Foto: Ricardo López/Cubadebate.
Me queda la sensación de que duró muy poco. Mientras se prolongó, incluso interrumpido por la ansiedad de vivirlo, fue un sueño perfecto, pletórico de drama, de suspenso, de vindicación.
Yarisley Silva, dos veces monarca en Juegos Panamericanos, no tembló ante la apetencia de sus rivales, no sudó el frío estepario de los miedos, no rehuyó del peligro que se corre si se intentan quimeras y apretó los dientes cuando necesitó más agallas para lucir corona.
Y eso que, por los antecedentes, parecía demasiado entallado el ámbito.
Ninguna campeona había refrendado el título, ella misma ha tenido una temporada para olvidar y Fabiana Murer, con Jennifer Suhr, dos grandes pertiguistas, chispeaban en los lumínicos, vibraban en los altavoces del Estadio de Atletismo Panamericano, aspirantes primeras como eran al título.
Con la varilla en los 4.50 metros entró a competir y dos saltos después, justo en los 4.70, apartada ya la hojarasca del bosque, Yarisley se quedó cara a cara con Fabiana, que la colocó al borde del colapso.
Un intento fallido de la muchacha de Pinar del Río y dos yerros de su rival en 4.75 provocaron el clímax. La brasileña fue a por los 4.80, los venció como de memoria para implantar récord para los Juegos y colocarse, en apariencias, inalcanzable.
Sin siquiera tomar nota, la cubana cambió de pértiga, saltó también al primer intento la entonces marca de los Juegos Panamericanos y la agarró por la yugular, convirtió el reto en una provocación y ya no tuvo contestación.
A Murer, 4.85 metros le resultaron demasiado en tres oportunidades y Yarisley logró superarlos en el tercer salto, para quedarse con todo: con el récord, el título y la condición de bicampeona de los Juegos, la primera desde el inicio de esta especialidad en Winnipeg-1999.
El atletismo, el deporte cubano, nos debía una gesta aquí en Toronto, y nos lo ha pagado con creces, en el nombre de Yarisley Silva.