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El cuervo sigue volando sobre Baltimore (+ Fotos y Video)

Malacka Reed, centro izquierda, habla durante una conferencia de prensa junto al Reverendo Jamal Bryant, a su izquierda, después de una protesta en Baltimore que cerró la entrada de la ciudad en la  mañana del martes.  Foto: The Baltimore Sun

Malacka Reed, centro izquierda, habla durante una conferencia de prensa junto al Reverendo Jamal Bryant, a su izquierda, después de una protesta en Baltimore que cerró la entrada de la ciudad en la mañana del martes. Foto: The Baltimore Sun

BALTIMORE.-Hasta que la serie The Wire la puso en el mapa, esta era una ciudad olvidada, pasto de drogas y delincuencia en una obra de ficción. Hoy es una verdad, lo real, lo que pasa en los arrabales de este mundo, en los verdaderos submundos norteamericanos. Verdad de todos los días y de este martes en la mañana, por supuesto, en que todavía Baltimore no se recupera por la muerte de Freddie Gray. Realidad que nos impide llegar hasta la costa Atlántica, a un kilómetro de la entrada  de la ciudad, si se toma como referencia la carretera interestatal I-395.

Se trata de la principal artería que conduce al puerto de Baltimore, en el Estado de Maryland. Durante al menos un par de horas cientos de autos y camiones han quedado atascados en la boca de la ciudad, porque la protesta ha cortado totalmente el tráfico. El bloqueo de la carretera intenta impedir el anunciado plan de construir una cárcel juvenil, al costo de 30 millones de dólares, en la que encerrarán a los adolescentes que son acusados como adultos.

El principal diario de esta ciudad, The Baltimore Sun, asegura en su página digital que esta es una las mayores manifestaciones que se han producido aquí desde el 19 de abril, cuando Gray, un joven negro, murió a causa de las lesiones sufridas bajo custodia policial. "Nosotros no vamos a ninguna parte hasta que la cárcel de menores se pare", dice el reverendo Jamal Bryant, quien envía por Twitter decenas de mensajes, mientras transcurre la protesta.

Bryant sostiene que se debería gastar ese dinero en educación y acusa al gobernador republicano Larry Hogan por haber decidido tomar por su cuenta los 68 millones dólares destinados originalmente para mejorar las escuelas, y reinvertirlos en apuntalar las prisiones de Maryland. “Lo que quieren es encerrar a nuestras hermanas y hermanos; no lo vamos a permitir”, grita una muchacha con un megáfono, a un costado de la carretera.

Una imagen de la interestatal este martes. Foto: The Baltimore Sun.

Una imagen de la interestatal este martes captada desde el helicóptero de la policía. Foto: The Baltimore Sun.

Mientras esto ocurre, la alcaldesa de la ciudad, Stephanie Rawlings-Blake, ofrece una conferencia de prensa para informar que decenas de personas han resultado heridas de bala, nueve de las cuales fallecieron en distintos tiroteos ocurridos durante el fin de semana largo –el lunes fue feriado por conmemorarse el "Día de los caídos" en las guerras estadounidenses (Memorial Day). Dice, también, que desde que se inició el mes de mayo, 35 personas han sido asesinadas a tiros, la cifra más alta desde 1999.

"Es deplorable”, comenta por radio el concejal William "Pete" Welch, cuando finalmente la fila de la interestatal comienza a moverse cerca de las 11 de la mañana, observada por un helicóptero que hace su ronda sobre nuestras cabezas, como el cuervo de Edgar Allan Poe. "Los tiroteos y los asesinatos están en toda la ciudad. No creo que ninguna parte sea inmune a esto. Nunca he visto algo así", comenta con amargura Pete Welch cuando nos acercamos a la Avenida Martin Luther King, la diagonal que divide en dos esta ciudad, una vez que franqueamos la entrada.

El horror en los tejados

La casa con el número 1307, de Park Avenue, en Baltimore, donde vivieron Scott Fitzgerald, Zelda Fitzgerald y su hija Scottie. Foto: The Baltimore Sun.

La casa con el número 1307, de Park Avenue, en Baltimore, donde vivieron Scott Zelda y  la hija de ambos, Scottie. Foto: Cubadebate

Una de las características del entramado urbano de Baltimore es la terminante segregación por barrios. En la Avenida Martin Luther King, los alquileres de una acera pueden costar el doble que los de la acera contraria, porque esta calzada es la frontera entre los barrios “buenos” y los “malos”. La diferencia es fácil medirla: la esperanza de vida entre ellos puede tener una distancia de 15 años. La esperanza de vida en el barrio donde vivía Freddie Gray (Sandtown-Winchester) es inferior a la de Bangladesh, la peor del mundo. La de los que viven en Roland Park, cinco kilómetros al norte, es similar a la de Cuba.

Por supuesto, los adjetivos “bueno” y “malo” normalmente son eufemismos para establecer una distinción racial, en una ciudad que fue próspera y rica a finales del siglo XIX, cuando era uno de los puertos más importantes de intercambio con Europa. Con la bonanza, llegaron oleadas de los que huían de los linchamientos y la semi-esclavitud del Sur, y también, inmigrantes que buscaban refugio lejos de la guerra en Europa. Las colonias griegas, francesas y polacas han dejado huellas visibles en la arquitectura de esta ciudad que, sin embargo, ha terminado siendo famosa por la brutal segregación económica de la mayoría de sus habitantes.

A sugerencia de un amable pescador que nos da instrucciones precisas, avanzamos hacia el lado “bueno” de la Avenida Martin Luther King Jr. Nos recomienda buscar la casa que habitaron entre 1932 y 1935 el escritor Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, quien pasó la mayor parte del tiempo recluida en un hospital psiquiátrico cerca de aquí. Una placa en la fachada del número 1307, de Park Avenue, advierte que en este lugar Fitzgerald escribió la mayor parte de su literatura, salvo El Gran Gatsby, su primera obra, recientemente llevada al cine. La recomendación viene porque este es uno de los sitios  más tranquilos de Baltimore.

Y así parece. En la calle donde se encuentra la casa construida en 1900 y recién adquirida por privados a un valor de 450 000 dólares, no pasa nada, ni  transeúntes. A la vecindad, de altas puertas y ventanales franceses, solo la perturba las hojas de un árbol solitario que, a falta de gente, adopta el aire confidencial de quien conoce los secretos de todos.

Como hace casi un siglo. Fitzgerald incluso escribió de esa calle y de un árbol, padre o abuelo de este, que se apostaba frente a la puerta de su casa. Según él, el búho que dormía sobre sus ramas era el espectro del horror que sobrevendría a Baltimore, como el cuervo del poema de otro célebre habitante de esta ciudad: "Al igual que la cuerda rota en el arco de un palpitante violín, veo con horror cómo se posa el búho en los tejados y se escuchan las estridentes bocinas de los taxis en la noche, como una oda macabra para los juerguistas que avanzan por el camino. Horror y basura. Basura y horror. Lo que podría haber sido está perdido o gastado, disipado, irrecuperable". Lo escribió Fitzgerald, aunque parezca cosa de Edgar Allan Poe.

El Cuervo dijo: “Nunca más.”

La casa del número 203, de la calle Amity en el Oeste de Baltimore, donde vivió Edgar Allan Poe. Foto: Cubadebate

La casa del número 203, de la calle Amity en el Oeste de Baltimore, donde vivió Edgar Allan Poe. Foto: Cubadebate

Y es que Poe murió en Baltimore, solo que del lado “malo”. Lo encontraron tirado en una calle en 1849 –tenía 40 años- con ropa que no era suya, dato que se sumó al largo inventario de sus infortunios: huérfano, desheredado por sus padres adoptivos, incomprendido por su época, pretendiente de mujeres que lo rechazaban o morían de repente, como su prima Virgina Clemm, con la que se casó cuando ella tenía trece años de edad y con la que vivió en la casa del número 203, de la calle Amity, en el Oeste de Baltimore y que ahora es un museo.

En el 2009 se celebró el 200 aniversario del natalicio del escritor, pero el ambiente sórdido de los Crímenes de la Calle Morgue, obra archiconocida, parece contemporáneo. Solo que en la novela negra que es Baltimore este martes al mediodía, los que mueren no son aristócratas, sino seres desesperados y marginales, como Poe, perseguido toda su vida por la pobreza, el alcoholismo y la locura.

El barrio donde vivió con su mujer y su tía no ha cambiado en casi dos siglos. La casa de ladrillos rojos se ve tan pobre como en los daguerrotipos del siglo XIX: pequeña, apartada de la calle principal, con el frente semi-escondido por una hierba tan crecida que puede sepultar tranquilamente a uno o a varios hombres de pie. Aunque hoy martes estamos a pleno día, la temperatura es cálida y los ecos de las protestas apenas se escuchan, esta parte de la ciudad sigue siendo aterradora y triste, como si el cuervo de Edgar Allan Poe no quisiera abandonarla por la misma razón que él explica en su célebre poema:

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas,
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Una imagen de Baltimore: "Todas las vidas valen". Foto: AP

Una imagen de Baltimore: "Todas las vidas valen". Foto: AP