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“El que haga sombra: se va”

Toda una cuadra de laureles ha sido emparedada con cemento. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate

La simpática frase difundida por el humorista cubano Antolín, vino a mi memoria una mañana bien soleada cuando caminaba hacia la zona de hospitales en el Vedado, por la calle F hacia 29. En la parte trasera de lo que fuera un día el Hospital Infantil Pedro Borrás, ahora derrumbado, hay sobradas evidencias de la mayor tortura hasta el asesinato de árboles que he visto en mi vida. Parecería que la intención era esa: eliminar a esos árboles que hacian sombra.

El sol ya al borde de las 11 de la mañana quemaba en las espaldas de los transeúntes, el sudor corría de norte a sur en cada uno de los cuerpos, todos añorando un espacio sombreado para guarecerse. Miro a mi izquierda y descubro un muro cuyas paredes de cemento han utilizado la arboleda como columnas, los bloques apretando los troncos de laureles centenarios o quizás milenarios. Las raíces cubiertas con mezcla de concreto han impedido el desarrollo normal del tronco, algunos de estos arbustos se niegan a morir y muestran algunas ramas verdes, pero débiles, otros se mantienen de pie convertidos en madera muerta. En fin, una carnicería, mucho peor de las que hacen hoy día los “podadores” de la Empresa Eléctrica con las ramas.

Mientras me acercaba al lugar del crimen me preguntaba ¿Por qué? Hablé con algunos de quienes aplanan el terreno donde yacía el Hospital, y me dijeron: “Uhhhh, eso se hizo hace años, ¿quién se acuerda de eso? Cuando me interesé por saber por qué no pusieron el muro completo delante o detrás de los árboles, la respuesta fue: “Seguro dejaron los troncos en el medio para ahorrar material”.
La incidencia del color y los espacios libres en la siquis humana son decisivos, es una necesidad sicológica del hombre moderno saber que tiene la opción de superficies abiertas -verdes preferiblemente- que le proporcionan calma y sosiego.

En las ciudades antiguas la vida era más solidaria gracias a las pequeñas plazas adoquinadas donde concurrían vendedores, caseros, artesanos ofreciendo sus oficios, y a otras horas, lugar obligado de paseos y retretas.
El habanero de hoy tiene por preferencia la calle, se sientan en las aceras, ponen mesas de dominó en las esquinas prácticas que a veces consideramos inadecuadas, pero es esa necesidad natural de “sacar la cabeza” de las cuatro paredes y un techo. La gente está urgida de contemplar la naturaleza sin dejarse dominar por la prisa – a veces falsa- que nos impone la rutina diaria.
El natural deterioro de la Habana Vieja ha proporcionado espacios, más por demolición que por decisiones urbanísticas, y casi siempre ha triunfado la idea de poner otro edificio.

Conversé con una sicóloga sobre el tema y me dijo: el odio a los árboles, muchas veces inconsciente, proviene casi siempre de personas que vivieron en condiciones rurales difíciles y el solo hecho de ver un árbol les regresa al pasado que quieren olvidar. No se explica de otra manera la violencia de algunas personas machete en mano mutilando árboles por su cuenta, incluso derribándolos, hay quienes intentan asfixiarlos poniendo sobre ellos o en sus raíces líquidos tóxicos, quemándolos, en fin, hacer de todo para aniquilarlos.

La Dendrofobia, una de las fobias más raras que existe se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a los árboles. Quienes padecen de esta condición temen a los árboles y a todo lo que se relaciona con ellos: las hojas, las ramas, etc. La terapia consiste naturalmente en afrontar los propios temores, que son uno de los más irracionales, pero también pueden ser útiles las disciplinas que regulan las energías internas del cuerpo humano. En la mayoría de los casos, aquellos que padecen dendrofobia no son conscientes de tener una fobia. Aquí pudiéramos encontrar otra explicación.

Recordamos la hermosa obra del historiador de La Habana, Eusebio Leal, que llevó para la Habana Vieja algunos de los árboles que fueron arrancados de raíz por un ciclón. Varios se salvaron. Pero veo que son pocas las acciones como ésta, y ahora, cuando la temporada de lluvias se intensifica, vuelven los podadores que con una cierra atacan con saña las ramas, sean de la Empresa Eléctrica, de la Telefónica, de Comunales, todos van a lo mismo: cortar bastante para demorar en volver.

¿Conocen los responsable de la tala lo que es la bio-masa? ¿Son conscientes de las toneladas de troncos, ramas y hojas procedentes de esta deforestación? ¿Se van a utilizar para producir energía, reciclar o simplemente van a la basura o se queman?. ¿Saben que esos árboles nos entregan oxígeno para respirar más limpio?. Estoy segura que los anti-árboles son totalmente ignorantes de cuanto nos mejora la salud un espacio verde.

No sabemos por qué a cada paso nos persigue un contrasentido. Las autoridades de La Habana quieren promover los espacios verdes y a su vez no han sabido disciplinar a la gente que pone basura, escombros, y de cuanto hay, en áreas libres, maltratan árboles y césped, sin piedad como un acto más de las veces involuntario. Hay una gran promoción para que las nuevas generaciones aprendan a valorar un parque, pero eso solo lo resuelve la multa constante, la vuelta de los vigilantes de parques y una educación de escuela y familia acerca de las más elementales normas de urbanidad.

Las estadísticas dicen que en los últimos 30 años el metro cuadrado de área verde por habitante ha crecido 5 veces, aunque ese incremento no ha tenido una distribución equitativa entre el centro y la periferia. Esperamos que lo equilibren en toda la ciudad, de manera que no sea necesario vivir en Centro Habana y tener que ir a “respirar” al Parque Lenin. El tiempo dirá la última palabra.

Arboles 1

El Peligro está referido al muro, no al árbol. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate.

Si esta imagen fuera de un ser humano o de un animal, sería mucho más dramática, pero el árbol no se queja. Foto: Susana Tesoro/Cubadebate.

 

 El árbol ya es leña, desde las primeras horas de la mañana el sol lo sobrepasa. Foto Susana Tesoro/ Cubadebate


El árbol ya es leña, desde las primeras horas de la mañana el sol lo sobrepasa. Foto Susana Tesoro/ Cubadebate