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En El Caney, Santiago de Cuba: Maestro es maestro donde quiera que esté

“Cuando vienen a pedir un consejo, una ayuda, nos dan una satisfacción…”.,afirma Rolando Beltrán Hurtado. Foto: Susana Tesoro.

“Cuando vienen a pedir un consejo, una ayuda, nos dan una satisfacción…”.,afirma Rolando Beltrán Hurtado. Foto: Susana Tesoro.

Es difícil imaginarlo. Sobre todo para quienes tuvimos la suerte de que mamá nos besara antes de ir a la escuela, que nos retara por no haber tomado todo el desayuno, que rectificara el uniforme y los libros. Ver a papá llegar del trabajo con una sonrisa y abrazarnos. En la noche, y los domingos compartir en familia. Ese regalo divino de disfrutar de mamá y papá, muchos niños no lo tienen. Sin embargo…

En el poblado del Caney en la provincia cubana Santiago de Cuba, hay una escuela primaria que además de educar a niños del vecindario, de alumnos de escuelas cerradas en el sector rural, hijos de mujeres trabajadoras de turnos rotativos, acoge a niños sin amparo filial para quienes la escuela es su casa.
La Escuela Internado de Primaria Abel Santamaría, tiene mil 121 alumnos, de ellos, 30 internos; 192 trabajadores, de los cuales 116 son personal docente, el resto se dedica a los servicios.

Es amplia, da la impresión de haber llegado a una casa de descanso, a una hacienda o algo así. En la entrada un cartel la anuncia y luego va uno adentrándose en espacios bien definidos, a la izquierda un mino-zoológico, a la derecha un invernadero con flores, la mayoría orquídeas y mariposas. Todo está pintado con colores vivos, alegres. Todo muy limpio y ordenado. Al final te espera la casona donde está la oficina del director y la del claustro de profesores.

La edificación data de 1912, todavía conserva su bella arquitectura de madera machimbrada, con grandes ventanales y portones. Era la residencia de Don Mariano y Doña Elvira, santiagueros dueños de fábricas y otras propiedades, casi no vivían en Cuba, venían a veranear una vez al año, el resto del tiempo estaba cerrada. En 1960 los dueños de esta casa decidieron no volver más a Cuba, la casa quedó abandonada y fue utilizada para que 40 niñas de beneficencia vivieran allí. Luego siguió hasta 1985 como un centro interno, a partir de esta fecha acoge además a niños en régimen de seminternado.

Rolando Beltrán Hurtado es director de esta escuela hace nada más que 40 años. Rolando fue alfabetizador, y se graduó de maestro en el Instituto Makarenko. El primer año estuvo en la escuela de Minas del Frío, el segundo y el tercero en Topes de Collante, y ya en Tarará terminó el cuarto y quinto año.

Muchos de los educadores de allí son ex alumnos, jóvenes que decidieron escoger esta hermosa carrera. “Son buenos, pero hay que estar arriba de ellos, aquí somos muy rígidos con la disciplina del claustro de profesores, quizás exijo mucho, pero yo solo cumplo con los preceptos que había cuando me gradué, que en nada han cambiado con el tiempo”, enfatizó el director Hurtado.

También aquí el Huracán Sandy que pasó por Santiago de Cuba en 2012, hizo considerables estragos: destruyó 62 edificaciones de la escuela, 11 de ellas con derrumbes totales. Los niños por supuesto, habían sido evacuados previamente. Fueron 11 días de recuperación elemental para reiniciar las clases, sólo 11 días sin clases que de acuerdo con lo que pasó por Santiago es muy poco tiempo. Primero las clases eran medio sesión, unos por la mañana y otros por la tarde. Todos almorzaban ahí, pues hasta los seminternos fueron incluidos en la alimentación para darle un apoyo a las familias, los que entraban en la tarde comían antes de entrar a clases y los de la mañana iban para la casa después de almorzar.

Foto: Susana Tesoro.

Foto: Susana Tesoro.

“Para mí fue de una gran satisfacción ver cómo todos los vinculados a la escuela y al poblado apoyaban la recuperación de la escuela. El ministerio de educación no pagó un centavo en mano de obra, toda la fuerza de trabajo eran padres, vecinos y por supuestos los trabajadores del plantel”- dice con orgullo Rolando Hurtado.

Estábamos en una escuela, linda, alegre, “cuasi” perfecta, con un director con 40 años allí que exhibe sus satisfacciones.

¿Cuáles son sus insatisfacciones?, le pregunté.

- Yo comencé a trabajar en el internado de primaria Mariana Grajales de Santiago de Cuba, donde era maestro e instructor de los estudiantes, que eran también niños sin amparo filial.

“No tengo insatisfacciones en sentido general, pero le mentiría si le digo que no he tenido ninguna. Ha habido momentos en que no me he sentido orgulloso porque una tarea no se cumplió con calidad y eficiencia, con entrega, cuando los resultados no se corresponden con el esfuerzo y las aspiraciones, eso ocurre.
“Cuando vemos un alumno que egresa y no tiene una educación formal adecuada eso nos hace sentir afligidos, pensamos que nuestra obra no se materializó, no sucede con frecuencia, pero pasa y no debía pasar.

“También tenemos maestros muy jóvenes a los que a veces les cuesta trabajo interiorizar lo que se espera de ellos y tenemos que insistir, volver a repetir, convencerlos, mimarlos, para que se entreguen a esa tarea tan importante que es la de educar.

“En cuanto a la educación que la escuela brinda estamos seguros que cumplimos con las indicaciones del Ministerio de Educación, pero a veces hay manifestaciones de alumnos que no están en correspondencia con la exigencia, con lo que les enseñamos, pero ahí es donde debe instalarse la labor del maestro, del educador, la faena de transformar una familia no es fácil, lograr que esa familia contribuya a la educación de ese pequeño es quizás muestro mayor reto.

“Tenemos el programa ‘Educa a tu hijo’, que comienza con madre embarazada. No tengo dudas de que la educación nace en el hogar y se perfila en la escuela, pero hay algo muy significativo y es que si el docente no es un ejemplo como maestro y como persona, en el sentido más amplio de la palabra: en su centro de trabajo, en la comunidad, en su hogar, en los lugares públicos en los espectáculos, en las fiestas si el maestro no es así no puede ser un ejemplo positivo para el estudiante, porque el niño imita al maestro más que a sus propios padres, por lo tanto, si el maestro no constituye un modelo mayúsculo, no irradia actitudes positivas en el estudiante.

“Nosotros contamos con familias que sienten por esta escuela como por su hogar, que son capaces de incorporarse a todas las actividades, pero también tenemos esa labor social de lograr que esos padres se acerquen y contribuyan con su ayuda, no con ayuda monetaria, sino con velar porque el niño cumpla con el reglamento escolar, que realice las tareas, que venga con la ropa de educación física para practicar el deporte, que se incorporen a las labores agrícolas. La familia debe tratar que el niño se sienta bien, contento, incluso con ver su base material de estudio cuidada, que a principios de curso sus libros estén forrados, que participe en las reuniones de padres, en la escuela de educación familiar que tenemos aquí donde son los padres quienes nos proporcionan los temas a debatir y ejemplificamos con casos donde el padre se ve reflejado sin mencionar un nombre.

En el mini-botánico hablan de orquídeas, de mariposas como flor preferida de Celia Sánchez y la charla va más allá de la botánica. Foto: Susana Tesoro.

En el mini-botánico hablan de orquídeas, de mariposas como flor preferida de Celia Sánchez y la charla va más allá de la botánica. Foto: Susana Tesoro.

“Le hablo mucho del alumno como ser social, porque doy por descontada la exigencia con el aprendizaje de las materias imprescindibles, pero el niño debe también ser educado y preparado para la vida, para interrelacionarse con el mundo exterior.

“Esta escuela exhibe muchos logros, la mayoría de ellos gracias al apoyo de los padres. Tenemos un mini zoológico, tenemos un mini jardín botánico, un parque infantil, un huerto, criamos aves de corral, ovejos, y ese es un mérito de los padres quienes saben el beneficio que ese aprendizaje significa para el futuro de sus hijos. Asumimos un restaurant, donde los niños aprenden a comer, a ver el acto de alimentarse como un evento social, y aunque a veces en el comedor coman con cuchara, conozcan y tengan habito de usar todos los cubiertos, para que cuando vayan a un restaurant sepan comportarse, y les recomendamos además, que cada día en su casa coman correctamente y así transmiten esas enseñanzas a las personas que conviven con él. Nadie sabe lo que un niño puede influir en una familia”.

Los propios alumnos cuidan del orden y belleza de sus dormitorios. Foto: Susana Tesoro.

Los propios alumnos cuidan del orden y belleza de sus dormitorios. Foto: Susana Tesoro.

¿Cómo ha podido resistir a tantas adversidades de todo tipo, en cuarenta años al frente de una escuela de tantas complejidades?

-Nunca me lo he preguntado, pudiera ser que recibí una formación en una época, en un ambiente quizás, donde se grababa al fuego la consagración al trabajo, y esas enseñanzas no las borra nada, porque llevan implícitas la dedicación, el sentido de pertenencia, el amor, estos niños son también mis hijos.

“Puedo decir que jamás he tenido dificultades dignas de tener en cuenta, amo mi profesión, amo a los niños, me siento capaz de transformar una familia con paciencia y buenas maneras. Rescatar a un niño, sacarlo de un camino equivocado, devolverlo a la sociedad como un hombre de bien, que ellos me vean como un padre, eso lo compensa todo.

“El salario es decoroso, uno debe –como ha sido siempre-adecuarse a lo que gana, luchando con los precios del mercado, sé que es difícil, pero se puede vivir sin concederle a ese tema más importancia de la que tiene.
“Impartir materias no es tan complicado, lo difícil es convertir a un niño en un hombre trabajador, honrado, respetuoso, educado, que ame a su familia, a su patria. Sin lenguaje panfletario se puede hacer que un niño valore el sistema social en que vive, compararlo con el capitalismo voraz, inducirlos al humanismo, a la perseverancia, a la entrega, y no hacia tantas banalidades que nos rodean hoy.

“Yo también soy jefe de una familia que adoro, tengo dos hijos y tres nietos. Sin que nadie se ponga celoso, le digo que mi centro de trabajo es mi vida, el día que no vengo aquí me falta algo.

“Me siento realizado cuando los niños cumplen con el reglamento escolar, al verlos cuidar la propiedad social y respetar a los demás, sean adultos o sus propios compañeritos, ese sentimiento no lo puedo explicar pero es profundo y muy agradable.

En el restaurant-escuela los niños aprenden las buenas maneras de la mesa. Foto: Susana Tesoro.

En el restaurant-escuela los niños aprenden las buenas maneras de la mesa. Foto: Susana Tesoro.

“Hay varios aspectos que me llenan mucho el espíritu, yo digo que maestro es maestro dondequiera que esté en el aula, en la calle, en una fiesta, en la cola del pan, el maestro cuando se gradúa queda cubierto con un hábito invisible a los demás, que lo convierte en un ser ejemplo, si no es así no es maestro, si no mire a su alrededor cuantos universitarios hay graduados de maestros que se dedican a otra cosa, no están en las aulas, es porque no saben llevar ese hábito.

“Yo veo esta escuela como una enseñanza en sí misma sobre todo en los valores humanos. Los niños son listos y ven que tienen entre sus compañeritos alumnos que pudieran estar en la calle delinquiendo o perdiéndose como personas, que no tienen a nadie, y aquí reciben amor, cobija, alimentación, cuidados médicos sin tener que pagar un centavo.

“Cuando vienen a pedir un consejo, una ayuda, nos dan una satisfacción, cuando los vemos vencer una asignatura que les dio trabajo, cuando los vemos graduarse y salir a estudios superiores, experimentamos un sentimiento que no hay dinero en el mundo que lo pueda comprar”.