizajes que allí podían obtener.

Por último, tenemos el caso de por lo menos otros 4 atletas que hubieran podido ir a Beijing, aun sin haber logrado la marca establecida. Aquí es necesaria una aclaración. Este año la IAAF introdujo un nuevo sistema de clasificación (similar, por cierto, al que se usará para las Olimpiadas de Río). Con el propósito de controlar mejor el cupo total de atletas que participan en estas citas de máximo nivel, ya no hay marcas A y marcas B, como antes, sino una sola marca clasificatoria más exigente, además de una cuota de participantes, por prueba. Si a la marca no llegan la cantidad de atletas prevista en la cuota establecida, ésta se puede completar con otros atletas, según su lugar en el ranking del período clasificatorio, que además no es el mismo para todas las pruebas. Lo novedoso y complicado de este sistema parece haber tomado por sorpresa a más de una federación nacional, incluida la cubana. Muchas se guiaron por las marcas y no por las cuotas y ranking correspondientes y a la hora de anunciar sus delegaciones no incluyeron a los que podían asistir según este segundo criterio. Por esta vía podía haber llegado al mundial, por ejemplo, Leonel Suárez, quien con 8027 puntos en el decatlón entraba entre los 32 establecidos como cuota por la IAAF, a pesar de que la marca clasificatoria era de 8075. Incluso el propio organismo rector del atletismo mundial se ocupó particularmente de invitar a Leonel, pero ya éste había dejado de entrenar después de los Panamericanos de Toronto y, lógicamente, declinó la invitación. Por el mismo criterio podían haber llegado a Beijing Liadagmis Povea en triple, Saily Viart en bala y Ariannis Vichy en el martillo. De más está señalar lo bien que le hubiera venido a estas atletas participar, sobre todo a las muy jóvenes y prometedoras Povea y Viart, recién salidas de la categoría juvenil.